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  • ¿Por qué no los puedo contar?

    27 de agosto de 2008

    Sentado en la última fila de un avión, mirando hacia adelante puedo ver las cabezas rubias de ciento ochenta y pico personas y un montón de pantallas en las que están poniendo una película. Curiosamente, si trato de contar las pantallas, las cuales tengo casi alineadas, me confundo rápidamente. En una primera cuenta concluyo que hay once por cada lado del pasillo y en la siguiente cuenta son nueve y al intentarlo por tercera vez son once de nuevo y el cuarto intento concluye que hay doce. Hay algo con estas estructuras repetitivas que dispara algún tipo de reacción extraña en mi cerebro. Me pasa cuando intento calcular el número de pisos de un edificio o las velas que hay en una tarta. Tengo muy buena memoria para recordar las posiciones de objetos distintos pero soy incapaz de calcular un total si todos son iguales.

    Por suerte, los problemas siempre vienen por el objeto diferente y ahí no hay quien me gane. En los años que trabajé en soporte técnico ninguno de mis compañeros podía batirme en la resolución de problemas por mi capacidad para encontrar la diferencia unida a una memoria de elefante que hace que recuerde conversaciones casuales ocurridas meses o años atrás. En los tests de inteligencia que hay por la red siempre conseguía las puntuaciones más bajas en comparación con los frikis de los que me rodeaba y todos ellos se descojonaban de mí. Ninguno de ellos ha llegado a nada, se siguen revolcando en la misma mierda que hace una década, parecen incapaces de aprovechar los recursos que tienen a su alrededor para producir algo útil. Yo fallaba en los extraños cálculos que había que realizar en esas pruebas, no acertaba ni una con las reglas lógicas y definitivamente perdía el interés en la pregunta cincuenta, cuando aún faltaban unos cientos para concluir el test, pero en el mundo real, capto los conceptos al instante y despliego todo mi encanto para construir redes de las que exprimo todo el conocimiento que necesito para triunfar. Puedo llegar tarde a una conversación entre desarrolladores en la que tratan de encontrar una solución para un problema, escuchar un rato y soltar aquello que a mí me parece lo más lógico y ver como me miran asombrados porque esa es la solución que necesitan y que no podían encontrar, la más obvia si me preguntáis a mí pero al parecer ellos no la pueden ver.

    En mi trabajo actual uso esos mismos recursos, aquellos que provocaban la risa de los que se veían mejor que yo y manejo múltiples proyectos en los que hay decenas de personas trabajando para mí. Me aseguro que todo el mundo tenga suficiente material para seguir produciendo y detecto los nudos en la cadena de desarrollo para inmediatamente asignar gente a esos problemas y resolverlos. Además, hablo con todos y busco formas para facilitarles su trabajo. El resultado óptimo viene cuando hemos sabido que esos proyectos acabarán a tiempo, sin retrasos. Me he ganado enemigos de peso por culpa de esto, gente que quería que fracasáramos y han hecho lo imposible por conseguirlo. La cuerda se ha tensado tanto que dentro de un mes habrá una reorganización y es más que probable que en uno de los dos bandos hayan bajas. O nos eliminan a nosotros, por hacer bien nuestro trabajo, o se los cargan a ellos, por no hacerlo.

    Mi gran fracaso en estos últimos años ha sido no conseguir que me echen. Lo he probado de todas las formas y maneras. Trabajando más que nadie solo conseguí promociones y aumentos de sueldo. No dando un palo al agua por seis meses conseguí aumentos de sueldo. Cambiando de grupo y de función conseguí aumentos de sueldo. Conspirando sucedió lo mismo. Así que ahora que he vuelto al sendero de la productividad con el añadido de la denuncia de aquellos que nos boicotean, la cuestión es si ellos conseguirán que me echen o lograré un nuevo aumento de sueldo. Los dos pájaros que he marcado para el derribo son jefillos que me recuerdan a aquellos que superaban los tests de inteligencia con más nota. Soberbios y sobrados pero incapaces de aplicar todo ese conocimiento del que van tan llenos en el mundo real. Con lo que yo no contaba en esta batalla es con tener aliados y estos han surgido por todos lados. Hay más gente harta de ellos y todos se han puesto de mi lado para lanzar cañonazos contra ellos. Tampoco contaba con conseguir protectores entre aquellos a los que más ninguneo, pero eso ha sido. Una de las águilas que vuelan más alto en mi empresa ha notado mi presencia y cada vez que en alguna de mis batallas la cosa no está clara, interviene y la resuelve a mi favor.

