Posiblemente la receta que llevo cocinando durante más años es la de esta Lasaña de carne. Inicialmente la anotación con la receta tenía otra foto no tan apetitosa y con unos colores extraños por culpa de un despiste mío en la definición del espacio de color y si tenéis algo de memoria en enero de este año sustituí la foto por esta otra. Han pasado poco más de nueve meses y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Primer día con las águilas – Segunda parte
El relato comenzó en Los preparativos y el comienzo del viaje a Polonia
Nos habíamos quedado en que comenzamos a fotografiar águilas. Desde ese momento tuvimos águila tras águila y vas aprendiendo poco a poco de tus errores y rectificando hasta que le coges el truquillo. Primero descubrí como seguir a las águilas mientras vuelan e incluso hacer fotos de las mismas en el aire que estaban más o menos enfocadas. Después, según se lanzaban a coger la presa en el agua, procuré seguirlas y capturar el momento, ese que todos queremos en el que el águila pilla el pescado y remonta el vuelo. Casi todas me salieron desenfocadas pero como llegan tantas y hay tan poco tiempo para mirarlas no fue hasta esa tarde cuando al revisarlas me di cuenta. Durante las tres horas que estuvimos en el barco vimos más de treinta águilas e hicimos más de quinientas fotos. Aquello era un festival de aves que venían, se acercaban, nos sobrevolaban y se lanzaban a por la presa para después marcharse a comerse el pescado en algún lugar tranquilo. El pescador que llevaba nuestro barco era muy bueno y sabía como colocarlo para que nosotros pudiésemos hacer las fotos sin que el sol estuviera detrás del animal. Esto que parece tan trivial es un detalle importante ya que a muchos les ha pasado que por una mala ubicación del barco cuando el animal se lanza las fotos son de siluetas, sin color aparente y definitivamente desechables por culpa del exceso de luz.
Navegábamos bordeando la costa y en un punto determinado enfilamos hacia una isla. En ese momento nos cruzamos con uno de los otros botes y les hicimos algunas fotos desde el nuestro. No sé como me las apañé pero no salgo en ninguna, al menos no claramente, así que no tendré que pedir que las retiren de la red (y ya están publicadas en algún lugar que no especificaré). En la isla tuvimos un momento mágico con tres águilas que nos siguieron y buscaron comida, algo increíble. Dos de ellas eran mayores. La edad de las águilas marinas de cola blanca se puede conocer más o menos por su cola y sus ojos. Inicialmente la cola es del color del resto del águila y conforme van pasando los años se va volviendo blanca y sus ojos adquieren un color amarillo intenso. Aunque las jóvenes son animales esbeltos tengo que reconocer que personalmente me gustan mucho más las que tienen más de cinco años y ya lucen su preciosa cola blanca.
Volvimos al puerto con nuestras cámaras cargadas de fotos y con un subidón de adrenalina increíble. No vimos a los demás así que le pagamos al pescador y le dejamos una propina de diez euros, algo que para nosotros no significa mucho pero que para un hombre que gana unos doscientos euros al mes supone un dineral. El precio del barco por hora es de treinta y cinco euros así que cada uno pagó esa cantidad. De ese dinero el pescador le da una parte a uno o dos mediadores así que no sé cuanto le quedará en limpio. Si vais a Noruega a hacer fotos de águilas, allí el precio por hora del barco es obscenamente caro, creo que alguien me dijo que por las tres horas pueden ser unos quinientos euros. Volvimos a la pensión y allí nos encontramos con uno de los grupos y según nos dijeron para ellos había sido un desastre, no habían visto casi ningún águila y las que se cruzaron con ellos no se lanzaron a coger comida y no pudieron hacer fotos. Al llegar el otro grupo nos contaron la misma historia así que pese a vernos obligados a tomar la ruta mala, parece que la suerte estuvo de nuestro lado. Todo el mundo se dedicó a copiar en ordenadores y discos duros externos las fotos para tener una copia de seguridad y un poco más tarde nos organizamos para una salida por la zona. Salimos andando en dirección opuesta al muelle y nos adentramos en una zona con una densidad de vegetación bastante grande en la que pudimos ver la casa de un castor (o una familia) con los troncos que van cortando e incluso vimos algunos árboles recién cortados. El sitio era increíble.
Después fuimos con los coches hasta un lugar desde el que pudimos ver ciervos, una especie de reserva natural. Más tarde estuvimos en otro lugar en el que vimos algunas aves y para cuando quisimos darnos cuenta estaba anocheciendo y al regresar paramos en un rincón entrañable para hacer fotos de la puesta de sol. Los pueblos que cruzamos se veían muy pero que muy pobres y la gente nos miraba desconfiada. Se ve que no tienen ningún tipo de infraestructura para el turismo y muchos ni siquiera comprenden lo que se nos puede haber perdido por allí.
