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  • El día que buceé en Miniloc y anteriormente me cagué por las patas pa’bajo

    26 de mayo de 2017

    El relato comenzó en El salto a Dubai que comienza las vacaciones

    Mi primera jornada de buceo comenzó problemática. La noche anterior cené dos platos, un curry de pollo con arroz y una especie de sopa con fideos que me dió muy mal rollo. Me daba la sensación que aquello estaba petado de glutamato sódico y no me comí más de un tercio. Fue demasiado. A las tres de la mañana me desperté con unos dolores de estómago tremendos. Quería echar el jiñote, o en este caso el diarreote pero no podía. Como yo no puedo vomitar y al contrario que algunas comentaristas que al parecer sudan los desechos, yo los tengo que cagar. Entre las tres y las cinco no dormí demasiado pero a esa hora me metí en el baño y le cambié el color blanco a la cerámica del retrete por un camelo diarrea ciertamente mierda. Me quedé más a gusto que un arbusto, fue épico. Por desgracia, dos minutos después de volver a la cama hubo el enésimo apagón de luz en el Nido y ya no pude dormir más. 

    A las siete bajé a desayunar con miedo pero la comida no me sentó mal y decidí irme a bucear, aunque le expliqué al Maestro Jedai de buceo lo que me sucedía por si veía un rastro canelito mientras nadábamos. Me pusieron en un grupo con dos australianos y un británico que vive en Alemania y que pronto será alemán, por aquello de cierto país que decidió dejar la Unión Europeda. Congeniamos desde el principio y además nos tocó ser coleguillas de buceo. Había tres grupos más, uno de estudiantes del PADI Open Water y dos más con expertos avanzados como nosotros. El barco del club es espectacular y tienen dos de esos. Son los mejores barcos del Nido. El club es el Submariner Diving Center y el maestro jedai del submarinismo que nos tocó era Errol. 

    Salimos para nuestra primera parada, que era al sudoeste de Entalula. Seguíamos la corriente y cuando nos tiramos al agua descubrí un universo de corales preciosos y peces por millones. La inmersión duró cincuenta minutos y la profundidad máxima a la que estuvimos fue de dieciocho metros, con un agüita a veintiocho grados. Ya empiezo a controlar mi respiración y no me bebo el aire como en las primeras inmersiones. Hice algunas fotos e incluso vídeos con la cámara submarina que algún día hasta se verán por aquí. Salimos eufóricos con el subidón del lugar. 

    Nuestra segunda parada era cercana. El sitio se llama Paglugaban. Aquí bajamos a veintiún metros, estuvimos cuarenta y siete minutos bajo el agua y había otro tipo de peces. El sitio también era increíble pero me gustó mucho más el anterior, además de que allí había mucha menos corriente y aún tengo pánico de estamparme contra los corales y hacer un estropicio que no veas. La salida fue más bonita porque estábamos en una zona con unos seis metros de profundidad con lo que la parada de oración y meditación de tres minutos a cinco metros la combiné con más exploración. 

    Después de esto nos pusieron un almuerzo espectacular que también cuajó en mi estómago. Entre buceos me llevé la cámara y me dedicaba a hacer fotos de los islotes. Después de comer y esperar un rato comenzó la tercera inmersión, en el sur de Miniloc y la zona favorita de todos los que vienen al Nido. Es una inmersión en la que vas entre dos islotes. Hay un montón de tráfico entre ambos ya que está en la ruta del m´s popular de los circuitos de saltos de islas, el A por lo que tenemos que entrar desde uno de los lados e ir sumergidos hasta el lugar. Estuvimos cuarenta y seis minutos a dieciseis metros. Entre los dos islotes hay unos corales gigantescos como lechugas alucinantes y bandas de peces, no se cuentan por cientos ni por miles sino prácticamente por cienes y cienes de miles. El lugar te deja flipando. Im Presionante. Un festín visual. Hay un montón de corriente por lo que te quedas bien pegado a los corales y sigo alucinando con mi control para no estamparme on ellos. A estas alturas del viaje yo daba por sentado que habrían carteles de busca y captura por todas las Filipinas con mi gentil careto pero no ha sido así. Después de salir, allí mismo decidí hacer tres inmersiones más al día siguiente. 

    Volví a coger la cámara y hacer fotos y el regreso al Nido lo hicimos charlando y con la moviola. Al llegar al centro de buceo, el maestro jedai de buceo nos firmó nuestros cuadernillos y me marché con el casi-alemán a tomar unas cervezas. Después quedamos para cenar y matamos la tarde y noche hablando, comiendo y bebiendo. Me pegué un hartó de calamar que estaba delicioso. A la mañana siguiente tendríamos otra ración con más de lo mismo. 

    El relato continúa en Otro triplete de buceo en el Nido

  • Vista del Monte Licabeto desde la Acrópolis

    26 de mayo de 2017
    Vista del Monte Licabeto desde la Acrópolis

    Para hacer fotos en las que aparezca la Acrópolis, toda la basca sube el monte Licabeto, una colina de unos trescientos metros de altura. En la foto vemos que la ciudad de Atenas es gigantesca, un enorme mar de edificios en el que los parques no abundan. Por desgracia, para cuando llegué al monte Licabeto el día se había nublado, amenazaba con comenzar a llover y las fotos no fueron muy espectaculares y definitivamente, sin el azul del cielo.

