¿Por qué no los puedo contar?


Sentado en la última fila de un avión, mirando hacia adelante puedo ver las cabezas rubias de ciento ochenta y pico personas y un montón de pantallas en las que están poniendo una película. Curiosamente, si trato de contar las pantallas, las cuales tengo casi alineadas, me confundo rápidamente. En una primera cuenta concluyo que hay once por cada lado del pasillo y en la siguiente cuenta son nueve y al intentarlo por tercera vez son once de nuevo y el cuarto intento concluye que hay doce. Hay algo con estas estructuras repetitivas que dispara algún tipo de reacción extraña en mi cerebro. Me pasa cuando intento calcular el número de pisos de un edificio o las velas que hay en una tarta. Tengo muy buena memoria para recordar las posiciones de objetos distintos pero soy incapaz de calcular un total si todos son iguales.

Por suerte, los problemas siempre vienen por el objeto diferente y ahí no hay quien me gane. En los años que trabajé en soporte técnico ninguno de mis compañeros podía batirme en la resolución de problemas por mi capacidad para encontrar la diferencia unida a una memoria de elefante que hace que recuerde conversaciones casuales ocurridas meses o años atrás. En los tests de inteligencia que hay por la red siempre conseguía las puntuaciones más bajas en comparación con los frikis de los que me rodeaba y todos ellos se descojonaban de mí. Ninguno de ellos ha llegado a nada, se siguen revolcando en la misma mierda que hace una década, parecen incapaces de aprovechar los recursos que tienen a su alrededor para producir algo útil. Yo fallaba en los extraños cálculos que había que realizar en esas pruebas, no acertaba ni una con las reglas lógicas y definitivamente perdía el interés en la pregunta cincuenta, cuando aún faltaban unos cientos para concluir el test, pero en el mundo real, capto los conceptos al instante y despliego todo mi encanto para construir redes de las que exprimo todo el conocimiento que necesito para triunfar. Puedo llegar tarde a una conversación entre desarrolladores en la que tratan de encontrar una solución para un problema, escuchar un rato y soltar aquello que a mí me parece lo más lógico y ver como me miran asombrados porque esa es la solución que necesitan y que no podían encontrar, la más obvia si me preguntáis a mí pero al parecer ellos no la pueden ver.

En mi trabajo actual uso esos mismos recursos, aquellos que provocaban la risa de los que se veían mejor que yo y manejo múltiples proyectos en los que hay decenas de personas trabajando para mí. Me aseguro que todo el mundo tenga suficiente material para seguir produciendo y detecto los nudos en la cadena de desarrollo para inmediatamente asignar gente a esos problemas y resolverlos. Además, hablo con todos y busco formas para facilitarles su trabajo. El resultado óptimo viene cuando hemos sabido que esos proyectos acabarán a tiempo, sin retrasos. Me he ganado enemigos de peso por culpa de esto, gente que quería que fracasáramos y han hecho lo imposible por conseguirlo. La cuerda se ha tensado tanto que dentro de un mes habrá una reorganización y es más que probable que en uno de los dos bandos hayan bajas. O nos eliminan a nosotros, por hacer bien nuestro trabajo, o se los cargan a ellos, por no hacerlo.

Mi gran fracaso en estos últimos años ha sido no conseguir que me echen. Lo he probado de todas las formas y maneras. Trabajando más que nadie solo conseguí promociones y aumentos de sueldo. No dando un palo al agua por seis meses conseguí aumentos de sueldo. Cambiando de grupo y de función conseguí aumentos de sueldo. Conspirando sucedió lo mismo. Así que ahora que he vuelto al sendero de la productividad con el añadido de la denuncia de aquellos que nos boicotean, la cuestión es si ellos conseguirán que me echen o lograré un nuevo aumento de sueldo. Los dos pájaros que he marcado para el derribo son jefillos que me recuerdan a aquellos que superaban los tests de inteligencia con más nota. Soberbios y sobrados pero incapaces de aplicar todo ese conocimiento del que van tan llenos en el mundo real. Con lo que yo no contaba en esta batalla es con tener aliados y estos han surgido por todos lados. Hay más gente harta de ellos y todos se han puesto de mi lado para lanzar cañonazos contra ellos. Tampoco contaba con conseguir protectores entre aquellos a los que más ninguneo, pero eso ha sido. Una de las águilas que vuelan más alto en mi empresa ha notado mi presencia y cada vez que en alguna de mis batallas la cosa no está clara, interviene y la resuelve a mi favor.

Los juegos laborales y los de la vida son juegos de guerra, conspiramos y planeamos estrategias para ganar batallas. Y en este tipo de juegos, mis limitados recursos son capaces de funcionar al ciento veinte por ciento. Ahora debería dedicarme a buscar la causa por la que no puedo contar los monitores del avión y entrenarme para superar esa pequeña pero molesta debilidad.


6 respuestas a “¿Por qué no los puedo contar?”

  1. Jo, Sulaco, como decimos los de Madrid es que no tienes abuela…
    Si lo que dices de ti mismo es cierto (y no distorsionado) no tendrás que preocuparte. Suerte

  2. jajajaja Lo tuyo es un poco como el tio que intenta una y otra vez el suicidio porque no lo quiere nadie, y a cada fracaso lo quiere mas gente…jajajaja
    Para el problemita del cálculo de cuantas pantallas hay, te concentras y te imaginas una pantalla cuadriculada grande que contiene a las demás, está chupao…jajajaja
    Salud

  3. Hay varios estudios que afirman que la (mucha) inteligencia no sólo no garantiza el éxito personal sino que, además, puede jugar en contra. Vamos, que o tipo de inteligencia normal con éxito profesional y social o tipo muy inteligente pero depresivo y solitario. ¿Te preocupa poder contar de un mirada los monitores?

  4. saulo, me divierte no poder hacerlo y lo sigo intentando. Me preocupan otras cosas, como arreglar el jardín o planificar la próxima sesión de cine y maximizar el tiempo.

    Inés y Teresa, de siempre he tenido mi visión positiva de la vida. Y me gusta recordarla. Así, si el viernes me dan el finiquito, lo cual es poco probable en base a los rumores, no me podrán llamar hipócrita o amargado. Me iré bien contento y con un huevo de pasta en el bolsillo.

    Genín, si tengo que ponerme a imaginarme una cuadrícula estamos jodidos, entonces sí que no cuento ni una.

  5. Que le den por saco a los monitores… yo también suelo dar puntuaciones bajas en los IQ, pero vamos… como que me la trae floja. Soy feliz en mi ignorancia.