Otra de las actividades profusamente documentadas en Pompeya es la de los puticlubs, siendo la casa de putas más famosa y más grande la de la foto de hoy, que además está muy cerca del Foro, en el mismísimo corazón de la ciudad. Este lupanar tenía diez estancias para chingar, todas con una cama de ladrillo sobre la que se ponía el colchón, con lo que no hay manera de escoñar la cama. En las paredes del lupanar habían pinturas eróticas y graffittis que han llegado hasta nuestros días, como ese que dice Hic ego puellas multas futui, que mi profesor de latín, Cafalé, traduciría como aquí empalé a muchas chicas aunque yo prefiero la traducción más tradicional de truscoluña ni en un puticlub es nación. Este edificio también explica algo que se da en Gran Canaria y que nos distingue como intelectuales del máximo nivel, ya que allí a las hembras jóvenes pelanduscas de Vecindario y alrededores se les denomina lobas. En latín, una lupa o loba era un putón verbenero, probablemente hasta se recubrían de lycras como las de Gran Canaria. Fijaros también en las aceras en la calle y en las piedras de la calzada que son super-hiper-mega originales. Los pedrolos grandes en la calzada dejaban pasar las ruedas de las carretas pero como algún truscolán se quisiese pasar de original y no adaptarse a las medidas estándar, las iba a pasar requeteputas. Y después me dicen a mí que el turismo cultural es aburridísimo.
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Restaurantes en Pompeya
Una de las cosas que te rompen los moldes cuando visitas Pompeya es el descubrir que hace dos mil años ya había locales para comprar comida, una especie de restaurantes. Yo tenía ese mundo idealizado y pensaba que todos comen en casita pero resulta que no, que si te apetecía tenías un montón de sitios en la ciudad en los que preparaban comida, la cual estaba en unas especie de ánforas de las que se pueden ver los huecos en el mostrador. Por supuesto, el menú era fijo pero aún así, algo alucinante. Había varios locales y dado que no quiero que la serie sea infinita, me quedo con esta foto en donde también se puede ver una bonita pintura en la pared.
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Tiempo para gandulear y probar cosillas
Sucede muy de cuando en cuando y para mí son la excepción. Este fin de semana me lo pude dedicar a mí mismo y mis intríngulis. Logré lo increíble, dos días completos sin hablar con nadie ni preocuparme por la vida o milagros de otros. Solo yo. Mi ego se lo merecía que me paso el día por ahí haciendo galas y al final no me queda tiempo para rascarme la barriga, sacar la morralla que se ha ido macerando del ombligo o simplemente tirarme a ver una serie y quedarme dormido sin que me importe un pito. El sábado gasté parte de la mañana en el cine en Amsterdam, recorriendo sus calles a primera hora, antes de que suelten a los turistas de sus jaulas. Después, al llegar a mi casa, continué con el plan que parece no acabar nunca de vaciar el congelador. No se pero por más que como nunca parece ser suficiente y siempre queda algo más. Llevo ya cinco semanas y aún veo una cantidad apreciable de bolsas con comida. El domingo además de no hacer absolutamente nada tenía una pequeña competición con un colega del trabajo. Ambos íbamos a preparar Chiacchiere y el lunes compararíamos el resultado. Él optó por la receta clásica con la grappa italiana y yo la sustituí por Ron miel de Gran Canaria. Ambos coincidimos en que es un postre raro, mayormente seco pero a la gente de la oficina le pareció fabuloso y las veinte que llevé volaron en menos de tres minutos. Tan espectacular como el resultado fue mi recipiente al vacío, un cacharro al que le conecto un tubito desde mi CASO VC100 y el cacharro absorbe el aire del interior dejándolos tan frescos como dos o tres instantes antes de prepararlos. Todo el mundo alucinó cuando el recipiente recuperó la presión y lo pude abrir.
Esta semana estoy buscando alguna receta interesante para hacer filetes de atún, que llevo con antojo desde tiempos inmemoriales. Miraré en los libros del Jamie para ver si tiene algo interesante. También hay un colega de la oficina que me ha pedido la receta de las tortitas de carnaval de Gran Canaria, reconocidas mundialmente como las mejores y si mi madre me la pasa, igual las hago también un día, aunque son terrible porque no puedes parar de comerlas con lo que tendré que calcular muy bien las cantidades o voy a acabar como un boliche, sobre todo ahora que me he recuperado del más de kilo y medio que gané en el fin de semana en Málaga y que he estado jiñando a base de bien durante toda la semana. En fin, que es verdad que el universo se mueve alrededor de la comida, sobre todo de la comida riquísima. Al menos eso sucede en mi universo.
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Pinturas en la pared de una casa en Pompeya
Una cosa que es increíble de Pompeya es lo de las pinturas en las kelis de los pompeyanos. Esas pinturas tienen en el mejor de los casos, contando que el pintor hubiese acabado el trabajo ese año, mil novecientos treinta y siete años o sea, más o menos la edad de Marujita Díaz y siguen igual de fantásticas. Esto no lo hace el PoZero ni de coña, sus casa con suerte llegan al año y medio antes de que todo se desmorone. Impone un montón de respeto el entrar en esas estancias y ver las paredes pintadas con tanto detalle. En la audioguía que te daban te lo contaban todo pero claro, como yo soy un cacho de carne con ojos ya se me olvidó así que nos quedamos con la imagen.