  • Mi primera vez en el aeropuerto del Nido

    25 de mayo de 2017

    El relato comenzó en El salto a Dubai que comienza las vacaciones

    Finalmente llegó el momento de dejar la provincia de Visayas y el entorno de la isla de Cebu en el que me he movido desde que llegué a las Filipinas y saltar a Palawan, al oeste del país. Ya lo he dicho pero lo repito. Inicialmente, mi plan era volar desde Cebu a Puerto Princesa y desde allí ir al Nido en una furgoneta. Este plan se basaba en mi ignorancia, ya que desconocía que desde hace algo menos de un año, Air Swift tiene vuelos regulares con Manila y desde hace un par de meses, también con Cebu. Los miércoles tienen dos vuelos y yo compré billete para el primero. Me levanté temprano, a las seis y cuarto de la mañana, me duché, eché el jiñote y me fui a la parte exterior del centro comercial Ayala para desayunar panqueques, que estaba de antojo y al no ser obeso como vosotros me lo puedo permitir. Después volví al hotel, recogí mis cosas y antes de las ocho estaba usando el programa Grab para llamarme un taxi y en sesenta segundos estaba en la puerta. Como Cebu es horrenda para el tráfico, preferí pecar de precavido. Vine llegando al aeropuerto a las ocho y media de la mañana. Pasé el control de seguridad de la puerta y busqué el mostrador de facturación pero no había. Ninguno. Preguntando en los otros me dijeron que habrían dos horas antes del vuelo, a las nueve. Vacié mi botella de agua y esperé unos minutos. Lo de Air Swift es en plan fino y se consideran aerolínea boutique, así que te ponen una alfombra roja delante del mostrador de facturación para que te sientas importante. Me informaron que en la puerta de embarque me darían mi aperitivo. 

    Pasé el segundo control de seguridad y en la terminal aproveché para comprarme una camiseta, creo que la primera que tengo de las Filipinas. La camiseta celebra que Cebú es la ciudad reina del Sur de las Filipinas desde el mil quinientos y pico, gracias a cierto pueblo que tiene la cruz de tener una autonomía llena de retrasados y mierdosos llamados truscolanes que han sido lobotomizados y no saben que España existe desde hace la tira y mucho abates que ellos empezaran a robar, llorar y mangonear, que es lo único que saben hacer. El avión era un turbohélice, un ATR-42 con capacidad para 46 pasajeros y salíamos desde las puertas 25A/B, viejas conocidas ya que por ahí fui a Camiguín el año pasado. Una azafata de tierra, tras enseñarle mi tarjeta de embarque, me dio una bolsita de cartón muy estilosa con un bocadillo, una especie de flan de coco sin huevo, una botella de agua y otra de zumo de naranja.  Los de las aerolíneas pobres fueron corriendo a ver si pillaban pitanga gratis pero las azafatas los mandaron a bufiar a otra parte ya que aquel tesoro estaba reservado a viajeros élite tirando a más. 

    Nuestro vuelo despegaba a las once y cuarto pero el avión llegó antes y como ya estábamos todos, a las diez y media nos metieron en la guagua, nos llevaron al avión y el piloto dijo, pues nos vamos, ¡coño! Y salimos como veinte minutos antes de hora. A mi lado iba una filipina y como siempre, se puso a hablar, que las filipinas si dejan de hablar se les debe entumecer la lengua y mueren o algo así y por eso no paran. Me contó toda su vida, incluyendo los detalles importantes, como que se casó con un alemán, que tienen un restaurante en la playa en el Nido y que tiene dos hijos. En la hora y pico de vuelo, me puso al día de todos sus quehaceres y me ofreció llevarme hasta el Nido desde el aeropuerto (o más bien, su marido, que la venía a buscar). Son las cosas de la magia de viajar solo. Lo peor que te puede pasar cuando viajas es llevar a alguien, en el instante en que hay dos o más, se te cierran muchísimas puertas. 

    Cuando aterrizamos, salí del avión y me puse a grabarlo todo en vídeo. El avión era prácticamente nuevo y junto a la terminal que lleva diecisiete días abiertas, cuatro chamas cantando canciones típicas, momento estremecedor que por supuesto grabé. Entramos en la terminal, nos dieron nuestras maletas y el marido de la filipina nos alcanzó al pueblo. El lugar en el que me quedo es el Peak House Garden Pensión, en la parte cercana al mar y a cien metros del club de buceo que quería elegir para mis actividades subacuáticas. Después de dejar las cosas en la habitación, salí a comprar agua, a apuntarme para bucear al día siguiente y después a hacer fotos y bañarme en la playa hasta por la tarde. Después fui a la panadería del Nido, épica y legendaria y que ya apareció en el relato del primer viaje y me inflé a comprarme cosas por la friolera de treinta pesos o algo más de cincuenta céntimos de leuro. 

    Por la noche salí a cenar y más o menos en ese momento comenzaron los apagones, algo que en el Nido sucede con un montón  de frecuencia y por lo que en las habitaciones siempre hay linternas recargables. Dejé apalabrado mi desayuno para las siete de la mañana en donde me quedo ya que tenía que ir a bucear a las ocho menos cuarto.  

    Las fotos y los vídeos relacionados con esta anotación están en Los vídeos del día que fui de Cebu al Nido y el relato continúa en El día que buceé en Miniloc y anteriormente me cagué por las patas pa’bajo

  • El templo de Zeus Olímpico visto desde la Acrópolis

    25 de mayo de 2017
    El templo de Zeus Olímpico visto desde la Acrópolis

    Desde la Acrópolis hay una bonita vista de lo que queda del Templo de Zeus Olímpico el cual debía ser fabuloso. Si os fijáis en el verde a la izquierda del templo se puede ver un poquito, poquito de las gradas del estadio Olímpico, que está encajado entre las colinas. Creo que más adelante veremos imágenes en las que aparecerá el punto en el que estoy ahora visto desde el templo, el estadio. En la imagen y si seguís la calle que sale de la parte inferior hacia el templo veréis el Arco de Adriano.

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