En la parte más alejada de la entrada a la Cisterna de Basílica hay dos cabezas de medusa en la base de dos de las columnas. No deberíais perdéroslas. Nadie sabe de donde vienen estas columnas y siempre ha sido motivo de especulación. Se dice que las pusieron a propósito mirando de lado para evitar la mirada ya que cualquiera que intentase mirar una medusa quedaba petrificado. Dentro de este lugar se rodaron escenas de la película Desde Rusia con amor.
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Pechugas de pollo con parmesano y prosciutto
Hoy tenemos otra receta extremadamente simple de preparar y que es fantástica. Si queréis impresionar a alguien a la hora de cenar, seguro que con esta lo conseguiréis y como se tarda tan poco, la podéis hacer mientras charláis en la cocina. Es una forma distinta de comer las pechugas de pollo. El jamón prosciutto se puede sustituir por jamón serrano sin más problemas. Esta receta forma parte de la campaña de Jamie Oliver PASS IT ON así que os animo a que la probéis y la incorporéis al repertorio de cosillas que preparáis para almorzar o cenar. Las cantidades son para dos personas pero como todos sabéis multiplicar y dividir seguro que la podéis adaptar para otro número de comensales.
Los ingredientes: 2 pechugas de pollo, 30 gramos de queso parmesano, 2 ramas de tomillo fresco, pimienta negra molida, 1 limón, 6 lonchas de jamón prosciutto (o serrano) y aceite de oliva.
La implementación: Si no tenéis el queso parmesano rallado, este es un buen momento para hacerlo. Se separan las hojas de tomillo de las dos ramas. Con un cuchillo hacéis cortes cruzados en la pechuga por la parte inferior.
Se sazonan las pechugas con la pimienta negra molida. Como el jamón es salado no hace falta poner sal. Se pone por encima de las pechugas las hojas de tomillo y se añade un poquito de cáscara del limón cortada finamente (podéis usar un rallador para la cáscara del limón). Sobre todo esto se pone el queso parmesano y se cubre con tres lonchas de prosciutto por pechuga, procurando que lo cubra todo y envolviéndola en el prosciutto. Procurad que se solapen para que no se salga el parmesano. Se pone un poco de aceite de oliva por encima del jamón y si os queda algo de tomillo lo añadís.
Se envuelve cada pechuga con film plástico y con una sartén o un martillo de cocinar se golpean para alisarlas y dejarlas más o menos de un centímetro de grosor. De esta forma se cocinarán antes.
Todo lo anterior no debería tomaros más de dos o tres minutos. Se pone una sartén grande a fuego medio y una vez está caliente se ponen las pechugas (una vez has quitado el film plástico) del lado del jamón (el cual recordaréis que tenía un poco de aceite). Se fríe durante unos cuatro minutos y mientras se hace, añadid un pelín de aceite sobre las pechugas para cuando les deis la vuelta. Si veis que no os está quedando crujiente, dejarlo un minuto más del lado del jamón.
Para servirlas yo opté por cortarlas aunque también se pueden dejar enteras. A la hora de servirlas podéis poner rodajas de limón por si quieren rociarlas por encima y van perfectas con una ensalada, un puré de papas o incluso papas fritas. Una receta sencillísima y muy agradecida.
Si quieres ver otras recetas que he cocinado puedes ir al índice de Mi pequeño libro de recetas de cocina y allí tienes la lista completa
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Yerebatan Sarn?c? – Cisterna de Basílica
La Cisterna de Basílica o de Yerebatan Sarn?c? está al lado de la Iglesia de Santa Sofía ? Ayasofya Müzesi. Fue construida en la época bizantina, en el año 532 por orden del emperador Justiniano y para hacerlo se emplearon 336 columnas romanas que trajeron de templos abandonados. Es una estructura con ocho metros de altura y con capacidad para treinta millones de litros de agua. Tiene ciento cuarenta y tres metros de largo y sesenta y cinco de ancho. El muro es de cuatro metros de grosor. La entrada cuesta diez liras turcas y merece la pena visitar el lugar. Se camina por una plataforma de madera, escuchando el gotear desde el techo y se presiente una atmósfera de misterio. Justo a la salida hay un pequeño café en el que sentarte un rato y disfrutar del fresco y del lugar.
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Café turco – Türk Kahvesi
Hasta mi viaje a Turquía nunca había tomado un café arábigo o turco. Lo más fuerte eran los expresos españoles y pensaba que no había nada que lo pudiera superar y estaba muy equivocado. El café turco se prepara con café molido y sin filtrar y cuando te lo ponen la bebida es espesa. No te traen azúcar, así que al pedirlo les dices si lo quieres con o sin azúcar y ya llega mezclado. Viene en tazas pequeñas y es jodidamente concentrado. Cuando te lo tomas no te lo puedes acabar y al final quedan los famosos posos de café, que algunos son capaces de leer para predecir tu futuro.
Al ser tan espeso en la boca tiene una textura algo extraña ya que al tragar notas el café en forma de granitos como si fueran de harina. Aunque ahora se usan tazas con asa, antiguamente se bebía en unas tazas que no la tenían. Para prepararlo se pone el agua fría en un pote de cobre y se añade el café y si lo queréis con azúcar, también se añade el azúcar y se mezcla todo bien. Después se va calentando muy lentamente hasta que hierve. Cuanto más lento se calienta mejor queda. Después de hervir se va sirviendo en las tazas, poniendo un poco en cada una y se vuelve a hervir lo que queda de café antes de ponerlo en las tazas y terminar de llenarlas.
Al ser un café que no está filtrado, a la hora de servirlo hay que esperar un poco para que se asiente y como dije al comienzo, no se puede tomar todo ya que el último sorbo será extremadamente espeso.
Con mis años en los Países Bajos me he terminado por acostumbrar a un café muy ligero y aunque me gustó el café turco, no lo cambio por nada del mundo por el que produce mi Senseo.