En Vietnam tenemos a los emprendedores que no necesitan ni alquilar un local para poner su negocio. Ya hemos visto a las chamas que con una bicicleta se convierten en empresarias y llevan toda la merka sobre y expuesta en la bicicleta y tienen la jeta de ponerse en la misma puerta del mercado para robarles clientes. Hoy vemos a uno que aprovechó la calle para cumplir el sueño de toda su vida y abrir su barbería. Un plástico por encima por si llueve, un espejo en la pared y listo, una barbería. Los precios eran de caerte pa’trás de la impresión y como se puede ver en la foto, el chamo tiene clientela. En Asia, yo solo me he cortado el pelo en Birmania o el país ahora conocido como Myanmar y en Tailandia. En el primero, por menos de un leuro fui a una peluquería de puro lujo Meri-Lleín en donde me trataron como un maharajá y hasta asignaron a uno que sabía al menos quince palabras en inglés para que tradujera mis instrucciones al barbero. Les intenté dar una propina similar al precio, ya que era de risa y se cabrearon conmigo. En Tailandia, en Chiang Mai fui a un peluquero que en lugar del espejo horrendo delante para que veas como te tortura tenía una tele plana gigantesca que ponía en el canal que tú querías, poco menos que además de pelarme me agarró el cipote y lo agitó para ver si salía el genio de la lámpara como en la película de animación y me cobró creo que menos de dos leuros y en los días siguientes, cada vez que me veía por la calle, agitaba tanto las manos que el efecto mariponsón provocaba tornados fortísimos en gringolandia.
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La Santa Sede del Cao Dai
A unos noventa kilómetros al noroeste de Saigón tenemos la Santa Sede de la religión Cao Dai, una especie de popurrí de religiones que inventó un chamo vietnamita en los años veinte del siglo pasado y que tiene unos 7 millones de seguidores en el universo. Esta religión mezcla el judaísmo, cristianismo, islamismo, budismo, hinduismo, taoísmo y confucianismo con alegría y cosa buena y cualquier persona que venga de alguna de las anteriores se puede incorporar sin problemas. Su Santa Sede, que podemos ver en la foto, ya mezcla estilos y en el medio vemos el moro, al frente unos campanarios más cristianos y el de atrás no tengo ni idea. La morralla que se ve a la derecha son los zapatos ya que no se puede entrar con ellos. La excursión a este lugar la calculan para que llegues un rato antes de la misa o servicio que dan y que es un auténtico espectáculo. En los próximos días veremos más fotos.
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Italiano, bicicletas y concentración de potorros en el cine
Ayer por la tarde iba a clase de italiano cuando en el camino veo un peluca que me suena conocido. Voy en mi bicicleta y danzo alrededor de los acarajotados que parecen peonzas sin control y se mueven de izquierda a derecha cambiando de dirección continuamente y las tontas que con casi cero grados de temperatura, van sin guantes para poder mandar mensajes sin parar. Me pongo al lado del pelúo y veo que es el profesor de italiano que también va a clase pero el chamo está tan ciego que no me reconoce, porque supongo que intuye que hay un objeto soberbio y esplendoroso que brilla como las fuentes del universo a su lado. Al llegar a un stop lo saludo y ahí me identifica y seguimos pedaleando juntos. Lo suyo con no ver ha llegado a tal extremo que la semana que viene le harán la primera de dos operaciones de cataratas, al parecer se hacen ojo por ojo. Estamos hablando de un chamo que no creo que tenga más de cuarenta y cinco años. Me va contando cosillas de la operación y poco a poco nos acercamos a la zona en la que está el instituto en el que nos da las clases de italiano. Estamos en un cruce con semáforo y cuando se pone en verde me pongo en movimiento y lo oigo gritarme. Me paro un poco más adelante y el chamo se acerca un rato más tarde y dice que debía haber hielo en la carretera porque le patinó la rueda delantera y casi se escoña. Seguimos la calle hacia el instituto, básicamente una larguísima línea recta y cuando entramos en el patio delantero del instituto a aparcar, grita como truscolán en manifestación de septiembre y me dice que la entrada al lugar está también petada de hielo y casi se mata. Me acerco con un cuidado extremo y por más que arrastro los pies por el suelo, yo no detecto hielo alguno. Voy a su bicicleta, agarro el volante y el tornillo que lo sujeta a la horquilla o como quiera que se llame la pieza que controla la rueda delantera se ha aflojado y su problema es que cuando él gira, la bicicleta sigue en línea recta. Se podría haber escoñao. Tengo un amigo que se estampó literalmente contra un muro y estuvo casi dos meses de baja cuando le pasó lo mismo. Iba a toda velocidad y al tener que girar, lo hizo pero la bicicleta siguió de frente y se comió la pared sin aliño alguno. Por supuesto ninguno tenía herramientas allí pero preguntando en el colegio, alguien tenía en su coche un juego de llaves de diferentes medidas y pudimos apretar el tornillo y solucionar el problema. En este caso fue fácil y tuvo una suerte que no veas, sobre todo teniendo en cuenta que no ve una mierda y si le pasa en algún cruce importante, lo barre alguna guagua o coche y le dan el finiquito.
