La reconcha de la carta


En mi chamba, en dos años y ocho meses me he creado una reputación de-que-te-cagas. En ciertos círculos, cuadrados, triángulos y hasta rectángulos, se dice que yo soy la reencarnación del Maligno en el planeta y aunque no me lo dicen a la cara porque no han desarrollado arriolas o piporros suficientemente grandes para ello, yo LO SÉ y hasta a alguno de esos que lo piensan les he dicho que es altamente ofensivo y hasta racista considerarme la reencarnación del Maligno cuando todo el mundo sabe que solo somos primos segundos, que está en mi familia, pero la relación es carnal y sanguínea, y definitivamente no en línea directa. Esta reputación en el laburo ha ido creciendo en base a las leyendas laburales que se oyen sobre como reparto candela de la mala y de la peor y como algunos julays que se han cruzado en mi camino y han intentado algo que no figuraba en mi plan Maestro, suelen acabar lamentándolo si es que sobreviven al contraataque, que yo no me ando con chiquitas. Hasta mi jefe, que es autista profesional y está en el espectro y hasta tres metros por encima del espectro, es sabedor que cuando me encarga algún proyectillo, la resolución del mismo puede ser muy pero que muy dolorosa para las terceras partes y el resultado, siempre, siempre y requetequete-siempre, es el que él esperaba. Precisamente por eso no me invitan a ir al país del sol caguiente, los japoneses lloran cuando les mando algo porque finalmente y tras sangre, sudor y muchas lágrimas, aprendieron el concepto ese que dice que cada palo aguante su vela. Yo tengo mi agenda laboral, aislado del resto del equipo, porque ellos llevan otras cosas, cuatro julays, entre ellos cierto terrorista-musulmán-de-mielda que me la hizo en el pasado, algo muy documentado en el mejor blog sin premios en castellano y sabe que jamás se lo perdonaré. Como en el equipo en el que yo estaba jubilaron, con un mes de diferencia a los otros dos, resulta que yo ahora hago el trabajo de tres personas y hasta me sobra tiempo para tomar cafelitos. En la semana que estuve de vacaciones a mi jefe le cayeron baldes y baldes de mielda que era para mí y cuando regresé me tomó una semana procesar y solucionar eso y lo que seguía llegando con lo que el chamo tiene tan claro como la luz que se niega a salir de un agujero negro que aunque el consenso general es que me toco con frecuencia los mondongos, en realidad tengo una maquinaria muy bien engrasada solucionando problemas a todo el que necesita ayuda y me la pide, siempre y cuando no sea cierto terrorista-musulmán-de-mielda al que se le conoce en la empresa como LA RATA, mote que definitivamente no puedo negar que yo no haya tenido parte importante y quizás la más importante en su asignación.

Al mismo tiempo, mi jefe tiene su mundillo de problemas y de cuando en cuando me añade en sus discusiones y en sus correos y si es necesario, me utiliza para neutralizar, eliminar o suprimir algún pequeño bache en el camino. El miércoles de la semana pasada fue su último día antes de unas vacaciones y desde el jueves, estamos en piloto automático, sin capitán al mando, algo que la RATA aprovecha para no dar un palo al agua y no venir ni a la oficina. Ayer por la mañana, me manda un mensaje y me dice que revise una de esas discusiones eternas por correo, en este caso con vietnamitas, que él sabía que yo estaba ignorando porque se lo dije para que no se hiciera ilusiones, y me pide que cree un documento que han pedido los de Asia. Yo reviso las páginas y páginas de correos electrónicos y veo lo que piden, que viene a ser una disculpa y todos sabemos que ese concepto es inédito y desconocido para mí, que yo no me disculpo, yo neutralizo, y hasta mi jefe debía pensar que no sería capaz de cumplir, pero hoy en día, hasta los malos tenemos herramientas con las que no podíamos ni soñar hace unos años, así que más o menos escribí lo que debía hacer para usar ayuda:

