El relato de este viaje comenzó en Volando con los reyes del cielo europeo. También podéis encontrar más información en la Mini guía de Dublín de Pintor y que no se nos olviden las fotos del Álbum de fotos de Dublín.
Ya han pasado unas semanas desde que estuve en Dublín y va siendo hora de plasmar por escrito todo lo que vi e hice durante ese fin de semana largo en la capital Irlandesa. El primer día llegamos de noche y no nos dio tiempo de hacer nada. En el aeropuerto nos compramos la The 3-Day Freedom Ticket, una tarjeta que por 25 euros te permite usar el autobús que une el aeropuerto con la ciudad (Aircoach), todos los autobuses de la ciudad y también los turísticos (City Tour). Todo esto durante 3 días consecutivos (ojito, tres días y no 72 horas. Si lo estrenáis el viernes por la noche os durará hasta el domingo a la medianoche. En algunos hoteles y pensiones se puede conseguir por 24 euros pero no siempre es así y si tenéis que ir desde el aeropuerto a la ciudad os costará mucho más que lo que os ahorráis.
En mi primera visita a Dublín, hace unos años, me quedé en casa de un colega que supuestamente vivía en la periferia. Aquello era el Más Allá, el quinto coño a casi tres cuartos de hora del centro. De ese viaje recuerdo mayormente que siempre estábamos en la guagua. En esta ocasión nos quedamos en unos apartamentos a medio camino entre la estación Heuston (Heuston Station) y la zona de Temple Bar, muy cerca del National Museum. He de decir que nos sorprendieron gratamente por lo limpios y bien organizados que estaban y por lo rápido que llegábamos al centro desde allí. Se llaman Ellis Quay Apartments y puede ser una opción válida para muchos.
En nuestra primera mañana nos fuimos al centro a desayunar en plan típico. El desayuno irlandés es como un almuerzo español, una cantidad obscena de comida a la que si no estás acostumbrado te deja medio doblado. Después del atracón mañanero comenzamos con el City Tour mientras llovía copiosamente. Nuestro plan era bastante flexible y en vista del tiempo elegimos para el primer día visitar lugares cubiertos y dejar los paseos para el día siguiente. Nuestra primera parada fue en el Trinity College, un complejo de edificios precioso perteneciente a la universidad y que se remontal al siglo XVI, cuando la reina Isabel I mandó crearlo. Se pueden visitar los jardines y os sorprenderá el verde intenso del césped. El Campanile está en el centro de todo el complejo y es un encantador campanario bajo el que seguro que se han susurrado infinidad de secretos. Si queréis ver el Book of Kells, un libro del siglo IX que todos veneran, tendréis que pagar para entrar. Enfrente del Trinity College está el Banco de Irlanda, un edificio que anteriormente fue el Parlamento hasta que a comienzos del siglo XIX lo disolvieron y se vendió el edificio al Banco de Irlanda. El edificio se puede visitar gratuitamente de lunes a viernes.
Después continuamos nuestra ruta hacia la Christ Church Cathedral, la catedral católica de la ciudad. a esas alturas no llovía, diluviaba y nos lanzamos de cabeza hacia la iglesia. Mintiendo un poco con la edad de mis padres los conseguí colar como ancianos y así nos ahorramos una pasta porque la entrada a la catedral vale 5 eurolos. A la entrada os recibe alguno de los curillas que trabajan allí, vestido con el habitual traje de cuervo del reverso tenebroso y tras sablearnos nos dieron un panfleto y nos dejaron pasar. El edificio es soberbio y lleva en el lugar desde el siglo XII. Hay multitud de rincones en los que pararte a hacer alguna foto. Me gustó mucho el Atril Medieval de Latón, una maravilla del siglo XV y la Capilla de Nuestra Señora, así como el Coro. Lo mejor estaba en los sótanos, la Criptaes única.
Al salir continuamos hasta la siguiente parada que era en la St. Patrick’s Cathedral o Catedral Nacional y Colegiata de San Patricio. El conductor del tour nos había advertido para que no entremos porque es protestante, aunque lo hizo en plan de cachondeo. Nos recibió el Deán que nos sableó cinco euros por persona y cuatro a los ancianos. Esta es la iglesia más grande de Irlanda y aunque me gustó más la Christ Church Cathedral hay que reconocer que impresiona. Se dice que San Patricio bautizaba conversos en un pozo que existió en el parque junto a la catedral. Como los cuervos anglicanos se pueden casar en la catedral hay enterradas unas cuantas esposas de los colegas y al parecer uno de ellos consiguió apalancar en el lugar tanto a su esposa como a su querida. Decir que en esta catedral está enterrado Jonathan Swift, el autor de los viajes de Gulliver.
Seguía lloviendo y nos saltamos varias paradas para ir a almorzar en Heuston Station, muy cerca de donde nos hospedábamos. Si lo llego a saber hubiéramos almorazado en el Ryan’s Victorian Bar, muy cercano y que es uno de los pubs de estilo Victoriano que queda. Por el lugar han pasado todo un rosario de famosos. Sobre la estación de Heuston, decir que fue construida en el siglo XIX y desde ella salen los trenes que se dirigen hacia el sur y el oeste del país. El edificio tiene ese regustillo británico que vemos siempre en las películas.
Tras comer fuimos a la Old Jameson Distillery en donde pese a que ya no se fabrica el whisky, te dan un paseo por las instalaciones y aprendes un montón de cosas sobre el fascinante mundo de la elaboración de dicho brebaje. La entrada cuesta 8.75 euros con cupones de descuento. Muy recomendable es tomarse un café irlandés en su bar mientras esperas a que comience el tour. Al acabar el mismo te dan un vasito de whisky que te calienta la tripita y te deja tan contento. Decir que esta destilería fue fundada en el siglo XVIII y que la diferencia fundamental con el whisky escocés está en que para conseguir su producto se producen tres destilados y la forma en la que se tuestan los ingredientes también es distinta. Parte del sabor del whisky viene de los barriles, que se compran en España de los que se usan para hacer el Jerez. Muy cerquita está the Chimney (la Chimenea), pero no pudimos subir porque está cerrada por restauración. Se supone que desde allí hay unas vistas muy bonitas de la ciudad.
Ya estábamos algo cansados así que continuamos hasta el final de la gira en O’Connell Street y aprovechamos para hacer las compras turísticas entre una multitud que tiraba dinero a raudales adquiriendo regalos navideños. Llovía mucho menos y eso nos permitió también pasear un poco por la zona y cruzar un par de puentes sobre el río Liffey.
Para cenar encontramos un restaurante italiano que no estaba mal y así acabó nuestro primer día en Dublín.
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