Mis amigos se han puesto de acuerdo para irse todos de vacaciones al final de esta semana y como el cariño da un montón de asco, me han petado la semana con invitaciones alcohólicas y de encochinamiento a las que no me puedo negar. Esto ha coincidido con cuatro días de rescándalo, sol a punta pala y calor hasta hoy, que ya no es calor, es sofoco brutal por encima de los treinta grados. Ayer, en esta serie de eventos temáticos en los que la principal atracción parece ser el Elegido, The Chosen One, De Uitverkorene o il Prescelto, quedé con el Rubio y su Primera Esposa. Mi amigo me tiene castigado con lo de correr y para poder tener unos días entre sesiones, el martes se ha vuelto una cita fija con el deporte que tanto odio. Salí del trabajo a las cuatro, volé a mi casa, llegué sudado como compresa de coja y tras cambiarme y esperar unos minutos para que el spray del asma me abra las chacras pulmonares, salí a correr por una zona con mucho árbol y sombra, aunque a medio camino opté por tirar de descampado ya que prefiero el calor agobiante a seguir masticando mosquitos. Me extrañó que no sudaba demasiado o al menos no mojaba la camiseta pero fue entrar en mi casa y mandar el pantallazo que demuestra que he hecho el ejercicio y me mojé más que el potorro de una fans del bieber en un playback del colega. Me duché y regresé al centro de la ciudad en bicicleta y allí me encontré con la Primera Esposa. Tras caminar un poco, elegimos el Winkel van Sinkel para tomarnos unas cervezas antes de ir a cenar
En la foto se puede ver el lugar en el que estábamos y que casualmente mencionaba ayer en el blog, con lo que todo pasa a formar parte de la misma historia, que es la mía. Ayer veíamos La bicicleta símbolo del paso del tour de Francia por Utrecht y hoy lo que tenemos frente a nosotros es el precioso Stadhuis, el viejo ayuntamiento, se puede ver frente al mismo y desapareciendo el Oudegracht, el legendario canal que serpentea por el centro de Utrecht y ese falso puente que se convierte en una plaza y que es el Stadhuisbrug. Al fondo, el Dom, el soberbio campanario y más o menos por la zona en la que se ve a un julay con camisa celeste, por ahí es por donde hice la foto de ayer hace algo más de un año. A nuestros pies, en las terrazas que están al nivel del agua en el Oudegracht, una muchedumbre. Esa es una diferencia brutal entre los canales de Amsterdam y Utrecht. En la primera, nunca puedes bajar al nivel del agua, los ves desde arriba mientras que en Utrecht te puedes sentar a centímetros del agua y verla correr a tu lado. El agua que pasa por Utrecht es del río Rin, famosete por tener nombre de politono de móvil. Desde allí seguimos para el restaurante que elegimos para cenar y nos encochinamos a conciencia. Milagrosamente, conseguí ir al cine a la última sesión para así hacer uso del aire acondicionado gratis que tienen y hacer algo de tiempo para que la temperatura dentro de mi casa descendiera hasta niveles aceptables.
Veremos si sobrevivo al día de hoy.