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  • Homies

    31 de enero de 2015

    Entre los grandes logros que serán olvidados de nuestras vidas, todos acumulamos méritos y un servidor, por ejemplo, es el ciudadano de los Países Bajos que más criticas ha dejado en cierta página de consejos para viajeros o acercándonos un poquito más al mejor blog sin premios en castellano, tengo más críticas de cine de películas holandesas que ninguna otra bitácora en la lengua de Cervantes. Tras tanto drama y tanta historia con mal rollo, por fin ha llegado la primera comedia neerlandesa del año y por supuesto, he ido a verla. Se trata de Homies y jamás de los jamases se estrenará en España y de hacerlo, el título natural es por supuesto el de truscoluña no es nación.

    Cuatro julays están bien jodidos y mal pagados porque han de vender veintidós kilos de cocaína en una semana

    Cuatro amigos que viven juntos de repente se encuentran conque uno de ellos se comprometió con un mafioso a vender veintidós kilos de coca en dos semanas. Cuando se enteran solo queda una, ninguno es un delincuente profesional y las pasarán canutas para deshacerse de la merka y conseguir la guita.

    Esta es una comedia sencilla y directa con un tema simplemente increíble y que en ningún momento se molesta en tocar el mundo real. Todas las escenas son absurdas, aunque ese es también su punto fuerte y el que provoca las risas. Recuerda un poco a Bro’s Before Ho’s, aunque mucho mejor hecha y con un humor zocarrón y claramente de hombres y para hombres mucho más efectivo. Los cuatro protagonistas tocan diferentes palos de la fauna habitual y que todos reconocemos e incluso nos identificamos con alguno de ellos. Tenemos el pasota, el neurótico, el acarajotado que está encoñado y el psicópata. La química entre ellos funciona muy bien y tienen escenas épicas en las que te ríes hasta quedar doblado. No es el tipo de cine que aguanten muy bien las mujeres por las referencias y por las conversaciones, demasiado parecidas a las que tengo con mis amigos y que me hacen temer que alguien nos ha estado espiando, ya que las mismas estupideces las discutimos nosotros, prácticamente con las mismas frases cada dos por tres. De entre los cuatro, mi favorito es Manuel Broekman, actor holandés al que nunca he visto en una película dramática o de movidas chungas. Este hombre lo tiene claro, el va a trabajar solo si le garantizan que se lo pasa bien y tiene el don de la comedia. Muchas veces le basta echar una mirada para que te rías. La película funciona porque el guión es ligero, la historia se mueve rápido y en lugar de jugar con cuarenta tramas secundarias se limitan a contarnos lo que le sucede a los cuatro chavales y hay muy pocas incursiones fuera de ese terreno, lo cual se agradece.

    Este es un cine similar al de Santiago Segura aunque menos coral y más centrado. Si la doblaran y estrenaran en España, funcionaría perfectamente con todos los miembros del Clan de los Orcos, los cuales aullarían en los cines de puro placer y por eso mismo, sería totalmente ninguneada por los sub-intelectuales de GafaPasta.

  • Vendiendo cabezas de ajos en el mercado de Inthein

    30 de enero de 2015
    Vendiendo cabezas de ajos en el mercado de Inthein

    Vendiendo cabezas de ajos en el mercado de Inthein, originally uploaded by sulaco_rm.

    En uno de los chamizos que conformaban la parte cubierta del mercado en Inthein mi atención la captó una chama que vendía cabezas de ajo. Teniendo en cuenta que en nuestro mundo y yendo a un supermercado los precios son ridículos, puedes hacer un cálculo de los presupuestos de esa familia y seguramente estarán bien cerca del cero absoluto. En las montañas que rodean el lago Inle hay varias etnias que no son muy numerosas y que solo sobreviven por allí. Se nota por las diferentes formas de vestirse o de pintarse las caras. En esta foto, la persona que está de pie por el lado de la derecha es un chamo que usa la falda típica birmana para los hombres. Algún día asustaré a los visitantes de mi casa poniéndome la que me regalaron y que aún guardo.

  • Condicionales

    29 de enero de 2015

    Una de las cosas más fascinantes a la hora de aprender una lengua es el empeño que ponen en que domines al dedillo la gramática de la misma, la cual imagino que absorbemos y se nos enquista como tumor maligno en algún lugar de los interiores y por eso sabemos decir las cosas con cierta elegancia y si te falla esta última, gritas como lo hace la Princesa del pueblo o cualquier pollardón que trabaje en los programas de gritos de Telajinco. Lo digo porque teóricamente, durante diez años, entre los seis y los dieciséis, mientras me educaban para ser la grandiosa persona que soy hoy y me daban todo ese bagaje cultural que te sirve para meter baza en todas las conversaciones como si fueras un experto en todo, recibí un montón de clases sobre la lengua española y analicé oraciones a porrillo y sin embargo, hoy en día no me acuerdo de nada de eso o lo que recuerdo es muy mínimo: puedo determinar un objeto directo o uno indirecto pero si me pones dos oraciones con una subordinada a la otra, la verdad es que no tengo ni puta idea de lo que sucede entre ellas ni de las que están bien o mal.

