Golfas


Llevo más de tres años hilando fino y completando mi Hembrario, ese repositorio de palabras que uno escuchaba de pequeño por las calles de la Isleta y que eran capaces de sintetizar lo que se pensaba sobre una mujer de una manera categórica y unívoca. No ha sido un camino fácil y hasta ahora, después de más de treinta anotaciones si hay algo que tengo claro es que jamás terminaré de escribir este Hembrario porque de cuando en cuando recordaré alguna palabra o alguno de mis viejos amigos la mencionará de pasada y las alarmas se dispararán. Por otra parte, es una ventaja el saber que cada cierto tiempo llega una nueva anotación de este Hembrario. Hoy hablaremos de las golfas.

En el diccionario de la Lengua Española de nuestra Real Academia se define a las golfas como prostitutas, mujeres que mantienen relaciones sexuales a cambio de dinero o como personas que prestan un servicio remunerado si quisiéramos decirlo en plan dos punto cero y que suene algo fino. En muchos lugares valdrá con esta definición pero en la Isleta, una golfa era algo distinto. En aquel mundo las golfas eran chicas o mujeres de las que se tenía la certeza absoluta que ofrecían su cuerpo a los hombres por puro placer o quizás por unas copas. Mientras que con los petates se tiene la sospecha de que lo hacen o siendo un poquito más ordinario, que follan, con las golfas hay certidumbre. Una chica puede por tanto ser un petate y evolucionar hacia golfa sin ningún problema.

Recibir el calificativo de golfa no conllevaba la carga negativa que puede tener la puteta o los putones verbeneros. Las golfas del barrio eran conocidas y su grupo muy estable. Algunas de ellas fueron previamente pendones y como sucede con algunas de estas clasificaciones, la misma mujer podía pertenecer a varios de los grupos dependiendo de quien fuera la que criticara.

Las golfas descubrían su condición cuando su madre o alguna de sus tías las arrinconaban y les reprochaban que estuvieran avergonzando a la familia por convertirse en golfas. Era un momento tenso pero que pasaba bien pronto. Una golfa es consciente que si Dios la equipó con un montón de extras es para usarlos y no para que se pudran por falta de uso. Son mujeres que viven su sexualidad como parte de su cultura social y pese a lo que se decía de ellas, no eran promiscuas ni hacían nada malo. Su único error era posiblemente haber confesado el pecadillo a alguna amiga de lengua larga y afilada que las traicionaba y repartía la información por el barrio.

En ocasiones el calificativo de golfas les llegaba directamente de sus madres, avispadas e inteligentes que detectaban esos sutiles cambios que delatan el paso de nivel. El problema es que esta conversación tenía lugar a grito pelado y cerca de alguno de los múltiples patios de la casa y el efecto megáfono enviaba el mensaje alto y claro hacia todos esos oídos que a falta de otra cosa mejor que hacer, estaban siempre al loro rastreando el ambiente y a las que conocíamos como noveleras y alcahuetas. Todo este ecosistema está intrínsecamente relacionado y como veis, el estigma de unas era el combustible que necesitaban otras.

En mi barrio llegó un momento en que el número de golfas llegó a ser tan alto que la palabra cayó en desuso. Sucedió en los años de la Movida, muerto y enterrado el Cuervo y con las mujeres reclamando la libertad que hasta ese día les había sido negada. Ahora la palabra golfa ya ni siquiera tiene esa fuerza despectiva. Si eres mujer y sigues el ciclo de la vida, a menos que consigas refrenar las hormonas y las ansias burras de tu hombre hasta firmar el contrato, tarde o temprano podrás mirarte al espejo y verás a una golfa y créeme, no hay nada malo en ello.

Todos conocemos golfas y de no ser así, si estás leyendo esto y no te viene a la cabeza el nombre de alguna conocida que sea una de ellas, o vives en el planeta de los machos o hemos vuelto a la Edad Oscura y hemos perdido las libertades que conquistamos en el último cuarto del siglo veinte.

Deberíamos celebrar a las golfas con un día de fiesta nacional, un día que se podría llamar el día Chabeli, de niña a mujer.

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6 respuestas a “Golfas”

  1. Que los dioses bendigan largamente a las «Golfas», no se que hubiera hecho yo en mi juventud con mi sexualidad si no hubiera sido por ellas.
    Totalmente de acuerdo, debería haber un día dedicado a ellas…
    Salud

  2. Amén.

    OFF-topic: Hoy no celebramos el día de las golfas pero lo que sí celebramos son las setecientas cincuenta mil (750.000) páginas impresas desde el uno de enero del 2008 en Distorsiones. Tres cuartos de millón de gracias a todos.

  3. Enhorabuena!

    Me parto, el día Chabeli, lo has bordado. Ya te imagino poniendo una etiqueta acada mujer que se cruza en tu camino. Menudo peligro!
    Lo de golfa y putón verbenero también es peninsular. El petate lo utilizaba en otro sentido.

  4. Puntualicemos y dejemos claro que yo no pongo una etiqueta a cada mujer que se cruza en mi camino. Yo pongo etiquetas a TODO el que se cruza en mi camino, independientemente de su sexo, raza, religión o condición social.