De todas las cervezas que probé en Vilna, mi favorita es sin lugar a ninguna duda la Vilniaus Alus Kvietinis, una cerveza de trigo de agradable sabor, que genera una cantidad decente de espuma y que tiene el color correcto para este tipo de cerveza. El aroma recuerda a frutas y tiene un toque dulzón cuando ya está desapareciendo del paladar. El sabor a la malta es pronunciado y juraría que han conseguido poner el sabor del limón directamente en la cerveza. El porcentaje de alcohol es del 5,0%. Como tras probar varias esta es la que más me gustaba, creo que en total me tomé unas siete u ocho. En Holanda jamás se ha vendido en las tiendas de alcohol e imagino que es poco menos que imposible encontrarla fuera de Lituania.
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Mesa del comedor en el Club de las 500
A estas alturas de mi historia, salvo por el micro-pene, creo que lo hemos visto todo, todo, todo sobre mi en el blog. Las obras en la casa, en el jardín, el cambio de cocina, de baño, la pérgola, las diferentes expansiones del césped, no hay límite cuando se trata de crear un archivo fabuloso que documente mi vida. Así, en febrero del año 2006 veíamos La mesa nueva en mi casa y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Buda dentro de la Mahabodhi Paya
Hemos visto el templo Mahabodhi de lejos, de cerca, por delante y para poder continuar nuestro camino, hoy entramos para ver Buda que hay en el interior y que como no deja de crecer, está que llega hasta el techo. Cuando yo pasé por allí no tenía ningún vestido pero en ocasiones le ponen sus trajitos, como las niñas con sus Rosauras. El Buda no es de oro pero está recubierto con finísimas hojas de oro que la gente compra y aplica sobre el mismo, ya que al parecer Buda era de los que pensaban que lo mejor es el Tó pa’mi, filosofía que siguen todos y cada uno de los políticos en activo. Las dos lámparas horrendas que hay a los lados del Buda supongo que se las regaló Maruca la jedionda, que tenía un mal gusto épico a la hora de comprar mobiliario para el hogar.
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Visita turística a Vilna y regreso a Holanda
El relato comenzó en El comienzo de la escapada a Vilna.
Según me desperté el sábado, miré por la ventana de la habitación y en la calle había un precioso manto blanco y nevaba ligeramente. El Rubio se despertó y me dijo que ni de coña íbamos a hacer un Virtuditas, que nos lanzábamos a la calle sí o sí. Subimos a la cafetería del hotel y nos encochinamos a conciencia con el desayuno gratuito. Prefiero los sitios en los que te dan una cantidad fija porque si es en plan bufé, a mi me entra el frenesí y acabo comiendo tres platos y bebiendo seis vasos de líquido naranja que llaman zumo.
Tras el desayuno salimo a la calle con un plan más o menos claro de lo que queríamos ver. Fuimos andando hasta el Aušros Vartai o la Puerta del amanecer, que como todos sabemos es de lo poco que queda de las murallas de la vieja ciudad y que es uno de los lugares más importantes tanto religioso, como histórico o cultural de la ciudad. Se construyó en el siglo XVI (equis-uve-palito) y sobre la puerta hay una capilla con una virgencita que allí dicen que tiene poderes milagrosos, aunque parece que no los suficientes para mantener a los comunistas y los nazis fuera del terruño.
Intentamos ver la virgen pero había basca rezando y el lugar es estrecho que no veas así que la vimos por las ventanas desde la calle. Después de pasar por la puerta te tropiezas con la Šv. Tereses bažnycia o la iglesia de Santa Teresa y de esa tenemos un vídeo en el que estoy en la puerta y que al girar nos permite ver también la Aušros Vartai o sea, dos pájaros de un tiro y nuevamente un documento único y espeluznante que es posible gracias a la dedicación y sacrificio del autor del mejor blog sin premios en castellano. Si no puedes ver el vídeo, prueba aquí. La iglesia esta es el mejor ejemplo en la ciudad del barroco tempranero. En el vídeo se puede ver también como nevaba. Demostrándonos que a Dios no le importa que sus diferentes compañías compitan entre ellas, en el mismo lugar teníamos la Šv. Dvasios cerkve, esta del rito ortodoxo. Su interior es muy bonito y los muertos vestidos de uniforme que tienen en una urna de cristal son la bomba, aunque había un panoli controlando el cotarro y no les pude hacer foto para echarnos unas risas. Al parecer son San Jonás, Eustaquio y Antanas. Les cambian las ropitas varias veces al año y en esta época les tocaba de rojo. Si se te ocurre visitar el lugar el 26 de junio, igual te da un pasmo cuando los veas en pelota picada.
