Italiano, bicicletas y concentración de potorros en el cine


Ayer por la tarde iba a clase de italiano cuando en el camino veo un peluca que me suena conocido. Voy en mi bicicleta y danzo alrededor de los acarajotados que parecen peonzas sin control y se mueven de izquierda a derecha cambiando de dirección continuamente y las tontas que con casi cero grados de temperatura, van sin guantes para poder mandar mensajes sin parar. Me pongo al lado del pelúo y veo que es el profesor de italiano que también va a clase pero el chamo está tan ciego que no me reconoce, porque supongo que intuye que hay un objeto soberbio y esplendoroso que brilla como las fuentes del universo a su lado. Al llegar a un stop lo saludo y ahí me identifica y seguimos pedaleando juntos. Lo suyo con no ver ha llegado a tal extremo que la semana que viene le harán la primera de dos operaciones de cataratas, al parecer se hacen ojo por ojo. Estamos hablando de un chamo que no creo que tenga más de cuarenta y cinco años. Me va contando cosillas de la operación y poco a poco nos acercamos a la zona en la que está el instituto en el que nos da las clases de italiano. Estamos en un cruce con semáforo y cuando se pone en verde me pongo en movimiento y lo oigo gritarme. Me paro un poco más adelante y el chamo se acerca un rato más tarde y dice que debía haber hielo en la carretera porque le patinó la rueda delantera y casi se escoña. Seguimos la calle hacia el instituto, básicamente una larguísima línea recta y cuando entramos en el patio delantero del instituto a aparcar, grita como truscolán en manifestación de septiembre y me dice que la entrada al lugar está también petada de hielo y casi se mata. Me acerco con un cuidado extremo y por más que arrastro los pies por el suelo, yo no detecto hielo alguno. Voy a su bicicleta, agarro el volante y el tornillo que lo sujeta a la horquilla o como quiera que se llame la pieza que controla la rueda delantera se ha aflojado y su problema es que cuando él gira, la bicicleta sigue en línea recta. Se podría haber escoñao. Tengo un amigo que se estampó literalmente contra un muro y estuvo casi dos meses de baja cuando le pasó lo mismo. Iba a toda velocidad y al tener que girar, lo hizo pero la bicicleta siguió de frente y se comió la pared sin aliño alguno. Por supuesto ninguno tenía herramientas allí pero preguntando en el colegio, alguien tenía en su coche un juego de llaves de diferentes medidas y pudimos apretar el tornillo y solucionar el problema. En este caso fue fácil y tuvo una suerte que no veas, sobre todo teniendo en cuenta que no ve una mierda y si le pasa en algún cruce importante, lo barre alguna guagua o coche y le dan el finiquito.

La clase fue un festival de ausencias. Deben estar casi todos con la gripe o resfriados porque de nueve personas que somos habitualmente, éramos cuatro. El profesor está empeñado en sacarme el acento canario/africano que tengo y que no se me va ni aunque Don Limpio se ensañe conmigo y quiere que pronuncie las eses como un auténtico italiano pero ni por error lo consigue y ya le he dicho que donde fallaron los que me enseñaron inglés y neerlandés no va a triunfar él. Yo puedo pasar el próximo siglo fuera de Gran Canaria y en el último día de mi vida seguiré teniendo acento de la Isleta, no me lo podrán quitar ni borrándome la memoria.

Cuando acabó la clase, él se quedó porque tenía otro curso después del nuestro y yo regresé a casa mientras nevaba o llovía hielo suavemente. No me importa la nieve, me encanta, pero ir en bici mientras nieva o cae aguanieve es horroroso, al menos para los que no tenemos gafas y los trozos de hielo y los copos nos golpean los ojos una y otra vez mientras avanzamos a velocidades considerables. En mi ruta de regreso tuve que dar un rodeo porque sabía que ayer era el día del COÑO pelúo y peláo. En todos los cines holandeses, en todas sus salas, al mismo tiempo, se estrenaba la película esa de los cincuenta mierdotes grises en sesiones exclusivas para portadoras de coños, independientemente del mantenimiento que le hagan al susodicho. Lo pueden tener rasurado o con su melena pero mientras tengan uno pueden ir al cine y además se les permite pagar tres o cuatro euros más que normalmente para atender esa sesión exclusiva y sin machos. En los supermercados y desde cuarenta y ocho horas antes, estanterías de la sección de verduras sin zanahorias, pepinos y calabacines, verduras que al parecer mejoran la experiencia cinematográfica. Si yo fuera innovador, montaría una empresa para vender en Asia concentrado de coño rubio y cuando ponen esas películas pondría unos plásticos en la parte delantera de las salas para recoger los flujos que van llegando desde la última de las filas hasta la primera cuando todas esas pavas se desbaratan y se desarretan todas en el momento en el que el pollaboba ese suelta alguna parida o se quita la camisa y enseña los pezoncillos. Entre mis propósitos del año 2017 puse el evitar esta película como la peste y equipararla a las obras dirigidas por el Peter Jackson basadas en libros del comemielda del Tolkien, esas sagas interminables en las que un grupo de mariconas, no necesariamente viejas, camina sin rumbo fijo mientras jinameños y orcos de Vecindario se les cruzan en el camino y siempre acaban a hostias pero sin confesión previa. Mi Ángel de la Guarda igual hasta me hizo caso y ha petado el cine con película que quiero ver y creo que esta semana batiré un viejo récord. Si no muero en el intento, creo que iré a ver ONCE películas al cine y ninguna de ellas será esa en la que sale la acarajotada esa que dice que es actriz pero más bien parece mongólica y en el trailer el chamo que le pega jalás la invita a cenar y ella acepta porque tiene hambre. Cada vez que veo el trailer y escucho los diálogos de esa escena dantesca se me pone el vello de punta y me dan ganas de huir y no parar de correr hasta llegar a otro universo en el que cosas así no existan.


9 respuestas a “Italiano, bicicletas y concentración de potorros en el cine”

  1. Le podrían llamar «Día del hachazo»…
    Pues te pudiste haber quedado sin profe…
    Es que eso del acento es muy jodido de quitar, sobre todo apprendiendo un idioma de adulto, pero tu tienes la ventaja de dulcificar las «c» y las «Z» con tu acento canario, eso es una ventaja para el ingles importante…
    Salud

  2. 1.- No he visto ni la primera peli, ni he leído el libro ese, y no me apetece nada ninguna de las dos cosas.
    2.- Aunque las cataratas suelen darse en gente de más edad, se pueden dar hasta en recién nacidos (congénitas), pero es una cirugía relativamente sencilla y con anestesia tópica. 20 min y a casita.
    3.- La conversación con el profe de italiano mientras pedaleabais, tengo curiosidad ¿en que idioma era?
    4.- La peli esa ya he dicho que no, pero lo del acento canarioooooo, aish que bien suena el jodío….

  3. No gano nada mintiendo, desde el primer momento no me «motivó» nada… normalmente cuando todas te dicen «léelo, léelo» no suele valer mucho, lo fui dejando pasar, y ahora estoy tan hartita del tema, tan aburrida, que ya casi es cabezonería. Y además, reconozco que me encantan las caras cuando estás en una conversación y, sabiendo que eres lectora y cinéfila, les sueltas «pues yo no …» jijijiji Me encanta ser el bicho raro.

  4. Yo también paso de peli y libro, para leer o ver mierdas machistas ya tengo la vida diaria. En cuanto al acento, fíjate yo con acento andaluz, que no me lo quito ni ganas que tengo.

  5. Si lo hubiera leido y visto lo hubiera dicho, pero es que ese tipo de relaciones tóxicas no me ponen nada.