De una o de otra manera, salvo los truscolanes que son seres despreciables y repelentes, todos los humanos estamos buscando el camino a la felicidad. Lo hacemos sin querer y queriendo, todos y cada uno de los días, salvo por los masoquistas que se regodean en su sufrimiento (que los hay). Por eso, cuando estás paseando por una zona boscosa en la parte más sureña de Hilversum y te encuentras con un cartel que te indica que aquel es el camino a la felicidad, no puedes dejar de fisgonear y te echas a andar por el mismo a ver si es cierto. Lo que encontramos fue un pequeño cementerio de monjas, que al parecer buscan morir y ser enterradas para ser felices. Definitivamente ese no es mi camino a la felicidad, yo quiero otro montón de cosas y lo de acabar a dos metros y medio bajo el suelo húmedo no activa ningún tipo de actividad feliz en mi cabezón. En fin, que tendré que seguir buscando …
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El templo Ananda
En Myanmar se dice que todo ciudadano del país ha de visitar al menos una vez en su vida el templo de Ananda en Bagan y también se dice que si vas al lugar y no visitas este templo, no has estado. Este es uno de los cuatro templos que continúan en activo en Bagan y se construyó a comienzos del siglo XI (equis-palito). El templo fue construido con forma de cruz con cada extremo de la misma apuntando a uno de los puntos cardinales y solo hay otro templo con características similares en Bagan (de los cientos o miles que hay en el lugar). Tiene varias terrazas y una pequeña pagoda en la parte superior recubierta de oro y con un paraguas (hti) con el que suelen culminar las pagodas en Myanmar. Los exagerados de los investigadores consideran este templo la abadía de Westminster de Birmania por su grandiosidad y se considera que este es el ejemplo más grandioso de la arquitectura en esta ciudad de los templos. En las paredes del templo hay mil nichos, hay aberturas para la luz y tiene un sistema increíble de ventilación que hace que cuando afuera hay cuarenta grados, en su interior la temperatura sea agradable. Cuando lo visité se podía llegar hasta la estupa superior y verlo todo. Como se puede ver en la imagen, estuve en temporada baja y allí no había prácticamente un ser humano y definitivamente, ningún truscolán clamando para invertarse una nación.
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Desde Holanda a Pisa
Siempre acabo complicándome la vida y organizando las escapadas en semanas consecutivas, con lo que los previos y los posteriores se funden y entre eso y el trabajo, se convierten en dos semanas y pico frenéticas. Así, regresé de Varsovia, procesé las imágenes, escribí el relato y en paralelo identificaba los lugares que quería ir a ver en Pisa y Lucca, preparaba mis listas, descargaba el iPhone de lo que no necesitaba y lo cargaba de lo que iba a necesitar. El jueves por la noche preparé la mochila, tan sencilla como la anterior solo que con una diferencia. Elegí un polo y una camiseta que habían sido previamente seleccionadas para el descarte, con lo que tras usarlas se quedaban en el destino y de este viaje no regresarían. No supone mucho pero trescientos gramos menos son trescientos gramos menos. Cargué las baterías de la cámara, cogí mis cables y el cargador y el viernes por la mañana me iba con la mochila viajera ya que el plan era salir desde el trabajo directamente al aeropuerto.
Sobre las dos de la tarde mi Ángel de la guarda me daba un toque en la espalda y me ponía en guardia y sin saber muy bien a cuento de qué, miraba la página de los trenes que salen desde la estación que está al lado de la oficina y veía horrorizado que estaban cancelando trenes por culpa de las hojas en las vías, drama que sucede cada otoño entre Hilversum y Utrecht por culpa de tener una línea cruzando un bosque. Comuniqué inmediatamente a mi jefa que era probable y muy posible que mi jornada laboral se viera reducida en quince minutos ya que con seguridad, el tren anterior no lo cancelaban pero aquel en el que quería ir, sí. Me dio su bendición, seguí trabajando y sobre las cuatro menos veinte me piraba a la estación. Allí pillé el tren de las menos diez a Utrecht y en la estación me compré unas papitas fritas y un sandwich para comer algo. Seguí hacia Eindhoven en un tren más pequeño de lo normal y que iba lleno hasta la bandera y una vez en esa ciudad tomé la guagua 401 hasta el aeropuerto. Llegué con suficiente tiempo pero igualmente pasé el control de seguridad, una vez en la zona consagrada fui al baño y llené mi botella de agua vacía, ya que el líquido del grifo es potable y delicioso y te sale gratis frente a los dos leuros y medio que te levantan por una botella en las tiendas allí y esperé la salida de mi avión viendo episodios de mis series favoritas.
A la hora prevista llamaron para el embarque y como he hecho todas las veces este año, usé el programa para iPhone de Ryanair para enseñar mi tarjeta de embarque. Entramos al avión en un par de momentos y como siempre, iba lleno hasta la bandera. Salimos en hora, cerca de las ocho de la tarde y llegamos a Pisa a las nueve y media. Al salir del avión fui a la parada de guaguas y cogí la línea urbana, ya que mi primer hotel estaba en el centro, en la calle Roma, muy cerca de la Piazza dei Miracoli, esa en la que están las principales atracciones turísticas de la ciudad.
Dejé la mochila en la habitación, cogí la cámara y me lancé a la calle para ir a ver esa zona de noche, ya que en mis dos visitas anteriores solo la había visto de día.
Como soy una bellísima persona y para que los más impacientes no tengan que esperar unos años, hice una foto de la famosa torre inclinada de Pisa con el telefonino cellulare, que está sobre este texto. También hice otras absolutamente increíbles con la cámara grande que algún día compartiré. También y dejando constancia que aquí no hay ni copiar ni pegar ni nada por el estilo, tenemos un documento espeluznante, un vídeo hecho en la mismísimo Piazza dei Miracoli en la que se pueden ver la torre, la basílica y el baptisterio:
En caso de no poder verlo, probad aquí. Después regresé al hotel, callejeando un poco por el centro y básicamente viéndolo casi todo, aunque el único lugar realmente interesante para hacer fotos nocturnas era la Piazza dei Miracoli.
El relato continúa en Por Pisa
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Escultura en la fachada del templo de Ananda
El templo de Ananda es único por un montón de razones y una de ellas son las mil quinientas esculturas que lo adornan y que lo convierten en un templo único en Bagan. Muchas de ellas fueron esculpidas a partir de una simple roca. En la foto podemos ver una de las que están en la parte exterior. Otra de las cosas que me alucinaron de los templos de Bagan y que imagino que con el turismo se irá perdiendo es que no había prácticamente límites a lo que podías ver en el templo. Podías ir por todas las estancias, ver todos los recovecos, mirarlo y fotografiarlo todo sin problemas. Únicamente en un par de templos habían bloqueado el acceso a algunos lugares y casi siempre tenía que ver con frescos y los intentos de robarlos.