Una vez en la pensión nos dedicamos a seleccionar las mejores fotos y a las seis y media estábamos en la mesa esperando la cena, la cual fue copiosa y muy sabrosa. Comenzó con una sopa, algo que se repitió todos los días y después vino un plato de carne y dos tartas para postre. Tras la cena el fotógrafo que organizaba el curso montón un proyector y nos dedicamos a ver las fotos que cada uno había seleccionado y a escuchar la opinión de los demás. Allí todo el mundo solo criticaba en positivo y eso es algo que no me gusta mucho porque la única forma de aprender es que te restrieguen tus errores para corregirlos. Algunas de las fotos eran muy mediocres y yo alucinaba escuchando como los demás le doraban la píldora al que las había hecho y le decían lo excelente que eran y bla, bla, bla ?? o eso o mi holandés es tan pésimo que ni siquiera sé distinguir cuando te vapulean.
Mis fotos tampoco eran nada del otro mundo pero al menos conseguí unas pocas con las águilas cerca del agua que estaban muy bien y también algunas muy buenas en el aire. Las de mi amigo el Moreno eran simplemente espectaculares, sin lugar a dudas las mejores de ese día.
Después de la sesión nos quedamos charlando, bebiendo y mirando otras fotos que había hecho el fotógrafo en África. Todos admiraban enormemente a Felix Rodríguez de la Fuente y allí todo el mundo parecía saber perfectamente quien fue y qué hizo. Al menos dos de ellos han estado en algún lugar de Cáceres en una zona que al parecer está llena de aves y no dejaban de hablar del lugar. Tendré que enterarme mejor porque en España yo juego con ventaja ya que hablo la lengua autóctona y conozco las costumbres locales.
Cerca de la medianoche nos fuimos a dormir y nuestra habitación era un infierno por culpa de la chimenea. Sin exagerar la temperatura era de más de treinta grados y tuvimos que dormir con las ventanas abiertas para que se enfriara un poco. Así acabó nuestro segundo día.
El relato continúa en Segundo día. Una orgía de águilas.
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Saint Ann en el club de las 500
La foto de hoy es una que me intriga. Mi teoría es que alguien ha enlazado a la misma desde algún lugar pero aún no he dado con el sitio. Solo eso explica que desde el 17 de octubre hasta hoy haya recibido más de ochocientas visitas con lo que no solo consiguió su entrada en el Club de las 500 sino que también ha entrado en el club de las 1000. En Distorsiones la vimos por primera vez a finales de septiembre del año 2006 en la anotación Saint Ann y corresponde a la entrada a una iglesia en las calles de Dublín.
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Primer día con las águilas – Primera parte
El relato comenzó en Los preparativos y el comienzo del viaje a Polonia
Nuestro primer día de aventura comenzó con un buen desayuno junto a una chimenea que calentaba el comedor. Todos estábamos muy excitados por lo que estaba por ocurrir y charlábamos con la precaución que da el no conocer a los otros interlocutores. La mesa estaba llenísima de panes y embutidos y nosotros los devorábamos con prisa y sin pausas. Nos trajeron unos huevos revueltos que también volaron y pronto comenzamos a prepararnos bocadillos para llevarnos y así tener algo que almorzar. En la cocina de la pensión llenaban nuestros termos con café recién hecho y una vez desayunamos fuimos a nuestras habitaciones a buscar el equipo. Ver a diez personas cargadas con equipo fotográfico para hacer fotos de águilas es algo espectacular. Las mejores mochilas, las más grandes, llevando en su interior los objetivos más caros y las cámaras de última generación. Creo que ya lo comenté pero por si acaso lo repito de nuevo. Tranquilamente podían haber más de doscientos mil euros en material fotográfico en aquel lugar dejado de la mano de Dios.
