El diseño de la ciudad de Pompeya era con calles perpendiculares y por eso me llamó la atención la unión de la Via Consolare y el Vicolo di Modesto. Creo recordar que eso que se puede ver al frente era como una especie de recipiente para poner agua que me parece que bebían los caballos y los truscolanes. De nuevo se puede flipar con las calles con sus aceras y con el empedrado romano que ha durado miles de años. Hoy en día la misma tarde del día que recoges las llaves de la keli que te construyó el PoZero tienes que comenzar a reparar cosas.
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Hilando historias
Cuando ayer hablaba en El frío con sol no duele de mi caminata desde Woerden a la casa del Rubio no puse ninguna foto pero en ese paseíllo capturé un instante mágico, único e irrepetible que como siempre, solo está disponible en el mejor blog sin premios en castellano por culpa de mi conocida alergia al copiar+pegar que practican los grandes gurús de la Bobosfera. La foto la hice al atardecer, con el sol ya muy bajo en el horizonte y en ella tenemos un canal, una cantidad increíble de patos, esos que ya no emigran porque no les hace falta pegarse el palizón para ir al sur si no hay invierno y por aquí tienen comida a destajo y también se pueden ver los enormes prados holandeses sobre los que pastan las vacas durante al menos seis meses, al menos aquellas cuyos dueños quieren vender la leche con la denominación weidemelk.
Y para rizar el rizo y enlazarlo todo, en Probando y fallando una y otra vez hablaba de alguna de las cosillas que preparé para llevar tanto a Estambul el fin de semana como a la casa del Rubio el día que los visité. Hice algunas fotillos nuevas sobre todo porque he montado un sistema nuevo con una bombilla que genera la terrorífica cantidad de 1800 lumens y consume veintidós watts y que algún día mostraré. Me fascina porque conozco exactamente la temperatura de la luz y eso me permite conseguir los colores más auténticos y jugar con la cámara de formas que no había probado. Bajando al nivel del Brownie conseguí una composición que pide a gritos que me la coma. El chocolate que estoy usando tiene un ochenta y cinco por ciento de cacao y el sabor de los Brownie es épico.
Intenté lo mismo con las Galletas de chocolate pero resultó que estas no son tan fotogénicas, aunque de sabor están perfectas.
Y para acabar, cambiamos de día con un proyecto que había pensado para la cena del lunes y que finalmente no pude realizar hasta ayer. Había tropezado con una receta para hacer trocitos de pechuga de pollo empanados que en la original llamaban chicken popcorn y que yo alegremente traduzco como palomitas de pollo, por no decirles cotufas de pollo, pollotufas, pollomitas o alguna combinación parecida. La receta era sencilla y todo el mundo dejaba comentarios alabando el resultado. Así, ayer llegué a mi casa, encendí mi nano-micro freidora de medio litro de aceite, una maravilla del pleistocénico que creo que ya no se hacen con tan poca capacidad de aceite y que te permite preparar comida para un solo julay, seguí los pasos y fui friendo en pequeños grupos los trocitos de pollo mientras hervía unas papas cortadas para freír para posteriormente freírlas y tener una cena que seguramente no es saludable pero que estaba deliciosa. Lo conseguí. No solo este pollo empanado se ve épico, de sabor es legendario. Hice una cantidad suficiente para dos personas co la idea de congelar una porción pero me entró un frenesí tragón que no veas y me las jinqué todas de un tirón, provocando un tsunami posterior que culminó por la mañana con el JIÑOTE. Me fui a clases de italiano con un tripote que no veas.
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Dentro de la Casa del poeta tragico
Entre las cosas que te cuentan y no te crees y que revientan tus conceptos trascendentales del universo y del más allá y el más pa’cá, tenemos en Pompeya la Casa del Poeta Tragico de la que hoy vemos el interior. Con ese nombre ya uno se barrunta que el colega era la alegría de la huerta pero el flipe máximo está en la calle, en la acera, en donde había un mosaico que decía CAVE CANEM o OOOOOOJITO CON EL PERRO y que además tenía un perro en el mismo por si eres truscolán de mierda y no sabías leer latín, lengua superior a la bazofia que se inventó esa gentuza inferior. La casa es pequeña para el tamaño de otras en la ciudad y el nombre se lo dio uno de los mosaicos que se descubrieron en la misma. El interior de la casa ha sido restaurado para que podamos ver la gran calidad de vida que tenían los pompeyanos en aquella época. Los mosaicos en el suelo eran preciosos.
