Aparte de Lo que perdimos, me fascina también como ha cambiado la sociedad y como ha evolucionado, sobre todo alrededor de los jóvenes y de su entrada en el mundo de los adultos. Igual que nosotros teníamos un despegue muy diferente al de nuestros padres, que a su vez venían de uno distinto al de los suyos, con las generaciones posteriores ha vuelto a suceder y ahora los estamos viendo tomar vuelo y muchas veces asusta. La informática, que cuando yo crecí era algo mágico y que te rozaba sólo si estabas interesado, ya bien entrada la adolescencia, forma ahora parte de la vida cotidiana. En mi época comenzaban a aparecer las aulas de informática en las que había mastodónticos equipos muy básicos y que básicamente no hacían nada útil. Más tarde llegó Internet, que en aquella época eran sitios para eFeTéPé y cosas así y todo comenzó a cambiar a marchas forzadas. Nosotros, aprendíamos sobre sexualidad en base a lo que te contaban, a las escasas revistas pornográficas que pasaban por tus manos y en mi caso, a Ginger’s Sex Asylum, película que aunque cueste creerlo, tiene un 7,8 en IMDb. No se como llegó a nuestras manos pero cuando lo hizo, tuvimos que movilizar un vídeo VHS y llevarlo a la casa del argentino, juntar ambos aparatos con un cable gordo y monstruosamente aparatoso que tenía unos extremos horripilantes y que llamábamos Euroconnector y después copiar el original para tener la copia sagrada de aquel clásico. Su madre nos pilló en la tarea, porque claro, no solo la copiamos sino que la vimos mientras se copiaba, un grupo de unas diez personas, con hembras y machos presentes y cuando la madre de aquel bicho malo se le ocurrió pasar por el cuarto de la tele, nos pilló con todos los cojines tapando braguetas, risas y risotes y actividades peculiares en la pantalla. Después comenzaron las rotaciones y cada semana, igual que hay virgencitas que la gente se pasa de casa en casa, nosotros teníamos nuestra rotación de Ginger’s Sex Asylum que además es una película con una trama bellísima y a la que fácilmente, le doy la siguiente puntuación:
Ahora, Internet es pornografía y el porno es Internet. Está en todos lados y por si no hubiera bastante, todo el mundo camina con un dispositivo que no necesariamente es mágico ni maravilloso pero que tiene una o varias cámaras y pueden hasta hacer sus propias fotos porno y sus propias películas guarrindongas.
Por esta razón, en nuestra época nos mamábamos las clases de religión, éramos inocentes y puros y ni siquiera nos parecía raro que en las susodichas clases en el colegio, la monja Ana María, bicho malo o malísimo, torturaba psicológicamente y maltrataba físicamente a los dos gemelos testigos de Jehová en la clase y los tenía a raya escribiendo sin parar en la hora de religión, que para ellos era la hora de ética, aunque más bien parecía la hora de caligrafía y la monja nos recordaba a todos bien alto que aquellos dos iban con billete de primera al infierno y allí iban a arder hasta el fin de los tiempos. Con ella no aprendíamos de sexo pero si de amor, que es una cosa linda y bella que por más que escuchábamos, no parecía tener contacto físico y del que de alguna manera venían los niños, aunque en ocho años de religión no me llegó a quedar claro el concepto porque nunca lo terminó de definir. En los dos últimos años con ella tuvimos en la clase al moro Rachí y los testigos de Jehová consiguieron no estar en el último escalón de la escalera punitiva, ya que con el moro, era odio profundo y sincero que ella practicaba sin vergüenza alguna y con un desparpajo que no se consigue fácilmente. Obviamente, en aquella sociedad en la que un profesor te podía arrear una HOSTIA sin que a nadie le preocupara, tampoco le afectaba a esa santa mujer que al marroquí de la clase lo llamaran el MORO. Nada que ver con esta sociedad encorsetada con lo políticamente correcto que hay ahora y en la que no se puede decir moro y hay que definirlo como joputa-terrorista-musulmán-de-mielda, que es el término científico actualmente válido.
Hoy en día y en base a las grandes estrellas del cine porno que van hasta a los programas de la tele esos en el que un montón de seres infrahumanos se pasan unas semanas gritándose en algún lugar exótico y en Telajinco llenan horas y horas de telelevisión basura, lo de hacer el amor es una actividad física en varias fases, cuyo orden se puede alterar sin que el producto resultante resulte afectado y que incluye al menos:
- Culear a la pelleja o sea, darle por culo ya que el agujero de atrás mola más que el de delante. Esa actividad se puede complementar con tortas en las nalgas de todo tipo y frecuentes referencias al oficio que parece que tienen todas y que es el de puta, con sinónimos como perra o pelleja para darle algo de variedad a la conversación.
- Comerle el almejote ya que hacer el amor es también una actividad culinaria y muy nutritiva y en algún momento de la faena, pones a la pelleja, perra o como la quieras llamar en posición y te jartas a comer.
- Lefarle el careto. En la antiguedad, el concepto de hacer el amor era una actividad religiosa, realizada siempre en la conocida como posición del misionero y que terminaba cuando el macho chingaba a la hembra en sus interiores. Gracias a las nuevas tecnologías y a la difusión de la misma, ahora es mucho más avanzado y cuando el macho intuye que va a poner el punto y final, saca el cipote del culo de la hembra, la pone de rodillas mirando a su miembro, igual le da un par de bofetones amorosos o la fuerza a abrir la boca y mirarlo mientras le lefa todo el careto, algo que está más que demostrado que es buenísimo para el cutis. Los más libertinos lo hacen con amigos y a esa actividad social se la conoce como Bukake, un evento social que crea lazos de amistad muy fuertes y rotundamente verdaderos. Tanto si se trata de uno solo o de un Bukkake, esta es la parte de la actividad culinaria para la hembra, ya que sería injusto que el macho tenga su aperitivo y ella no.
Así, a nadie le puede extrañar que los jóvenes nos vean como puritanos neardentales. Desde su infancia tienen en las manos el portal que les abre todos y cada uno de los secretos y la única distancia que los separa del conocimiento más crudo es UNA búsqueda en el GooglEVIL, ese lugar terrorífico en el que está todo, todo, todo.