    Los juegos laborales y los de la vida son juegos de guerra, conspiramos y planeamos estrategias para ganar batallas. Y en este tipo de juegos, mis limitados recursos son capaces de funcionar al ciento veinte por ciento. Ahora debería dedicarme a buscar la causa por la que no puedo contar los monitores del avión y entrenarme para superar esa pequeña pero molesta debilidad.

  • Dame, dame, dame ??

    27 de agosto de 2008
    Dame, dame, dame ??

    Dame, dame, dame ??, originally uploaded by sulaco_rm.

    ¡Qué peligro que tienen algunos! La imagen ya lo dice bien claro.

  • Un viaje tranquilo a Gran Canaria

    26 de agosto de 2008

    El domingo en que viajaba a Gran Canaria me levanté bien temprano. La culpa fue de la lavadora. La había programado para que cumpliera con su cometido y acabara a las ocho de la mañana y eso hizo. A las siete y media la escandalera de los centrifugados ya no me dejó dormir. Después de tender la ropa continúe con los preparativos para la mujer de la limpieza, la cual se pasa este lunes por mi casa y en cinco minutos perdidos hice la maleta, asombrándome por las pocas cosas que llevo conmigo cuando voy a las Canarias por una semana. Básicamente son cinco mudas de camisetas, calzoncillos y calcetines, un bañador, un pantalón corto y el neceser con la máquina de afeitar y el cepillo de dientes.

    Después vienen los regalos de mis sobrinas, los bombones Leonidas para regalar a algunos amigos, un tupperware lleno de uvas de mi jardín para mi madre y con un par de chorradas más ya no cabía nada en la maleta, la cual volverá llena con vino, jamón serrano, salchichón, chorizo, quesos canarios y otras delicias que compro para que me ayuden a sobrellevar el otoño.

    Me pasé por casa de mis vecinos sobre las once de la mañana para despedirme y pedirles que se encarguen de echar un vistazo a mis dominios en mi ausencia, algo que ellos hacen encantados. Estuvimos un rato hablando y tras un café volví a mi casa, hice una inspección visual, traté de adivinar qué sería lo que me iba a dejar olvidado y con un par de minutos de tiempo me acerqué a la parada a tomar la guagua, la cual llegó con su precisión habitual. En la Estación de Utrecht la compañía ferroviaria, NS, ha montado un tremendo escenario con pantalla gigante, butacones y todo tipo de amenidades para que los viajeros vean los juegos olímpicos mientras esperan. Por desgracia yo solo pasaba por allí diez minutos y no me quedé a verlos, compré mi billete y bajé al andén en donde el tren apareció diez minutos antes de tiempo. Encontré un rincón tranquilo y durante el viaje estuve disfrutando de la conexión 3G y navegando con el iPhone. Se me ha olvidado comentar que cuando entré en la estación, subiendo por las escaleras mecánicas, las cuales iban llenas, iba una mujer que parecía un auténtico tanque de lo gorda que era y creedme, no exagero. A mitad de la ascensión la escalera hizo un ruido terrible, como de metales que están sometidos a una presión excesiva y tratan de liberarla de alguna forma. Todos nos temimos lo peor pero el sistema fue capaz de recuperarse y unos segundos más tarde nos iba depositando en una de las múltiples entradas que tiene la estación central de Utrecht.

