En el centro de la Piazza della Scala y mirando hacia el teatro alla Scala que veíamos ayer hay una estatua de Leonardo da Vinci, famoso artista de muchas facetas que subió a la gloria del famoseo cuando Dan Brown lo incluyó en sus libros y que al parecer antes de eso era un pobre pueblerino. Aunque el chamo nació en Florencia y murió en Francia, una gran parte de su vida laboral transcurrió en Milán, en donde cotizaba como buen hijo de vecina no truscolana. Durante los diecisiete años que pasó en esa ciudad tuvo tiempo para pintar el famoso fresco de El último papeo, que pese al daño sufrido desde que lo pintó, aún se puede admirar en el monasterio de Santa Maria delle Grazie.
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Tratando de educar a algún que otro lerdo
Ya estoy un poco cansado de la empresa en la que paso el día para que al final del mes añadan dinero a mi cuenta bancaria. La cosa es que llega un momento en el que la cantidad de cosas que no te gustan es mucho mayor que la de las cosas positivas. Llevamos cuatro meses en la granja de pollos en las que nos han embutido y el aire acondicionado sigue sin funcionar correctamente. Lo curioso y supongo que algo con lo que contaba la compañía, es que solo hay dos personas quejándose y yo soy una de ellas. El resto, aunque a la cara te dicen que está mal, se lo callan delante de los jefes para no enojarlos. A mí me importa un carajo lo que les pueda molestar el que lo diga pero sí que me importa más mi salud. Así, sistemáticamente, presento queja tras queja y el hijodelagranputa que lleva ese asunto, aparte de odiarme a conciencia, no hace nada. Yo traduzco su desidia en crear mal rollo en una sala en la que hay veinticuatro personas y consigo que las otras veintitrés estén a disgusto en el trabajo y siembren mi evangelio por el edificio. Al final, el que me intenta putear acaba saturado por la mala leche que ronda en el ambiente y ha pasado a ser la persona más odiada del edificio. Como estoy sentado en la puerta del baño y todo el mundo tarde o temprano pasa por allí, no hay día en el que no solo jodo a los veintitrés de mi sala sino a los veinticuatro de la de al lado, y tenemos a un tercio de la empresa en permanente estado de cabreo. En las reuniones de los jefillos, se habla del gran éxito que fue la mudanza y de como sólo hay dos personas a disgusto y se palmean unos a otros con alegría. Yo recibo la información por canales que no deberían tener este tipo de pérdidas y aprovecho mi fama como el malo de la película según la empresa para trabajar en mi particular plan, el cual pasa por ser despedido en la próxima tanda, la cual sucederá tarde o temprano.
En paralelo, hago mi trabajo con el mínimo esfuerzo y una tolerancia nula por las horas extras y soy tan puntual como un reloj suizo a la hora de llegar y de marcharme a casa y como fui dotado de un módulo especial al nacer, nada más cruzar la puerta del garaje me olvido del trabajo y vivo mi vida como si nada. La semana pasada, uno de los jefillos con ansia de medallas en su uniforme decidió tomar el control de mi trabajo y hacerlo mucho mejor, mucho más rápido y maravillosamente bien. Algo que se estaba macerando para diciembre lo metieron en una olla exprés y le dijeron a todo el mundo que estaría esta semana el martes. A mí me pagan lo mismo por trabajar o por tocarme los mondongos, así que les cedí el control y me dediqué a tomar café, charlar y quejarme por el aire acondicionado. El viernes, el proyecto estaba tocado y comenzaba a hacer agua por todos lados y la gente se preocupaba. El lunes, el proyecto se hundía miserablemente y nada estaba en su sitio. El martes, no se terminaba el proyecto, el hombre salía tan cubierto de mierda que no hay quien aguante estar a su lado en un radio de cincuenta metros y él y todos los que por supuesto cantaban que no tengo ni puta idea de nada se escondían, cerraban la boca y desaparecían del foco que los delataba. Ahora hablan de acabar en noviembre, después de haber anunciado a todo el mundo que estaría listo ayer. Yo y los que realmente están haciendo el trabajo sabemos que esa fecha no es válida y se volverán a estampar y yo estaré allí para reírme. Por aquello de que la sarna con disgusto es más placentera, me embarqué en un pequeño proyecto junto con la gente de un director de otro departamento. El proyecto se calculó como algo que nos tomaría un mes. Demasiadas cosas difíciles, algunas imposibles y siempre el temor que la tecnología que le debe dar soporte no esté a la altura. Supongo que los estúpidos que mueven los hilos aún no se dan cuenta que yo conozco a todos y cada uno de los empleados, que prácticamente toda la empresa me debe favores y que soy capaz de establecer cauces para el movimiento de información fuera del circuito habitual. Acabé el proyecto en dos días y como bono de regalo, hice cosas que dependían de los cinco empleados del que pasó por encima de mi demostrando que si son un pelín más inútiles, el Estado les podría dar una paga por retardados. El colega está que se le corta la lefa del disgusto que tiene pero no puede hacer nada, el eligió hacer mi trabajo y no ha podido y yo elegí hacer el suyo y en dos horas hago lo que su equipo me dice que no es posible delante de testigos, porque estas cosas siempre hay que tenerlas bien documentadas para que la fama de uno aumente y la de otros avance a buen ritmo hacia su ocaso.
