Mi regreso al norte coincidió con un descenso de las temperaturas, lluvias, nevadas y hielo, como que un escenario terrorífico y espeluznante, además de estremecedor. Por suerte dejé apalabrado con mi vecino que me encendiera la calefacción y el día que llegué mi casa ya estaba calentita, y como esa noche la temperatura bajaría del lado positivo del termómetro, aproveché para entrar en mi keli los limoneros y que se refugiarán en el interior, aunque uno de ellos se lo toma muy mal y he optado por dejarlo afuera sufriendo, los otros dos, que no son limoneros, sino una especie de injertos que producen una mezcla de naranja y limón, esos sí que se fueron tan a gustito para dentro.
El lunes, en mi retonno a la chamba, teníamos amenaza de nevadas, de hielo y de todo lo demás, incluyendo el terrorífico hielo negro, que es truscolán y podemita y no te perdona una. Salí con cinco minutos adicionales de mi keli para ir en bici a la estación porque no sabía si la sal sería suficiente, que lo fue y además, aún no había nevado. En Bolduque, no parece que pongan el mismo empeño que en Utrecht con lo de la sal en las calles y el viaje a la oficina fue más cuidadoso. Al mediodía comenzó a nevar, aunque no cuajaba. Al volver a la estación, fui aún más cuidadoso.
Esa noche volvió a helar y el martes sí que teníamos hielo negro, hielo blanco y hasta nieve, aunque mi ruta a la estación desde mi keli fue sin problemas. Una vez en Bolduque, mi ruta a la chamba es la más óptima y voy por una zona poco transitada y que no está considerada como ruta de bicis, que son en las que echan sal junto con las rutas principales de coches, que si alguien cree que ponen sal en todos lados, no es así. Llegué a la oficina pedaleando cinco minutos más y por la tarde, al regresar a la estación, opté por ir por esa misma ruta. Fue una pesadilla. Estábamos bajo cero, el hielo comenzaba a surgir por todos lados y en un tramo era como una pista de hielo y te tenías que bajar de la bici y caminar junto con la misma intentando no hostiarte. Además, tienes que incrementar el radio de los giros para que las ruedas no te resbalen e intentar frenar lo menos posible. A mi alrededor, se caía gente por todos lados.
Ya en Utrecht, salí a correr y también tuve que hacerlo en mi circuito para nieve y hielo del color que sea, que es la ruta que conecta la ciudad de Utrecht con la ciudad de Houten para las bicis y en la que ponen sal a destajo. Al regresar a mi keli, entrando por la puerta delantera, caminaba con un cuidado extremo porque había hielo por todos lados, que en esa calle no ponen sal y escucho una bicicleta viniendo por la calle, llegó a la curva y se hostió, pero con tremenda hostia, en un sitio totalmente rodeado de hielo y en el que era imposible ayudar, sobre todo con las playeras de correr, que esas tienen unas suelas prácticamente planas. Alguien intentó acercarse al que se cayó pero este finalmente se tuvo que levantar y arrastrarse con su bici. En los siguientes días, escuchaba las hostias en la calle, lo cual me hace preguntarme por el nivel de entendimiento de algunos de los que viven por mi keli, que si saben que está helado y que hay rutas alternativas y seguras para las bicis, no entiendo por qué arriesgan sus vidas y se escoñan cuando por quizás dos o tres minutos más, salen por la parte de atrás de sus kelis y enganchan con las rutas de bicis, perfectamente limpias de hielo y de nieve.
Mi primera semana desde que salí de los veinticuatro grados que había en el aeropuerto de Gran Canaria cuando despegó el avión fue de pesadilla invernal.