Cuando ya estábamos armados salimos a una playa justo enfrente de la pensión y desde ahí caminamos unos cien metros para llegar al puerto en donde un montón de pescadores recibían los barcos, sacaban las redes con el pescado y unas mujeres se encargaban de quitar los peces de las redes mientras otros las limpiaban y las preparaban para volver a usarlas. Uno de los jefes de los pescadores nos dio la bienvenida y se puso a hablar con la dueña de la pensión ya que ninguno de nosotros hablaba polaco. Ella traducía al alemán y varios holandeses entendían ese idioma. Yo mientras tanto caminaba por el muelle despistado y disfrutando del olor a mar (o a lago porque aquello no es técnicamente mar). Mi amigo el Moreno y Yo íbamos juntos así que nos tenían que buscar a una tercera persona y por descontado nos tocó la única chica, ya que los «otros» no parecían tomarse en serio lo de que a una mujer le guste la fotografía. Personalmente me la trae al fresco y si lo pensamos fríamente, el único que fue a esta excursión a pasárselo bien y sin ningún tipo de interés previo en las águilas soy yo pero dejémoslo estar ahí. Todos los demás se marcharon en los dos primeros barcos y salieron hacia la izquierda del muelle. Nuestro barco lo estaban preparando o más concretamente, estaban sacando todo el pescado ya que acababa de llegar y después lo acondicionaron para nosotros, lo cual consistió en poner un par de cojines para que nos sentáramos y una manta sobre la que poner las mochilas para que no olieran a pescado. El día era espléndido, con tres grados y soleado aunque se veían unas nubes pequeñas en el cielo. Había algo de viento.
Salimos del puerto y nuestro barco giró hacia la derecha, en dirección opuesta a los otros. Al parecer hubo una discusión previa en la que se comentó que hay más águilas por la izquierda y por eso se fueron todos ellos primero y a nosotros nos tocó la ruta de castigo, esa en la que no se ven tantas águilas. En los primeros cinco minutos nos dedicamos a ajustar nuestras cámaras comprobando una y otra vez el ISO, la apertura y las velocidades de disparo que conseguíamos. Como nos seguían un montón de gaviotas las usábamos como objetos para probar las distancias y la facilidad con la que las podíamos seguir en el aire. Mi objetivo de 400mm no es muy pesado pero aún así hay que saber llevarlo y hasta que no le coges el punto pierdes el ave que tienes delante con facilidad ya que un movimiento de unos centímetros puede suponer metros allí en donde el objetivo está enfocado. Mi amigo el Moreno tenía más problemas ya que su 500mm es como un cañón. Le habían dicho que no use el monopod pero él pasó ampliamente y se lo llevó. El pescador le prestó un cojín que puso en el suelo y sobre este puso el monopod y así solucionó el problema de la vibración del barco, no muy elegante pero extremadamente eficiente. Ajustamos el ISO en nuestras cámaras en varias ocasiones hasta que las velocidades eran superiores a 1/1000 o una milésima de segundo.
Pronto apareció un águila, un animal precioso, enorme y que se mueve con una gracia increíble. Con elegancia sobrevoló el lugar y cuando localizó un pescado que obviamente lanzó el pescador se fue acercando, sacó las garras y se lanzó a cogerlo en el agua. Toda la maniobra dura unos pocos segundos y durante la misma solo se escucha el tiroteo de las cámaras de fotos haciendo decenas de fotos. Según se fue nos pusimos todos a revisar nuestras imágenes y las mías fueron un fracaso. No estaban enfocadas y además en una salía y en la siguiente no había nada con lo que obligaba a la cámara a reenfocar y volvía a estar desenfocada para cuando el águila volvía a estar en mi punto de mira. Analizándolo fríamente, tenía varios problemas. Uno es que había seleccionado el punto central para el enfoque y es una zona muy pequeña y si el águila no está justo ahí, no pillo nada. Para hacerlo más difícil son un montón de objetos en movimiento en direcciones distintas y resulta casi imposible controlarlo. Tenemos el barco moviéndose en una dirección a la vez que el viento y las olas lo agitan arriba y abajo en otra dirección, tenemos el águila que va en su propia dirección y después me tenemos a mí tratando de compensar el movimiento del ave, del barco y de las olas mientras sujeto varios kilos de peso y miro a un punto muy pequeño en el aire para hacer una foto. Con esto quiero decir que cuando veáis las fotos (y algún día las veréis) y penséis que parece muy fácil hacerlas y que hasta un panoli de Mordor que lee mucha wikipedia y en su vida a hecho algo parecido lo podría hacer, volved a pensar porque no es así. Mi amigo el Moreno tampoco tuvo mejor suerte y la chica estaba en la misma onda. Una de las primeras cosas que descubrimos es que cuando el águila está cerca del agua y el contraste entre el ave y el fondo es mucho menor, la velocidad de disparo desciende rápidamente y el objeto aparece movido (o borroso). Para compensarlo volvimos a tirar del ISO y lo incrementamos aún más. Como había suficiente luz ajustamos nuestras cámaras para oscurecer la imagen un tercio de punto lo cual nos daba algo más de velocidad. Pronto tuvimos nuestra siguiente oportunidad y aunque también fue catastrófica, las fotos ya comenzaban a salir mejor.
El relato continúa en Primer día con las águilas ? Segunda parte