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El frío con sol no duele
Ayer después de salir del trabajo me fui a casa de mi amigo el Rubio. Iba bastante temprano y aprovechando que teníamos un día de rescándalo elegí ir andando a su casa desde la estación de Woerden, paseíllo que toma una media hora. Mi conexión ferroviaria fue perfecta y al llegar al destino, salí a la calle y escuchando un audiolibro comencé la ruta. Estábamos a algo más de un grado sobre cero, con un cielo azul intenso sin nube alguna y un aire limpio fabuloso. Este debe ser el último coletazo de invierno, dos o tres días con temperaturas bajas y sin el monzón que hemos padecido. Mi ruta me llevó a la vera del Oude Rijn que nos recuerda que en los Países Bajos, prácticamente cualquier hilo de agua depende en alguna medida del río Rín ya que este es el lugar en el que desemboca y lo queramos o no, el país se conformó en el delta del río. La visita fue fabulosa, la cena fantástica y como siempre, yo suministré una gran parte de la comida y definitivamente toda la parte dulce y tras la cena, nos jincamos unos barraquitos, que todos sabéis lo que son así que no lo explicaré. Por la noche, cuando mi amigo el Rubio me llevaba a la estación de tren, en la calle la temperatura era de tres grados bajo cero. El Rubio debía estar en sus días porque decidió que hacía demasiado frío para que el Elegido, The Chosen One, De uitverkorene, il prescelto pedaleara a su casa y me alcanzó en el coche. Ya le he dicho que ese error garrafal lo pagará en el futuro ya que en multitud de ocasiones he estado por allí con temperaturas más bajas y en lo que a mi respecta, yo no tengo problema alguno para pedalear siempre y cuando la temperatura exterior no descienda más allá de los quince grados bajo cero, nivel en el que comienza a ser un pelín molesta.
Al llegar a mi casa le pedí por favor a Cortana que me recordara por la mañana que iba en guagua a la estación ya que mi bicicleta está allí. En el camino, ruta que habitualmente hago en bicicleta, viví por primera vez el cambio en los horarios del transporte público en la ruta que pasa por mi casa. Hasta enero, las guaguas pasan durante una gran parte del día cada diez minutos o sea, seis por hora, una frecuencia que a mí me parece como de primerísimo mundo si lo comparamos con las nueve guaguas que van a la Garita durante todo el día desde la ciudad de las Palmas. Al parecer se puede mejorar y desde el uno de febrero, la frecuencia de paso es cada SIETE minutos. Flipé en colores porque pensaba que era una broma de la empresa de transporte público pero era cierto. Como no pedaleaba, aproveché para comprobar la temperatura en el exterior y dejar constancia en el mejor blog sin premios en castellano:
Esta era la temperatura, cinco grados bajo cero, que indicaba el programa que te da el tiempo en un teléfono mágico y maravilloso de güindous. La sensación era la misma que la temperatura real, prácticamente no había viento y la humedad era escandalosa. Se me ocurrió comparar programas meteorológicos y miré en el Weerplaza, uno que me gusta mucho porque también me enseña el mapa creado con rádar y puedo ver la lluvia sobre mi sacrosanta persona con una precisión pasmosa:
Ambos deben tener diferentes fuentes de información porque estos indicaban solo cuatro coma siete grados bajo cero, una temperatura poco menos que veraniega, decían que la humedad era mayor pero también tenían un pelín más de viento. Lo interesante de este programa y por lo que me gusta es por el toque positivo ya que nos recuerda que HOY tendremos veintisiete minutos más de luz que hace una semana, casi media hora de mi vida ya no estará en la oscuridad y el fin del invierno está a las puertas, con unos días que ya han superado las diez horas de luz.
Al llegar a la estación, cogí dos periódicos gratuitos, busqué mi tren y seguí la ruta hacia Hilversum sin más problemas. Una vez en la ciudad que me adoptó cuando llegué a Holanda, fui en bicicleta hasta la oficina y aunque a mi amigo el Rubio le pueda parecer increíble, los cinco grados bajo cero no supusieron ningún problema para ejecutar la maniobra.