    Al llegar a Eindhoven fui a la parada del autobús que lleva al aeropuerto y allí había una multitud. La culpa es de Ryanair, que hace prácticamente todos sus vuelos en un intervalo de dos horas, posiblemente para ahorrarse el pagarles jornada completa a sus empleados de tierra. En la guagua íbamos como sardinas en lata, apiñados entre maletas, mochilas y otros enseres. Se escuchaba fundamentalmente el idioma español porque gran parte de los vuelos que salen desde ese aeropuerto van hacia Madrid, Valencia y Barcelona (o lo que ellos llaman Barcelona). En el trayecto pasamos junto a varios de los campus de la empresa Philips en Eindhoven y el estadio de la ciudad. Al llegar al aeropuerto, un noventa por ciento de esa gente corrió hacia el rincón de Ryanair para hacer la primera de múltiples colas, ya que lo habitual es que intenten pasar sin tener tarjeta de embarque o sin querer facturar una maleta y los eficientes empleados de esa compañía les terminan sacando la pasta.

    En las colas de Transavia había mucha menos gente y predominaban los holandeses. De hecho, hasta dondde yo vi, era el único español que viajaba con ellos, algo que suele ser habitual ya que la gente no sabe donde comprar estos billetes para vuelos charter. En la cola paralela a la nuestra, una familia entera esperaba cargada de maletas con la ansiedad habitual de quienes no viajan a menudo. Pese a tener más de dos horas hasta la salida del vuelo decidieron que había que comer inmediatamente y mandaron emisarios a la cafetería. Al rato volvieron cargados de café y bocadillos y una de las chicas tropezó y lanzó el contenido del vaso de café sobre todas sus maletas. El resto de pasajeros nos reímos con disimulo mientras aquellos desgraciados se lamentaban de su suerte y veían como todo lo que llevaban se quedaba completamente pringado de café.

    Después de facturar me acerqué a la cafetería del aeropuerto para comer algo y aprovechar para navegar un rato usando la red Wifi del lugar, la cual está incluida en mi contrato. Ahí fue donde descubrí que uno de los perdedores que conozco desde hace años había suplantado mi identidad y dejado un comentario en mi bitácora. Probablemente ese comemierda no contaba conque la tecnología de la manzana que tanto odia me permite estar conectado en todos lados. Después de borrar su zafio mensaje, el cual al mismo tiempo sirve para que todos aquellos que lo conocéis y lo leéis sepáis lo miserable y rencoroso que es, avisé a una amiga y le creé una cuenta de editora para que supervise y elimine todo aquello extraño que pueda aparecer en los próximos días. Pasé el control de seguridad con la eficiencia que da la costumbre. A mi alrededor la gente se olvidaba de quitarse cinturones, relojes, sacar líquidos y demás y convertían este proceso que debería ser muy rápido en una lenta pesadilla. Cuando llegué al otro lado, me acerqué a la puerta de embarque y caminé hasta el avión. Había pedido asiento en la última fila con la esperanza de tener una fila completa para mi pero el avión venía al completo y no hubo suerte.

    Salimos en hora y los primeros cuarenta y cinco minutos fueron de intensas turbulencias, algo que no vivía desde hacía años. Entre sacudidas y meneos sobrevolamos París y pronto llegó la calma. El resto del viaje transcurrió sin nada especial que reseñar y al llegar a Gran Canaria, me senté a esperar tranquilamente hasta que todos los desesperados que viajaban conmigo salieran, ya que ellos ignoran que da igual cuánto corras, tendrán que esperar hasta que el último de ellos haya recogido su equipaje antes de salir para la zona turística del Sur de la isla.

  • Pasándoselo bien

    26 de agosto de 2008
    Pasándoselo bien

    Pasándoselo bien, originally uploaded by sulaco_rm.

    Todos los que participan en el Amsterdam Gay Parade tienen claro que están allí para pasárselo bien y es a eso a lo que se dedican. A través de los altavoces suenan todos esos clásicos que si preguntas la gente te niega que les gustan pero de los que se saben la letra y mientras los espectadores agitan la patilla disimuladamente, los más desvergonzados se lanzan a bailar sin freno y dejan que la música los lleve a su antojo. En esta imagen tenemos uno de esos instantes atrapado en el tiempo.

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