Cuando a mediados de mayo me marché a las Maldivas a bucear, los Países Bajos estaban viviendo la tercera primavera más lluviosa de la historia desde que hay registros, que haylos de más de cien años y hasta se dijo que marzo fue el quinto mes en el que más llovió en la historia de los registros, abril se colocó en el séptimo puesto y solo mayo fue un mes normal. La cantidad de agua que cayó en la primavera fue el equivalente a doscientos veintiséis milímetros de agüita, cuando lo que nos correspondía, según la media histórica, eran ciento cincuenta y cuatro, o sea, un pasote. Eso se notó y vamos, puedo confirmar y confirmo que durante dos meses, la mayor parte de las veces que salí a correr usé los zapatos deportivos de lluvia y que el pantalón chubasquero lo he usado tanto que llegó un punto que ya ni miraba la previsión meteorológica, me lo ponía al salir de mi keli y al salir del trabajo porque asumía que en algún momento iba a llover.
Como el cambio climático es una gran mentira y esto es lo normal, hemos pasado de la primavera pasada por agua a tener el domingo, el primer día tropical del año, que aquí se llama un día tropical a ese en el que la temperatura supera los treinta grados al lado de mi keli, que los neerlandeses miden todo en base a lo que sucede en mi calle, que por algo me llaman el Elegido y por eso el instituto nacional de meteorología y astrología neerlandés está ubicado a menos de cinco kilómetros de mi keli, que es el lugar en el que se mide todo. Ya el viernes y el sábado hubo lugares con más de treinta grados, pero no cuenta a menos que suceda por mi keli, que fue el domingo y que sucedió que llegó con tres semanas con respecto a la media, que esos días se esperan para el uno de julio o posteriores, como el año pasado, que lo tuvimos el dieciocho de julio, también conocido como mi santo. Así que es cierto, el tiempo está loco, loco, loco de atar y ahora parece que tenemos una sequía monstruosa cuando no hace ni una luna estaba todo anegado y ya no llueve nada y tengo totalmente engañados a mis arbolillos de interior, que se piensan que nos hemos ido de vacaciones a Andalucía por la caló tan grande que están pasando en el jardín.
Sobrevivir a este clima, con casas hechas de hormigón y pensadas para conservar el calor, se está volviendo cada vez más complicado.