Ya va siendo hora de dejar el Duomo di Siena y campear por la ciudad. En esta última imagen tomada desde el Facciatone podemos ver la Piazza del Campo y una parte de la ciudad, ya que la catedral está más o menos en el medio y todo lo que está a mi espalda no aparece, algo que solucionaré cuando veamos alguna vista general hecha desde la torre que aparece en la foto.
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El Duomo di Siena desde Il Facciatone
Desde Il Facciatone hay una bonita vista del Duomo di Siena. El acceso al Facciatone forma parte de la entrada completa y se limita la cantidad de gente que está allá arriba a la vez y el tiempo que pueden estar. Es bastante estrecho y la escalera de subida a la parte más alta no creo que pase ningún control de seguridad en países más rigurosos. Si por ejemplo tu mejor amiga la bosta desbaratada se emperra en subir, como alla alguien bajando, será imposible. Una de las cosas que impresionan en esta foto es pensar que si hubiesen acabado la ampliación, la catedral llegaría hasta este punto y todo el espacio vacío que vemos entre nosotros y la catedral sería una enorme nave.
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Il Facciatone
Cuando la ciudad de Siena estaba en su apogeo y la catedral lucía fabulosa, allá por el 1339, decidieron que la querían ampliar masivamente, con una nueva nave y laterales perpendiculares a los actuales. Comenzaron la construcción pero la peste negra de 1348 la paró y el declive de la ciudad hizo el resto. El trabajo nunca se volvió a continuar y de aquello queda el horrendo Facciatone, al que se puede subir tanto a la parte más alta como a la que está encima del primer arco y desde donde se hacen unas fotos fabulosas. Lo que debía ser la nueva nave de la catedral es ahora un aparcamiento y a la izquierda está el museo. Esta parte inconclusa de la catedral se conoce como il Duomo Nuovo.
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Celis White
La historia de la foto de hoy comenzó la semana pasada en el Café Olivier, en Utrecht. Estaba allí poniéndome tibio con cervezas con mi amigo el Rubio y mientras que él siguió un camino, yo elegí el de las de trigo y fui probando todas las que tenían en el menú. Cada vez que me traían la cerveza, le hacía una foto y el Rubio decidió que su iPhone 6 es una máquina mágica y maravillosa y le hizo la foto que adorna esta anotación a mi cerveza y después me la mandó por correo, para recordarme que tengo un teléfono de pobre que solo me costó cien leuros. La cámara del teléfono será todo lo maravillosa que uno quiera, pero le metió un ISO 1000 que hace que los píxeles parezcan ladillas de grandes. Volviendo a la cerveza, lo primero que nos llama la atención es que el nombre está en inglés, pese a ser una cerveza belga. Se trata de la Celis White y tiene una historia curiosa. La creó Pierre Celis, el genio que creó la Hoegaarden y que cuando modificaron la receta y dejó la compañía, se fue a las Américas y creó su propia marca por allí y volvió a hacer la cerveza original Hoegaarden solo que con el nombre de Celis White. Su creador ya murió, la cerveza se sigue vendiendo en Estados Unidos y una empresa belga licenció la marca para volver a introducir en Europa una de las mejores cervezas de trigo que se han hecho. Tiene un porcentaje de alcohol del cinco por ciento y un sabor con un toque a frutas, cilantro y en el que predomina el sabor a limón. Es refrescante, produce una buena cantidad de espuma y como todas las cervezas blancas, ayuda a matar la sed. Definitivamente, una a tener en cuenta y que si podéis, hay que probar.