Hace unos años que estuve de visita en Omán y acompañé el relato de aquel viaje con varias fotos, en un formato un pelín diferente al que uso en la actualidad. La foto a la que hoy damos la bienvenida al club de las 500 lformaba para de la historia Omán sexta parte ? Sur y de vuelta a Moscate.
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La historia de los Unicejulares
Uno que ha estudiado a los grandes y que se sabe la vida de la Pantoja al dedillo no deja de darle vueltas al cerebelo ni cuando está tirado en la playa, en paños casi menores, con todos sus pelos al sol y por culpa de esos calentones termina pensando en cosas en las que no debería. La semana pasada, mientras sufría una de esas crisis de calma y reconciliación conmigo mismo y mis interioridades miraba yo hacia el horizonte infinito del océano Atlántico y disfrutaba con el batir del mar sobre las rocas de la agreste costa de la Garita cuando la palabra unicejular cruzó mi mente. En aquel instante me compadecía de todos esos pobres y toda esa gentuza a la que Dios ha castigado teniendo un PC y no un MAC y supe que una de mis múltiples misiones en esta vida sería el contar la historia de los unicejulares y hablar por ellos, cual Portavoz de los Muertos en plena faena. Hoy, queridos lectores, ha llegado ese momento.
Los Unicejulares son esos hombres y mujeres de ceja única que todos conocemos y que el gran Dios de los cristianos puso en este mundo por una razón específica. Sin saberlo han formado parte de nuestra historia y desde el comienzo de los tiempos los hemos mirado de reojo y con algo de desconfianza. Son una casta de descastados, gente ingrata y poco cariñosa a la que necesitamos porque su papel es muy necesario. No vamos a ir por todos los periodos históricos porque no acabaríamos nunca pero por ejemplo en el gran Egipto eran los capullos de los sacerdotes, unos cabronazos que jodían al populacho y regulaban las vidas de los demás para mayor gloria del faraón y desespero de la plebe y en esa época gustaban de afeitarse la testa. En su rol procuraban abusar tanto como podían y por ello eran odiados. De su perversa imaginación surgieron ritos que había que seguir para conseguir algo y se reservaban el derecho divino de cambiarlos cuando y como les convenía.
En la Edad Media los teníamos metidos en los monasterios, con ese pelado moldeado con escupidera que hemos visto tantas veces en el cine y copiando sin parar libros y más libros mientras conspiraban, envenenaban y falseaban tanto como hiciera falta. Bajo su abnegada dedicación divina subsistía su Plan Maestro para dominar el mundo y usaron la religión tanto como pudieron.
Saltándonos un par de épocas llegamos a mediados del siglo veinte. Las religiones estaban en declive, su poder menguaba segundo a segundo y hasta la aparición de la informática no encontraron una tabla de salvación a la que agarrarse con fuerza. Según iban pasando los años se fueron haciendo más fuertes, fueron creciendo como grupo, abandonaron sus madrigueras en las que estaban escondidos desde tiempos inmemoriales y sintieron la suficiente confianza para dejarse ver en el mundo exterior. A comienzos de los ochenta ya se oían rumores de su existencia y la gente se preguntaba con curiosidad por ellos y fue a finales de esa década cuando se produjo la gran explosión y saltaron a la palestra.
Los unicejulares se reencarnaron en los informáticos, ese grupo de gente extraña que soluciona vuestros problemas con las diabólicas cajas frente a las que pasamos la mayor parte del día. Pasaron a controlarnos, a dirigirnos, a saber lo que hacemos, con quién, cuando, como y donde y nosotros, almas puras e inocentes, les dimos todo ese poder sin pararnos a pensar en las consecuencias. En cada empresa, en cada colegio, en cada rincón de nuestro mundo surgió un unicejular que supuestamente estaba allí para facilitarnos las cosas. Siempre con su característica ceja única que los identifica, siempre con esas gafas de culo de botella y siempre provocándonos ese desasosiego cuando por desgracia tenemos que tratar con ellos.
Su desvergüenza llegó a tal extremo que nombraron un Sumo Sacerdote y a nosotros nos pareció bien. Crearon su corporación diabólica, esa que ha reglado nuestras vidas con productos raramente innovadores, difíciles de usar, absurdamente adorados por los comemierdas que siempre han pululado por esta tierra y para mayor cachondeo, le pusieron un nombre que da a entender que es una empresa pequeña de software. ?nicamente un pequeño grupo supo ver la amenaza y trataron de contrarestarla con una empresa que tira de la mismísima Biblia para recibir su nombre y que se identifica con ese objeto que nos puso en el camino de la perdición. Los pocos que la seguimos sabemos que nuestro es el Reino y pese a perder esta guerra aún confiamos en ganar la batalla contra el mal.