Pasamos por la Šv. Kazimiero Bažnycia o la iglesia de San Casimiro pero estaba cerrada así que seguimos de largo. Llegamos a la orilla de un pequeño río que serpentea por allí y junto al mismo había césped, nevaba y tuvimos una nueva guerra de bolas de nieve, ya que muy adultos como que no somos. El paseo junto al río nos llevó hasta el Bernardinu Bažnycia ir Vienuolynas o el Monasterio e iglesia de los bernardinos. La iglesia es gótica con toques barrocos y renacentistas, apabullante por dentro, realmente una obra de arte. Al ladito de la misma y dando más directamente hacia la calle está la Šv. Onos Bažnycia o la iglesia de Santa Ana, uno de los monumentos más importantes de la ciudad. La versión actual de la iglesia es una joya del Gótico y su fachada es como de película de fantasía sin orcos ni julandrones elfos. Por dentro es algo pobre pero se le perdona por ese pedazo de fachada. Por detrás de ambos edificios nos adentramos en el jardín Bernardinai, enorme y muy bien cuidado y además, mejorado por la nieve.
Llegamos junto al Vilniaus pilys y subimos para visitar las ruinas del complejo del castillo, el cual se levantó en el siglo XIII (equis-palito-palito-palito) y desde entonces se reconstruyó varias veces. Se puede subir con un funicular pero nosotros optamos por andar los cien metros o así, además que con la nieve era más divertido. La foto anterior es la vista de la ciudad desde allí y los menos observadores habrán notado que el Rubio dejó su marca para la posteridad poniendo dos dedos al comienzo y al final del panorama, lo cual convierte a esta foto en un clásico instantáneo como el café soluble.
En el mismo lugar y para aquellos más interactivos tenemos un vídeo que muestra más o menos lo mismo solo que comienza en la parte de las tres cruces. El vídeo, si no lo puedes ver, está aquí. Estando en la zona del castillo subimos a una de las torres que quedan y en la que hay un pequeño museo, aunque todos pagamos por ir a la azotea para ver la vista de la ciudad desde allí, eso está clarísimo.
Al bajar, paramos en un café que encontramos para tomarnos un capuchino y después fuimos a ver la Vilniaus Šv. Stanislovo ir Šv. Vladislovo Arkikatedra Bazilika que simplificaremos como la catedral de Vilna. Esta es la principal iglesia católica de Lituania y está a los pies de la colina del castillo. La catedral tiene una fachada espectacular y dentro está llena de frescos y pinturas. En la época comunista rusa, la catedral era un almacén. El campanario se puede visitar y subir, pero como subimos a la otra, nos saltamos esa.
En ese punto decidimos retroceder un poco para ir a ver la Triju Kryžiu Kalnas o la colina de las tres cruces. El paseo, por el bosque nevado es espectacular y desde este mirador la vista es también muy bonita. En la foto todos hemos notado la presencia de la colina del castillo y la torre a la que subí anteriormente y por supuesto no se puede ver la catedral porque la oculta dicha colina. Al parecer en esta colina crucificaron a siete franciscanos y en la época comunista Stalin que era un bendito mandó quitar y enterrar las cruces pero esta gente las volvió a sacar y las han vuelto a poner en su sitio. Para bajar desde la colina optamos por lanzarnos por el bosque nevado en plan aventura dramática con final feliz. Teníamos algo de miedo porque en cualquier rincón se esconde un truscolán pero hubo suerte y ninguno se nos plantó delante gritándonos que son nación ficticia y fascista.
Desde allí, volvimos a la zona más céntrica y fuimos a ver el Prezidentura o Palacio presidencial, aunque solo por fuera. En esa misma zona también husmeamos en varias iglesias y fuimos a la Vilniaus Universitetas, la universidad de Vilna, la cual tiene en el centro un campus con una iglesia, una biblioteca espectacular y otras cosas pero que en sábado estaba mayormente cerrada y pasamos de pagar para ver solo un par de cosas. Después paseamos hasta el Genocido Auku Muziejus, el museo de la víctimas del genocidio. Antes de llegar a la puerta hay un pequeño memorial en la calle. La verdad que si pasas por allí y no te lo dicen, ni se te ocurriría pensar que aquel edificio normal era la sede del KGB en Lituania y que entre 1940 y 1991 allí torturaron y asesinaron a un montón de gente. El museo es espeluznante pero de visita obligada. En la planta baja te cuentan más o menos la historia y las lindezas de la opresión rusa sobre Lituania y allí entiendes claramente por qué esta gente está totalmente a favor de bloquear por completo el comercio con Rusia. El sótano es el lugar en el que tenían las celdas, las cámaras de tortura y la sala de ejecuciones. En la foto anterior vemos uno de los pasillos con celdas y algunas de ellas están aisladas acústicamente porque allí era donde torturaban a la gente.