La clase fue un festival de ausencias. Deben estar casi todos con la gripe o resfriados porque de nueve personas que somos habitualmente, éramos cuatro. El profesor está empeñado en sacarme el acento canario/africano que tengo y que no se me va ni aunque Don Limpio se ensañe conmigo y quiere que pronuncie las eses como un auténtico italiano pero ni por error lo consigue y ya le he dicho que donde fallaron los que me enseñaron inglés y neerlandés no va a triunfar él. Yo puedo pasar el próximo siglo fuera de Gran Canaria y en el último día de mi vida seguiré teniendo acento de la Isleta, no me lo podrán quitar ni borrándome la memoria.
Cuando acabó la clase, él se quedó porque tenía otro curso después del nuestro y yo regresé a casa mientras nevaba o llovía hielo suavemente. No me importa la nieve, me encanta, pero ir en bici mientras nieva o cae aguanieve es horroroso, al menos para los que no tenemos gafas y los trozos de hielo y los copos nos golpean los ojos una y otra vez mientras avanzamos a velocidades considerables. En mi ruta de regreso tuve que dar un rodeo porque sabía que ayer era el día del COÑO pelúo y peláo. En todos los cines holandeses, en todas sus salas, al mismo tiempo, se estrenaba la película esa de los cincuenta mierdotes grises en sesiones exclusivas para portadoras de coños, independientemente del mantenimiento que le hagan al susodicho. Lo pueden tener rasurado o con su melena pero mientras tengan uno pueden ir al cine y además se les permite pagar tres o cuatro euros más que normalmente para atender esa sesión exclusiva y sin machos. En los supermercados y desde cuarenta y ocho horas antes, estanterías de la sección de verduras sin zanahorias, pepinos y calabacines, verduras que al parecer mejoran la experiencia cinematográfica. Si yo fuera innovador, montaría una empresa para vender en Asia concentrado de coño rubio y cuando ponen esas películas pondría unos plásticos en la parte delantera de las salas para recoger los flujos que van llegando desde la última de las filas hasta la primera cuando todas esas pavas se desbaratan y se desarretan todas en el momento en el que el pollaboba ese suelta alguna parida o se quita la camisa y enseña los pezoncillos. Entre mis propósitos del año 2017 puse el evitar esta película como la peste y equipararla a las obras dirigidas por el Peter Jackson basadas en libros del comemielda del Tolkien, esas sagas interminables en las que un grupo de mariconas, no necesariamente viejas, camina sin rumbo fijo mientras jinameños y orcos de Vecindario se les cruzan en el camino y siempre acaban a hostias pero sin confesión previa. Mi Ángel de la Guarda igual hasta me hizo caso y ha petado el cine con película que quiero ver y creo que esta semana batiré un viejo récord. Si no muero en el intento, creo que iré a ver ONCE películas al cine y ninguna de ellas será esa en la que sale la acarajotada esa que dice que es actriz pero más bien parece mongólica y en el trailer el chamo que le pega jalás la invita a cenar y ella acepta porque tiene hambre. Cada vez que veo el trailer y escucho los diálogos de esa escena dantesca se me pone el vello de punta y me dan ganas de huir y no parar de correr hasta llegar a otro universo en el que cosas así no existan.
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Oficina de correos central de Saigón de noche
Otra foto de un edificio que ya habíamos visto en su día en la anotación Oficina de correos central de Saigón. Por la noche tiene una pinta de internado de esos en los que las guarrillas están doctoradas en el arte de ir a fumar al baño sin que se enteren los profesores/guardianes y cuando no tienen pitillo que echarse en boca, se van a la zona de los machos y chupan otras cosas que ciertamente no son vegetales. En esta foto el reloj que está en la fachada y que es enorme se ve con más detalle. Comparad el tamaño del reloj con las ventanas.