Resulta difícil de explicar para la gente que no lo hace nunca o casi nunca pero yo siento un enorme placer cuando me siento a escribir algo. La pantalla en blanco al comienzo y la velocidad con la que los dedos van saltando sobre las teclas y llenando de manchas negras ese espacio es extremadamente gratificante. Retroceder y volver a leer lo que has puesto, borrar párrafos enteros, rehacer otros, cambiar palabras y dudar con algunas de ellas me produce unas vibraciones parecidas a las que pueden sentir otros jugando a su juego favorito o mientras hacen esa actividad que realmente les gusta.
Hay semanas en las que me planteo algún reto y juego contra mí mismo por lograrlo y en otras no tengo ni idea de lo que va a suceder hasta el mismo instante en el que empiezo a escribir y me dejo llevar. A veces me falta el tiempo y busco una foto para apañar el día y cuando me voy de vacaciones siempre logro llenar al menos dos o tres horas diarias escribiendo, desbarrando e imaginando cosas que cuando traduzco al lenguaje escrito cambian totalmente.
Recuerdo cuando a finales del año 2005 me propuse escribir de manera regular y tenía tan poca fe en ello que supuse que tardaría solo unos días o semanas en cansarme. Se trataba de lograr regularidad, algo muy necesario si quieres escribir un libro. Pese a mis dudas, no lo dejé. He mantenido la maquinaria en marcha durante todo este tiempo y no creo que reduzca la frecuencia en un futuro cercano. Me gusta escribir, es algo que he hecho desde siempre y que espero poder seguir haciendo. Y de la misma forma me gusta leer bitácoras en las que sus autores se molestan en contar algo y no en copiar alguna noticia o poner un vídeo hecho por otra persona o tratan de evangelizar sobre la música que tienes que escuchar. No sigo ninguna bitácora de copiarYpegar aunque sé que son las más populares. Algo que era una forma de entrenamiento para conseguir otro fin se convirtió en aquello que yo necesitaba y hasta ahora no he sentido la necesidad de seguir hacia adelante.
En los últimos días he estado dándole vueltas a una idea que me ha rondado desde siempre pero que igual que viene, se va. Escribir un libro. Avanzar al siguiente nivel y concretar algún tipo de historia. Tengo un montón de ideas que pueden servir para esto y estoy seguro que las podría desarrollar, la cuestión es si es eso lo que quiero, si no me cansaré como en ocasiones anteriores. Esta tarde volvía a casa en mi bicicleta y trataba de buscarle la quinta pata a la mesa, responder todos esos ¿?? y si? para no embarcarme en algo que me quede muy grande. Aún no lo tengo decidido pero si optara por escribir, no me gustaría que fuese a costa de la bitácora y por otra parte, hay tanto contenido que se puede aprovechar en ella que creo que lo más sencillo sería buscar algún tipo de historia que me permita beber de las mismas fuentes que han alimentado este lugar durante un montón de años.
Hoy hablaba con Waiting sobre bitácoras, éxito y todo lo que las rodea. Algunos asocian el éxito de una bitácora a las visitas que reciben y dejan que ese sea el motor que las mueva. Si eso los hace felices me parece muy bien pero me da la impresión que en esto mismo está la razón del abandono de tantas. La gente cree que escribes e inmediatamente tendrás miles de personas flipando con tu maravillosa prosa y haciéndote la pelota descaradamente para que tu ego pueda engordar. Para mí el éxito de mi bitácora está en que me gusta leerla, me divierto, no lo considero una obligación y si encima hay un puñado de personas a las que también les apetece leer con cierta regularidad, pues mejor, pero si no estuviera esa gente, seguiría haciéndolo. Por eso creo que tengo una bitácora de éxito y muy buena. El único año del que mayormente reniego es el 2004. En esa época buscaba las visitas y por ellas escribía siguiendo las corrientes que debían atraer a los visitantes, comentaba en otros lugares sólo para conseguir que ellos comenten en mi página y me afectaba el ver que aquello que me había tomado horas para preparar pasaba desapercibido. Me sirvió para darme cuenta que no me divertía y replantearme mi permanencia en la llamada blogosfera. Por suerte superé esa etapa y perdí el miedo a tener mi propio estilo y a disfrutar con algo tan sencillo y difícil como escribir. No puedo hablar como lector ocasional de este lugar porque no lo soy pero creo que ganó bastante, se volvió más desenfadado a ratos, estúpido, formal, serio, triste, alegre y así ha seguido, dejándose llevar por las emociones que quiero transmitir, por las partes de mi mundo que dejo flotar para que otros las vean.
Escribir es algo muy íntimo, algo entre esa voz que llevamos dentro y que procuramos no escuchar y la consciencia dominante. Una te sopla las boberías que se le ocurren y la otra las censura. A veces resulta difícil alcanzar un consenso entre ambas, parecen enemigas irreconciliables pero en ello también está la magia, en buscar ese punto de equilibrio que provoca chispas de satisfacción.
Y así llegamos a este momento, tres mil noventa anotaciones y las que quedan por venir ??