Necesito escribir un documento para disculparnos por una tremenda cagada de los vietnamitas y la reconcha de su madre. La mencionada cagada tiene en realidad dos truscos enormes y bien diferenciados y que güelen mucho a mielda y la mentada disculpa deberá mencionar ambos. La primera es que el producto que han comprado jamás de los jamases, ni en este ni en ningún universo paralelo y para acarajotaos se debería haber vendido en Vietnam porque era un producto para vender exclusivamente en la Unión Europea. Si el subnormal que lo vendió desconoce el significado de la palabra EXCLUSIVAMENTE, dile que se pegue diez golpes en los microgüevos. El segundo punto de la disculpa es que hubo una cagada en los folletos comerciales, por culpa de contratar gilipollas que no saben ni leer ni escribir, se equivocaron con una puta letra de más y acabaron diciendo que el producto se podía usar en circunstancias para las que no está hecho, con lo que el cliente tendrá que devolverlos y buscar alternativas, primero porque no se puede ni debe vender en ese país y segundo porque no tiene lo que el cliente necesita. Te pido y te ruego que me ayudes a escribir este documento, super-hiper-mega profesional y discúlpate hasta provocar arcadas de asco y asquísimo. He dicho.

Después, como yo ya he hecho los cursos obligatorios, necesarios y suficientes para usar la Inteligencia Artificial aprobada por la empresa, copié el texto anterior en la misma y esta inteligencia preparó el texto, que yo copié y pegué en el documento final después de revisarlo y retocarlo y se lo mandé a mi jefe, que aunque está de vacaciones sigue trabajando varias horas al día, para que me diera su opinión y corregir algo y le informé que había usado la ayuda de la Inteligencia Artificial para crear el documento. Trescientos sesenta segundos después de mandárselo y mientras hacía turismo por la capital de Francia me responde:

Por la reconcha de mi tatarabuela, te has lucido, esto es la POLLA, te ha quedado de fábula y hasta super-hiper-mega educado.

Está claro que con mi fama labural, el chamo se temía que yo iba a escribir un documento mandando al cliente a tomar por el orto y defecaría sobre varias generaciones de sus ancestros y lo que no se esperaba era algo que básicamente tiene esa idea, pero la Inteligencia Artificial lo ha pulido y le ha dado lustre y hasta parece una disculpa sincera y hasta estamos dolidos por el daño que les haya podido hacer. Después del visto bueno de mi jefe, se los mando a los de la parte legal que lo leen y estoy seguro que lo volvieron a leer una y otra vez y hasta limpiaron los cristales de las gafas y los lavaron con detergente de lavavajillas porque lo primero que me preguntaron fue que quien escribió eso ya que era completamente imposible e improbable que lo hubiese hecho yo, así que de nuevo les tuve que explicar lo que hice y hasta les mandé mis instrucciones a la Inteligencia Artificial, en donde se reconocía mi mano, ya abierta y lista para dar una buena tanda de bofetadas y para que vieran que respeté celosamente las reglas de uso y abuso de la Inteligencia Artificial, que las tenemos. Lo único que pudieron hacer fue darme la bendición y yo, que ya estaba aburrido de tanto politiqueo, mandé la carta y el mundo siguió girando y en algunos rincones de la chamba, algunos saben que la pasta que se gastan en mí es una inversión muy buena y no como el dinero que tiran con la RATA.

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4 respuestas a “La reconcha de la carta”

  1. Llegará el dia que le podrán hacer un trasplante de IA a LA RATA, para dejarla pulidita y suave para que te la puedas cargar sin dificultad… 🙂
    Salud

  2. amo a ver, maligno lo que se dice maligno, no, si acaso eres un diablillo de Aliexpress. Hasta que no logres echar a LA RATA no podrás coronarte como LUCIFER. Así que menos lobos caperucita

  3. Madre mía… ¿qué hay que hacer para trabajar contigo?… Debe ser divertidísimo (jajaja)

  4. En el mundo buenista en el que me ha tocado sufrir, ahora los blancos cristianos, aunque sean africanos, están muy limitados, así que estoy ejecutando un arco muy amplio que llevará al mismo resultado y en el que nadie podrá decir que la mía era la mano que meneó la cuna ni el mío fue el pie que le pusieron encima pa’que no levante cabeza. Como a todo cerdo, le llegará su día … y hasta aquí puedo leer.

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