La segunda foto es del lugar en el que mataban a los prisioneros, pegándoles un tiro en la nuca desde detrás. En la pantalla se pueden ver asesinatos, supongo que una película y no lo auténtico y es terrible. En la primera planta estaban los equipos de escucha telefónicos y un montón de información sobre los destierros, ya que a los rusos les encantaba pillar familias completas y mandarlas al otro lado de su país, frente a las costas japonesas o cerca de la frontera con China. Salimos del museo cariacontecidos y nos metimos en un café a tomar un cafelito y reponernos. Después fuimos al Pinigu Muziejus o el museo de la moneda, pequeñito y ameno y en el que además, hicimos el primer billete de leuro con las caras del Rubio y del Elegido, moneda que debería ser imprescindible en cualquier cartera. Para terminar la ronda turística, callejeamos por el centro de la ciudad, entramos a la Vilniaus Šventosios Dvasios bažnycia o la iglesia del Espíritu Santo, del barroco tardío y una de las de más tronío de la ciudad. Esta es la iglesia de los polacos y en el interior ese día estaban celebrando una boda. La iglesia tiene muchas pinturas y frescos. En la cripta al parecer tienen 2000 momias pero nos daba mal rollo y ni nos molestamos en mirar si se pueden visitar. Así terminó el programa principal y como somos sacrificados y persistentes, nos fuimos al Bambalyne para una primera ronda de cervezas. Después caminamos de regreso al hotel para dejar mi cámara y el Rubio entró a pillar mesa en el Senoji trobele, el cual estaba cerca del hotel y era el tercer restaurante en la lista de tripadvisor. La cena, con primero, principal y postre fue épica y riquísima y el local muy curioso y en donde los guiris nos mezclábamos con los locales. Después de cenar, fuimos al Snekutis para continuar bebiendo y desde allí regresamos al Bambalyne para la ronda final. Cerramos el local y nos mudamos a otro del que no recuerdo el nombre y entre pitos y flautas, nos dio las dos de la mañana.
Como nuestro avión salía a las once y media, desayunamos sobre las nueve y media y dejamos el hotel a las diez. En la puerta paraba la guagua 3G que te lleva al aeropuerto y que tardó diez minutos. Allí, pasamos el control de seguridad, el cual nos tomó como veinte minutos porque había demasiada gente para las máquinas que tenían y después esperamos la salida. El embarque fue como siempre con Wizzair, con instrucciones que parecen órdenes a presidiarios, ya que en esa aerolínea no captan el concepto de la amabilidad y como el Rubio se puso delante, pilló la última fila y así saldríamos los primeros.
Antes de entrar nos compramos unas botellas de agua y el Rubio bebió de la suya y me dijo que era asquerosa de necesidad. Yo pensé que son las pijadas suyas porque no nació en África como yo y el rey león. Cuando despegamos y abrí mi botella, casi escupo el buche. Una mierda de agua, con un sabor que intuyo es a cadáveres en descomposición en la charca en la que la recogen. Por primera y espero que por última vez en mi vida, renuncié a beberme la botella y me compré otra en el avión. Al aterrizar, tomamos la guagua 401 a la estación y allí almorzamos un kapsalon, invento culinario holandés que no encontraréis en ninguna otra parte del universo y que es comida rápida, en una bandeja de aluminio en la que en el fondo hay papas fritas, sobre las mismas el contenido de un doner y sobre esto, queso fundido. Es fascinante y aunque suena terrible, está de cagarte por las patas pa’bajo. El nombre del plato se traduce como PELUQUERÍA y se puede comprar en muchos puestos de venta de comida rápida turcos. Cuando llegamos en el tren a la estación central de Utrecht nuestros caminos se separaron y yo regresé a casa a lomos de La Lapoya y así acaba mi tercera escapada otoñal.