No seas truscolán y empieza a leer esto por donde se debe, que no es otro lugar que La buhardilla
Uno de los lugares que más nos preocupaba pintar era el de los paneles de madera bajo la buhardilla, ya que la madera es conocida por su mamonería y las ganas de mamar pintura a destajo. Aunque tratamos la madera previamente, teníamos nuestras dudas y optamos por saciar la sed de la madera y asegurarnos que la cantidad de pintura de la buena, era la justa. Después de pedir cita previa, fui a una de esas tiendas que venden de todo a precios regalados y allí compré pintura de la más barata para madera blanca. La diferencia de precio entre tres cuartos de litro de pintura de esa y la de calidad es escandalosa, así que si los paneles se la querían mamar al completo, mejor que fuera con esta. Pintamos los paneles y cuando acabamos, se veían bien, aunque ya en la foto que viene a continuación se aprecia una diferencia con respecto a las paredes de hormigón.

La foto la hice después de pintar porque al día siguiente, efectivamente, aquello era más bien color madera, con lo que optamos por darle una nueva capa de imprimación, solo que esta vez, el producto tenía donde agarrarse. También decir que todas las otras pinturas que he comprado, las de grupo de “las buenas”, son pinturas “de agua” y no tienen ningún olor y cuando te manchas, es muy fácil quitar las manchas de las manos. La pintura barachuza no era de las de agua y tuvimos que abrir las ventanas al pintar porque el olor era muy intenso y se quedaron abiertas hasta el día siguiente. También, a la hora de lavar las brochas y los rodillos, algo que hacemos cuando vamos a cambiar de color, en este caso tuvimos que usar un disolvente de pintura porque el chorro de agua del grifo como que era incapaz de eliminar la pintura.
Con este interludio nos quedamos a las puertas del descubrimiento del color que complementará al blanco papiro, que es más bien un gris, como quedará demostrado una y otra vez en futuras anotaciones.