Ya lo he comentado en alguna de las fotos de la serie sobre Birmania. Igual que en algunos países hay servicio militar obligatorio, allí tienen el servicio budista obligatorio y todo el mundo ha de entregar un tiempo de su vida a esa secta dañina y rastrera como todas las demás. En la foto vemos dos niños que están pasando por la etapa obligatoria del budismo y que cruzan un puente que definitivamente no diseñó ni construyó Guarratraba y que sin diseño espectacular ni miles de millones, cumple la tarea encomendada. Los niños están cargando la comida que han rapiñado y que llevan al monasterio budista, ya que en esos antros de pecado mortal no se da un palo al agua y la comida la suministra mediante donaciones la gente que vive en los alrededores. Al fondo de la imagen se puede ver otro puente similar. Yo estaba por allí porque acudía a un mercado en una aldea en la montaña a la que se llegaba subiendo por este río. Esto sucedía sobre las siete de la mañana o cuatro horas antes de la hora Virtuditas.
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El yelmo
Aunque puede existir quien cree que lo cuento absolutamente todo, discrimino y filtro un montón y las cosillas que llegan hasta el lugar en el que Nada es lo que parece son un porcentaje pequeño. En esa pila de sucesos y eventos desconocidos tenemos las aventuras de un becario que enviaron desde el país del sol amarillo hasta Holanda por un año y que compartió el despacho conmigo. Si hubiese desatado mis dedos sobre el teclado, el hombre habría acabado con una categoría exclusiva dedicada a él ya que su paso por la tierra de los tulipanes y las vacas fue épico.
Hoy estaba mirando las fotos que tengo en un álbum en flickr llamado Auto Sync y que recibe todo lo que se sincroniza desde mi dispositivo mágico y maravilloso y salté a la más antigua y me encontré con el yelmo que decora esta foto. Un buen día el chamo que estaba por aquí de becario apareció con el trasto este y estaba emocionado hasta las lágrimas. Se pasó el día poniéndoselo y asombrando al populacho, aunque cuando nos quedamos muertos y se nos cayó la tensión al suelo fue cuando nos dijo que se había gastado doscientos leuros en ese trasto de metal inútil, que ni siquiera tiene pantalla táctil ni funciona con el androitotorota. Cuando regresó a su país, no lo pudo meter en la maleta porque era enorme y pesado y lo tuvo que mandar por mensajería y estoy seguro que le tuvieron que cortar un huevo para pagar la factura.
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Mal gusto en el Club de las 500
Siempre me he preguntado por qué hay tanta gente que se preocupa por las guerras en el mundo, por la infestación de terroristas musulmanes de mierda, por la existencia de las dos koreas llenas de cabezudos y a nadie le preocupa que no haya una ley universal que prohíba con penas de muerte la fabricación, la distribución y el uso de calcetines blancos. No hay nada más casposo que ver a alguien con esos horrendos calcetines y a la foto que lo prueba me remito. Entre las tonterías y gilipolladas que pueblan éste el mejor blog sin premios en castellano, tenemos este documento espeluznante que vimos por primera vez en septiembre del año 2006 en la anotación Mal gusto, con una foto que hice en el ferry que te lleva de Volendam a Marken y a la que hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Gatos saltarines en el Nga Phe Kyaung
Una de las visitas que haces cuando estás en el lago Inle es al monasterio budista de Nga Phe Kyaung. Aparte de ser un monasterio sobre el agua, realmente vas allí por el espectáculo de los gatos saltarines. Los monjes y los vendedores entrenan a los gatos para que salten y pasen por unos aros que ellos sostienen. Por supuesto, esto es puro condicionamiento clásico y a cambio reciben comida y mientras tienen hambre lo hacen y cuando están hartos, pasan de todo y de todos. Cuando yo estuve allí coincidió con la hora de la siesta tras la comilona de los monjes y fue una de las vendedoras de souvenirs la que hizo el espectáculo, en el que vemos a los gatos saltar y cruzar el aro y todo el mundo se emociona hasta las lágrimas y yo lloro por mi alergia a esas bestias malignas y truscolanas.