Como sucede todos los días, aquí casi nadie le da la importancia que tiene al hecho increíble y asombroso de tener cada día una o dos anotaciones originales y con un contenido fabuloso, increíble y asombroso. Por ejemplo, en abril del año 2005 mientras otro se dejaban las yemas de los dedos pulsando las teclas de copiar+pegar y se autodeclaraban blogueros, yo me salía por la tangente y narraba en Omán sexta parte – Sur y de vuelta a Moscate mi alucinante viaje a Omán, conocida tierra en la que se incuban candidatos a terroristas-musulmanes que después nos querrán hacer pupita de la mala. En la factoría de gas a la que fui a trabajar me costó un montón pero finalmente conseguí hacerle una foto a la recepcionista emburkada sin taparse la cara y de negro riguroso. Esa foto estaba en el relato del viaje y hoy consigue su propia anotación ya que tras más de una década, hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Battistero di San Giovanni in Fonte
La catedral de Nápoles tiene el diseño más raro del universo conocido y por conocer ya que en escondida en su interior y perpendicular a la nave principal hay otra basílica adosada, la Basilica di Santa Restituta que allí la consideran como una capilla o algo así. Dentro de esta está el Battistero di San Giovanni in Fonte. La poceta vacía que se ve en la foto se dice que la mandó a construir el emperador Costantino y es sin lugar a todas las dudas la pila bautismal más antigua en Europa. En otra foto veremos el bonito mosaico de la cúpula que hay sobre la misma. Esta parte de la catedral era originariamente un edificio separado pero en algún momento de los siglos y siglos y siglos que tiene el edificio lo acoplaron al otro. Cuando la visité había que pagar para ver el baptisterio.
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Solo un pizco de invierno y algo más
Este año parece que el invierno duró desde el sábado de la semana pasada hasta esta mañana. Entre esos días, temperaturas bajo cero durante la noche y escasamente sobre cero durante el día, aire seco, sol, la poca luz tradicional y la sensación que por fin aquello que todos esperábamos había llegado. Todo eso acabó esta mañana cuando al salir de mi casa a las siete la temperatura era de un grado. El poco hielo que había derritiéndose, el aire húmedo y volvió el puto otoño que este año estamos teniendo por partida doble. Lo del cambio climático nos ha pillado con unos veranos muy buenos pero con unos inviernos terribles, que no molan nada. A este ritmo me parece que jamás volveré a patinar sobre hielo.
El lunes, con seis grados bajo cero, salí de mi casa con el tradicional polo de manga corta y mi chaqueta de invierno-otoño-primavera, unos guantes y un gorro para la cabeza. Tengo una bufanda bastante fina que no uso para que me abrigue sino para cubrirme la boca y la nariz y así mantener caliente el aire que respiro ya que eso sí que me afecta un montón. Llegué a la estación sin problemas, pillé el tren sin problemas y al bajarme en Hilversum no pude abrir el candado de La Zarrapastrosa porque tenía agua en su interior y se congeló, impidiéndome poder meter la llave. Me fui andando a la oficina y al mediodía, cuando hicimos la ruta de una hora de caminata habitual, convencí al Moreno para pasar por allí y como en ese instante había unos tres grados, conseguí abrir el candado y nos llevamos la bici de vuelta al trabajo. Después lo subí a mi despacho y me pasé la tarde soplando en el mismo para mayor jolgorio de mis colegas que flipaban con la cantidad de agua que salió de un mecanismo tan pequeño. A mi no me extraña si tenemos en cuenta que en ocasiones queda en una posición en la que el agua de lluvia puede entrar en el mismo y sin ir más lejos, la semana pasada no llovió, nos tiraban directamente balde tras balde de agua a la cara. Ese fue el único incidente que tuve en todos estos días con el frío. Aunque he llevado en la mochila los pinchos para poner en las suelas de los zapatos, no me hicieron falta y ya hoy los he devuelto al cajón en el que pasarán seguramente los próximos doce meses.
Durante el fin de semana pasado hice lo impensable. Entre en mi casa el viernes por la noche después de regresar del cine sobre la medianoche y no volví a salir hasta el lunes por la mañana. Todo un fin de semana sin dar un palo al agua, sin cocinar porque quiero vaciar el congelador y estoy malviviendo de las delicias que hay en el mismo y tirado en el sofá viendo episodios de mis series favoritas y de cuando en cuando, procesando fotos. Para mí eso es algo único y especial y una cosa que sucede tan raramente que me llama la atención. Este fin de semana o más bien esta semana la tengo petada hasta arriba y desde hoy al domingo no tendré tiempo de nada, la semana que viene iré a Málaga, el siguiente creo que lo pasaré en casa del Rubio y el siguiente seguro que alguien lo reclamará porque uno más tarde estaré en Estambul y tras ese salto creo que pasaré por Munich y Gran Canaria.
Y entre medias, tendré que buscar un hueco en algún lado para escribir el relato del viaje a Edimburgo, del cual tengo una burrada de contenido increíble, alucinante, original e único que está clamando para que la ponga en el blog.
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Muralla de Ávila en el Club de las 500
De mi paso fugaz por la ciudad de Ávila solo recuerdo la visita a la muralla y la catedral que estaba más bien en obras. También recuerdo que por la ciudad había un montón de locales de bailoteo latinos escondidos en sótanos. Creo que ya han vuelto a aparecer algunas fotos del lugar y hoy tenemos una preciosa vista echa desde la mismísima muralla con una foto que hice en abril del año 2007 que vimos por primera vez en la anotación Muralla de Ávila y a la que hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.