    El rollo anterior es por culpa de las clases de italiano, ya que en el curso actual ya no aprendemos cosas nuevas, regresamos al pasado desde el futuro para fijarnos en brochazos de la gramática que pintamos en nuestro lienzo y que por supuesto hemos olvidado. Uno de esos fue el de las oraciones condicionales. Al atacar la gramática italiana la semana pasada el profesor hablaba de oraciones condicionales de tipo uno, dos y tres y yo entraba en este terreno pantanoso por primera vez, o eso creía, ya que cuando me molesté en mirar la gramática española resulta que tenemos las mismas, prácticamente con los mismos tiempos verbales y que se usan casi de la misma manera. Es decir, todo aquello que me enseñaron o se me olvidó, o lo asimilé, aunque yo tiro más por la primera rama porque ni hablando ni escribiendo creo sofisticadas y pomposas oraciones condicionales del tipo dos o el tres. Debe ser porque en mi ADN hay mucho de ameba porque a la hora de la verdad, yo soy más partidario de menos hipótesis y posibilidades y más de realidades palpables y evito las oraciones condicionales como la peste. Es decir, yo no me ve diciendo: si no lloviera hoy, iría al cine. Yo digo: VOY AL CINE porque en Holanda llueve SIEMPRE y como planees una actividad basándote en evitar la lluvia, puedes olvidarte de la misma. Hoy por ejemplo llovió cinco minutos antes de salir de mi casa en bicicleta y desde entonces hemos tenido al menos cuatro chaparrones, 1 de granizo y otra de agua-nieve. O sea, que cualquier condicional basada en el tiempo iría de cabeza a un estado de realización imposible y esta tarde, llueva, nieve o granice, iré al cine al salir de trabajar.

    Hace unos años me preocupaba perder el hilo de la lengua española y me compré la gramática oficial de la Real Academia y hasta la puse en la mesilla de noche para leer un poco antes de dormir pero coño, si normalmente yo tardo unos ciento sesenta y siete segundos en dormirme, con aquel trusco el tiempo se reducía a noventa y me despertaba instantáneamente cuando me caía el libro en la cara, así que desistí. Ya he asumido que mi español empeorará progresivamente por culpa de la contaminación que producen el italiano, el holandés y el inglés con sus propias reglas y excepciones que hacen que la maquinaria haga lo posible para ajustarse a la lengua que hablo en cada momento pero hay fugas continuas entre unas y otras. Tampoco ayuda que el español sea el idioma que menos hablo, aunque es el que más escribo. Mi inglés está totalmente atrofiado en el tema de las preposiciones, algo que el Rubio me restriega continuamente porque no atino una y cuando hablamos, nunca se sabe si estoy dentro del tren, sobre el mismo, bajo el tren, adherido a las paredes, flotando en su interior por culpa de la enorme variedad de maneras que hay en inglés y en holandés de usar el español EN, que indica perfectamente que vas en el tren, independientemente del lugar del mismo en el que quieras estar.

  • Vendiendo trampas para pescar en Inthein

    29 de enero de 2015
    Vendiendo trampas para pescar en Inthein

    Vendiendo trampas para pescar en Inthein, originally uploaded by sulaco_rm.

    En el mercado de Inthein lo primero que te llama la atención es que no es un lugar con un edificio dedicado a esto o con puestos de venta tradicionales y como los que tenemos en Europa. Allí, te apalancas en un trozo de suelo, te sientas en el mismo y comienzas a vender tus cosillas. En una parte del mercado sí que tenían como un barracón, en el que estaban las carnes y los pescados, aunque también vi gente en otros lugares vendiendo. En los próximos días veremos algunas de las fotos que hice allí, ya que ese mercado resultó fascinante. En uno de los puestos más cercanos al río vendían trampas para pescadores, aunque nunca me llegó a quedar claro si con estas pillan cangrejos o pescados, aunque por detrás también se pueden ver nasas pequeñas. En este mercado me crucé con la birmana más lapa de todo el viaje. Tenía un puesto de recuerdos y como hasta ese momento no había comprado nada, estuve curioseando en el mismo para comprar algo de morralla para regalar. Como la tipa era una intelectual que una vez aspiró a leer un libro, le expliqué claramente que yo no negocio, que me da un precio final y punto. Cuando me dijo lo que quería flipé en colores. Quería ocho dólares por algo que no podía valer más de uno siendo generoso. Le eché mi mejor mirada de odio profundo y me marché. La japuta me estuvo siguiendo durante una hora bajando el precio, pidiéndome que no matara de hambre a su familia y yo la ninguneé todo ese tiempo escuchando música. Su precio final cuando subía a mi barco unas horas más tarde, ya que fue al muelle para controlar mi partida (y seguramente la de otros que intentó estafar) era de tres dólares. Compré exáctamente lo mismo a precio fijo en una tienda dentro del aeropuerto por UN dólar. Seguramente mi amigo el Rubio habría logrado el precio de un dólar y definitivamente, mi amigo el Moreno habría pagado treinta céntimos de dólar y además la tipa nos hace pajillas a todos y le lefamos la cara. Lo peor que te puede pasar en el mundo conocido es negociar precios con el Moreno. Disfruta como un bellaco y es un cabrón del quince.

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