Llegando a Riga


A veces el azar es el que determina que viaje a un lugar u otro. Hasta el día en el que me compro el billete y organizo el viaje no tengo ni idea del lugar en el que acabaré pasando unos días. Un buen ejemplo fue este pasado fin de semana en el que me perdí en Riga, capital de Letonia, uno de los pequeños países bálticos que deben estar sudando sangre porque los rusos van a por ellos. En mi vida se me había ocurrido ir a esa ciudad y si no es porque WizzAir puso una oferta, no lo habría hecho. Coincidió además que vuelan los viernes por la tarde y los lunes y en los Países Bajos el único día festivo es el lunes de Pascua, con lo que encajaba perfectamente en mi agenda.

El viaje comenzó en realidad sobre las seis de la mañana, cuando me levanté y sin prisa ni pausa me puse a trabajar desde casa, algo que odio porque termino haciendo mucho más pero que en este caso jugaba a mi favor. Sobre las diez de la mañana acababa mi media jornada de trabajo y un rato más tarde salía escopeteado para la estación central de Utrecht en bicicleta, con mi mochila de treinta litros en la que iba todo lo necesario para sobrevivir tres días. Gracias a mi maravillosa y fantástica lista de viaje, me toma entre dos y tres minutos el preparar la mochila, una actividad extremadamente optimizada. En la estación, compré el billete de tren para Eindhoven y como las obras que han tenido esa línea al menos dos semanas medio trastocada habían terminado justo el día anterior, sabía que el tiempo de viaje era de cincuenta minutos, los cuales pasé viendo un episodio de una de mis series favoritas, en este caso Marvel Agents of S.H.I.E.L.D., agencia que os sonará de todas las películas del universo Marvel en las que la nombran. En la estación tomé la guagua 401 y veinte minutos más tarde estaba en el aeropuerto. En el control de seguridad había una cola impresionante y les tomó unos treinta minutos procesarme, lo cual lleva poner las cosas en una bandeja y pasar bajo el arco mágico en el que dependiendo del aeropuerto, pito o no pito.

Equipaje de mano de Ryanair

Equipaje de mano de Ryanair, originally uploaded by sulaco_rm.

WizzAir tiene las reglas de equipaje de mano más extrañas del universo. Gratis no puedes llevar un bolso del tamaño normal, solo mochilas de treinta litros o menos. Si quieres llevar algo más grande en cabina, tienes que pagar adicional en el momento en el que compras el billete y si no lo haces, cuando te pillan en el aeropuerto, la clavada es épica, básicamente, SESENTA LEUROS que tienes que pagar o y siempre pillan a todos los primos que lo intentan. Mi mochila se ajustaba al 42 x 32 x 25 cm para el equipaje gratuito y no tuve problemas pero vi a una chama que parecía que se le había subido la regla a los ojos de la sangre que echaba en las lágrimas. Curiosamente, Ryanair es hoy en día de las más liberales, permitiendo dos bultos que han de entrar en la estructura metálica de la foto anterior.

Traveling with inVants

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Como lo de la Prioridad era barato, la había comprado y fue un acierto. En la fila éramos tres y eso nos garantizaba el asiento que quisiésemos dentro del avión, salvo por las tres primeras filas o las salidas de emergencia. Cuando estábamos embarcando me fijé que un cacho de carne con ojos había puesto el mensaje en los paneles en Engrish, que es la versión pachanguera del inglés. Seguramente quien lo escribió pensaba en ese momento en la pava holandesa que quería empalar y su cerebro tradujo la v como f, ya que en neerlandés esa es la pronunciación de la v, con lo que las infantas perdieron su derecho a entrar primero en el avión.

Fui el primero en entrar al avión y durante el paseíllo le hice una foto. El concepto de Wizzair de vuelo de bajo costo es de petar el avión como si fuera hindú y creo que con diferencia son la aerolínea con menos espacio entre filas. Yo no soy alto y aún así, iba empotrado. La chama que iba a mi lado era una de esas culogoma y la pobre estuvo dos horas encajada sin poder moverse. El avión despegó en hora y en ciento veinte minutos nos aproximábamos al aeropuerto de Riga. El piloto hizo un par de maniobras extrañas, reduciendo e incrementando la velocidad de manera brusca que consiguieron acojonar a todo el aparato y hacer que todo suspiráramos aliviados al tocar tierra.

Como Letonia aún pertenece a la zona euro, salí del aeropuerto, crucé el aparcamiento y fui a la parada de la guagua 22, la cual te lleva hasta el centro de la ciudad por un leuro y veinte céntimos (es más barato si te compras una tarjeta de viaje en estancos, pero por veinte o treinta céntimos pasé un kilo). Después de un viaje de media hora llegamos a la zona de la estación central de trenes y autobuses y desde allí caminé hasta mi pensión, el Funky Hostel, el cual está a unos setecientos metros y fuera del casco antiguo.

Después de dejar mis cosas y de que la dueña de la pensión me diera instrucciones básicas y algo de información, fui a cenar a un restaurante Lido, de los cuales hay varios, son baratos y tienen comida local. Tras esto me acerqué a un centro comercial llamado Galleria Riga en el que la mujer me había dicho que desde la terraza de la azotea hay unas bonitas vistas de la ciudad, con lo que me pasé para hacer las fotos de rigor.

Brivibas piemineklis

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Riga tiene uno de los centros urbanos más pequeños de Europa (para una capital de país). Viene a ser de un kilómetro por un kilómetro con lo que te lo caminas en un instante. A la entrada de la zona me tropecé con el Brivibas piemineklis o el Monumento a la Libertad, construido en honor de los que murieron en la Guerra de Independencia de Letonia en 1935 y que les duró cuatro lunas antes de que los rusos los volvieran a invadir. Como el centro es tan pequeño, en tres o cuatro pasos ya estaba frente al Melngalvju nams, el edificio más pintoresco y bonito de la ciudad y que se puede traducir por la Casa de las cabezas negras.

Melngalvju nams

Melngalvju nams, originally uploaded by sulaco_rm.

Aunque el edificio lo levantaron en el siglo XIV (equis-palito-uve), el actual se levantó entre 1995 y 1999, ya que lo bombardearon los alemanes en 1941 y los rusos demolieron los restos en 1948. Este edificio era de una asociación de mercaderes, dueños de barcos y extranjeros solteros que funcionó hasta 1940.

Cerquita está la Sveta Petera Evangeliski luteriska baznica, una iglesia luterana dedicada a San Pedro y desde cuyo campanario hay unas bonitas vistas de la ciudad. Me dediqué a callejear y básicamente vi casi todos los puntos turísticos, aunque los dejo para el relato de mañana y acabé junto al río Daugava, viendo la puesta de sol, algo que repetí los dos días siguientes, con lo que veremos más fotos de este estilo en proximos capítulos del relato del viaje:

Cuando llego la noche regresé al hostal para descansar ya que al día siguiente tenía un día muy dinámico y después del madrugón estaba cansado.

El relato continúa en Haciendo turismo en Riga

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2 respuestas a “Llegando a Riga”

  1. Esos tres minipaises siempre me han caído bien, a lo mejor no me importaría visitarlos, a ver que cuentas 🙂
    Salud

  2. A veces salen mejor las escapadas así sin repensarlas demasiado, que cuando tienes muchas expectativas de un destino concreto.