En este siglo veintiuno en el que nos ha tocado vivir, los unicejulares dominan nuestro mundo con sus sistemas operativos deficientes, sus equipos sin glamour, sus pantallazos azules, sus incomprensibles mensajes de error y su prepotencia a la hora de no permitir la competencia y solo un puñado de bravos guerrilleros sabemos que detrás de cada unicejular lo que se esconde es el mal en su estado más puro. Piensa en ello la próxima vez que te compres un ordenador, decide si quieres recuperar tu libertad o depender de uno de esos unicejulares que disfrazados como amigos se pasan por tu casa día sí y día también para arreglar tu equipo, instalarte ese nuevo software ilegal o configurarte aquello que al parecer tanto necesitas. En el Reverso Luminoso de la Manzana te seguiremos esperando. ¡Abre los ojos!
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Estallido de color en el club de las 500
Hace frío, hay muy poca luz y me apetece ver algo florido por aquí para alegrarme el día. Hoy damos la bienvenida al club de las 500 a este Estallido de color que pudimos ver por primera vez hace casi año y medio.
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Un retorno casi perfecto
El regreso a Holanda habría sido dulce y placentero de no ser por el horario de salida de mi avión a Madrid. El día de Reyes, a las 7.05 de la mañana despegábamos de Gran Canaria y eso me obligaba a ir al aeropuerto alrededor de las cinco. Como la víspera de Reyes es una gran celebración en el barrio antiguo de la ciudad de las Palmas, salí esa noche con amigos y llegué a mi casa a las cuatro menos cuarto, con el tiempo justo para echarme una siesta de una hora y ducharme.
El aeropuerto hervía de agitación, con colas gigantescas de nativos y turistas y todos al parecer partíamos a la misma hora. Después de facturar desayuné y me dediqué a buscar una almohada cervical porque la que tenía se me picó. Esto no lo creerá nadie pero en ninguna de las múltiples tiendas del aeropuerto las tenían. Puedes comprar todo tipo de mierda libre de impuestos y aún así un treinta por ciento más caro que en cualquier tienda con impuestos y no puedes encontrar la dichosa almohada. El cortado y el cruasán que compré costaron más que un menú de restaurante de comida rápida.
A la hora del embarque todo el mundo se lanza a formar una cola que después los de Air Europa se pasan por el forro y organizan su propio embarque por filas, con un tipo que parecía sacado de un bingo porque anunciaba una fila,luego otra, luego un grupo de cuatro, luego diez de ellas y nadie llegó a comprender muy bien el concepto. Una vez dentro del avión me quedé dormido inmediatamente y para cuando me desperté ya había pasado más de una hora. Los asientos de mi fila estaban rotos y se reclinaban sin que puedas hacer nada para evitarlo así que estaba totalmente repatingado hacia atrás, algo que odio que me hagan. Los tres asientos tenían el mismo problema.
Después de aterrizar en Madrid, como tenía una hora y media, me busqué un rincón tranquilo para matar el rato. En las terminales 1, 2 y 3 de ese aeropuerto han cometido la mayor de las aberraciones creando unas celdas de cristal espaciadas a lo largo de todo el recinto en las que se permite fumar. El pestazo es tan grande que se extiende a cincuenta metros alrededor de esos focos de cáncer y muerte. Hay que ser profundamente retardado para meterse en uno de esos sitios a respirar ese aire putrefacto.
A la hora prevista comenzó el embarque de mi vuelo con KLM a Schiphol. Al entrar en el avión me encuentro conque mi asiento está ocupado por una tipa. Posiblemente hay mil millones de formas de afrontar el problema que terminan intercambiando el asiento y solo una en la que me tocan los huevos y le pido que levante su sucio coño de allí y se busque el suyo y ella usó esta última. Hay gente que me ve como una bellísima persona (que lo soy) y me consideran incapaz de un acto de crueldad de cualquier tipo y seguro que les sorprendería verme sonriendo y repartiendo saña y odio sin que se me arquee una ceja.
Mi segundo vuelo del día lo dediqué a ver un episodio de mi nueva serie española favorita y a escuchar algunos podcasts. Al llegar me quedé en el avión esperando que se vaciara ya que parece que soy el único que sabe lo que tardan las maletas en salir. En mi caso mi trolley está tratando que lo perdone y le permita seguir sirviéndome y se lo curró apareciendo el segundo, algo que sabe que yo sé apreciar. Con todo el tiempo del mundo y después de pasar de las cálidas temperaturas grancanarias al frío holandés compré mi billete de tren y me marché a casa.