Ahora solo me queda esperar a que empiecen pronto una nueva ronda de despidos y convencer a la empresa de lo adecuado que es el quitarse de encima al cincuenta por ciento de la gente que no está a gusto en el nuevo edificio. Para cuando llegue el anuncio y se sepa que habrán despidos, convertiré la oficina en un lugar tan inhóspito que algunos preferirán ponerse enfermos a venir a trabajar …
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Teatro alla Scala
La Piazza della Scala es un punto neurálgico en Milán y todos los edificios que la rodean son significaativos. El que le da nombre a la plaza es el Teatro alla Scala, uno de los teatros de ópera más famosos del universo. El edificio se construyó en el lugar en el que anterioremente estaba la iglesia de Santa Maria alla Scala en el siglo XVIII (equis-uve-palito-palito-palito) y posteriormente ha sido renovado y mejorado. Ni por error entro a ver una ópera ya que sé a ciencia cierta que soy un cacho de carne con ojos y me dormiría profundamente desde el mismísimo inicio. A mí lo de gente chillando como si les clavaran chinchetas en los pezones no me pone nada de nada. El edificio por fuera no se ve nada espectacular y si lo comparamos con los teatros de ópera que han diseñado los arquitectos divos del siglo XX (equis-equis) y XXI (equis-equis-palito), se ve muy pobre.
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Temporada de Bokbier
Como todos los años al llegar en otoño, desde hace tres semanas estamos en la temporada de la Bokbier, la cerveza otoñal que inventaron los alemanes y los holandeses han convertido en un arte sagrado. No hay ningún otro lugar en el universo en el que durante tres meses, aparezcan decenas de marcas de cervezas que solo se pueden comprar y consumir durante tres meses. Son unas cervezas que van de fuertes a fortísimas, con un sabor pronunciadísimo y que no necesitan tomarse heladas, ya que están pensadas para el clima que tenemos por aquí arriba y para tertulias en las que te relajas y disfrutas. En uno de los templos para la compra de cerveza al que acudimos los alcohólicos conocidos, la cadena de tiendas Mitra, han puesto como en años anteriores la oferta de comprar ocho cervezas y pagar seis y este año además te regalan la bolsa de transporte. Ellos SOLO venden CUARENTA Y CUATRO tipos de cervezas bok y de entre ellas, yo me quedo siempre con la IJsbok de snab y en esta ocasión y para tomar algo más suave, he comprado unas Texels bock. Este fin de semana, en el corazón de la ciudad de Amsterdam y en el edificio que fue originalmente el mercado de valores se celebra el Bokbierfestival y allí estaré, recogiendo mi vaso del año 2014 y poniéndome tibio con la cerveza más deliciosa del universo.
De los dos tipos de cerveza que he comprado, la Texels bock la usaré como entrante porque solo tiene un porcentaje de alcohol del 7% y cuando ya tenga el tono me pasaré a la IJsbok, un líquido que tiene un porcentaje de alcohol superior al 9% y que la equipara con las quadrupel, las cervezas más fuertes de todas las galaxias. La semana que viene volveré a pasarme por la tienda para seguir acaparando cervezas, aunque no como el Moreno, que está vaciando las tiendas para asegurarse de tener bokbier en su casa hasta al menos abril del año que viene.
Y como siempre conviene educar un poco al populacho, Texel es la mayor de las islas Frisias y hogar de unos trece mil julays y en esa pequeña isla, de unos veinte kilómetros de largo, es donde está la cervecería. Esta pequeña isla está entre dos mares, el del Norte y el de Frisia. Esta isla es además uno de los secretos holandeses mejor guardados ya que es un lugar favorito para turismo de fin de semana de los holandeses, que acuden allí durante todo el año para caminar, circular en bicicleta o relajarse en un lugar encantador y en el que ni por asomo te cruzas con gente de otros países, salvo los alemanes, que las descubrieron hace tiempo y también suelen venir a pasar unos días. A la isla se puede llegar en ferry que sale desde Den Helder cada hora durante todo el día.