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  • Volando con los reyes del cielo europeo

    26 de diciembre de 2007

    Ahora que lo pienso resulta extraño que durante todo este tiempo he volado con un montón de compañías aéreas y sin embargo las dos más importantes en Europa nunca había sido una opción. Yo lo achaco a los destinos que tienen ambas desde Holanda, que no me interesaban bastante o podía conseguir alternativas de igual o mejor precio volando con otros, como Vueling, compañía con la que he visitado Valencia, Madrid y Barcelona y que en Enero me llevará a Sevilla.

    Aprovechando que mis padres estaban de visita organicé un par de escapadas, la primera a Roma y la segunda a Dublín. Sobre la una no he hablado ya que nunca tuvo lugar, hubo una huelga de transportes en toda Italia y se cancelaron los vuelos a ese país. Fue un buen recordatorio de por qué vivo en un país de Primer Mundo. El otro viaje comenzó en un taxi camino de la estación de tren de Utrecht desde donde tomamos un Intercity a la ciudad de Eindhoven, conocida por ser el lugar en el que nació la compañía Philips y por el equipo de fútbol PSV Eindhoven. Hasta el más torpe puede deducir de donde viene la P del nombre del equipo ??

    Desde la estación de tren tomamos el autobús que nos llevó al aeropuerto de Eindhoven, ciudad desde la que vuela Ryanair en Holanda. Un día de estos contaré las diferentes formas de llegar desde ese aeropuerto a Amsterdam para aquellos que llegan aquí a través de la magia de los buscadores. Hacía un par de años que no pasaba por allí y ha cambiado un montón. Han inaugurado la nueva terminal, una bombonera preciosa y de tamaño amigable que resulta un placer para el pasajero. Como teníamos las tarjetas de embarque fuimos directos al control de seguridad. Ryanair es diferente a otras líneas aéreas en la forma en la que abordan el concepto de volar. Ya lo notas cuando estás comprando el billete en su página web. Según lo que eliges pagas más o menos y la norma es que las cosas tienden a ser gratuitas cuando no requieren la intervención de humanos. Tuvimos que pasar un control de pasaporte, algo exótico en estos cielos abiertos que tenemos en Europa e imagino que los irlandeses, al igual que los británicos, no pertenecen al Universo Schengen. Nuestro avión llegó media hora antes de la salida del vuelo. Ya me habían contado que eso de no tener asientos asignados es un cachondeo y termina ayudando a sentar a la gente más rápido pero hasta ahora no había podido comprobarlo. Lo cierto es que por haber facturado por internet estábamos en el pelotón de salida, el grupo al que se permitía correr en primer lugar. nos pusieron en nuestras posiciones para la carrera y cuando la azafata de tierra abrió la puerta allí hasta el más pijo perdió la dignidad corriendo por la pista del aeropuerto hacia el avión para conseguir un buen asiento. Una vez apalancados en nuestras butacas de un avión impecablemente nuevo descubres los detallitos que hacen tu vuelo más placentero, como el que no se pueden reclinar los asientos y de esa forma el hijoputa que siempre se sienta delante tuyo no puede amargarte el vuelo o que no hay bolsa en el asiento de delante y no tienes que molestarte en guardar la mitad de toda esa morralla que arrastramos siempre para las dos horas que andamos sentados en el aire.

    En un pis-pás estábamos todos dentro, cerraron las puertas, nos explicaron las medidas de seguridad, esas que hemos oido mil millones de veces y quizás alguna más y que básicamente son inútiles porque en el hipotético caso de una desgracia a lo único que podemos aspirar es al documental de Discovery Channel en el que cuentan qué fallo y como murimos todos. El avión despegó exactamente a la hora prevista y en los noventa minutos que estamos en el aire nos intentaron vender comida y bebidas, artículos de puro-lujo-maría, billetes de una lotería de Ryanair y el almanaque de las chochas que trabajan en la empresa y que son reales, las puedes encontrar en tu vuelo. Es siempre bueno recordar que al contrario que cierta compañía de bandera con azafatas expulsadas del Inserso por viejas, las otras aerolíneas del continente parecen comprender que una tía a la que se han caído los pelos del chichi por haber llegado al otoño de su vida no se merece el suplicio de la compresión y descompresión aérea.

    El detalle peculiar de este vuelo y por lo que lo recordaré fue un irlandés de pura cepa que se sentaba delante de nosotros. Era el típico pelirrojo, lleno de pecas, con cara de buena persona y que en las películas americanas siempre trabaja de bombero o de policía en Nueva York. El colega detuvo a la azafata cuando pasaba con los líquidos y se agenció dos botellitas de vino que se tomó de un trago como quien se bebe un refresco. El hombre ya indicaba por su tufillo que traía alguna cerveza como equipaje de estómago y después del supremo acto de la ingestión del vino entró en un sopor permanente que hizo que nos olvidáramos de él completamente. A la hora de aterrizar, cuando avisaron para que la gente se amarre al asiento con esos cinturones de cachondeo el tipo estaba tan dormido que no se enteró. Se vino un azafato que obviamente pertenecía al clan del Julandro como certificaba la botellita que colgaba de su cinto para recoger el aceite que va perdiendo y de esta forma no poner perdida la moqueta y sin tocar al hombre trató de despertarlo, lo cual no funcionó. El tío estaba totalmente ido. Vinieron dos azafatas más que hicieron coro con él para gritar al pelirrojo pero este no atendía las llamadas. Deben haber tenido algún tropezón con irlandeses en vuelos anteriores porque lo de sacudirlo no parecía una opción válida. Finalmente se rindieron y comenzaron a agitar al tipo, no ese cariñoso meneo de un ser querido con el que abres los ojos y vuelves al mundo real desde tus tierras de fantasía sino una vibración brusca y arrítmica que no parecía alcanzar el cerebro de la víctima. Intentaron incluso ponerle ellos el cinturón, entre risas y cachondeo con los pasajeros del vecindario pero no pudieron. Finalmente pasaron al plan de emergencia y lo cachetearon con saña y cariño mientras le sonreían para que se encuentre un buen cuadro al despertar. Cuando lo hizo estaba totalmente desorientado y no sabía ni donde andaba ni por qué dos tipas buenas y un hombre de hábitos sexuales distintos lo miraban y le hablaban todo el tiempo indicándole algo que no sabía que era. Le repitieron una y otra vez que se abrochara el cinturón para aterrizar y cuando finalmente captó el sofisticado concepto el avión ya tenía las ruedas danzando en el aire y debían faltar un par de minutos para tomar tierra.

    Según se marcharon corriendo a sus puestos se volvió a dormir y cuando llegamos y comenzó la evacuación inmediata de todo el personal abordo, el tipo estaba de nuevo más pa’llá que pa’cá. Los dos que se sentaban a su lado optaron por pasarle por encima y dejarlo allí durmiendo su borrachera. Nosotros nos tomamos las cosas con calma y para cuando salimos el hombre se había despertado, notó que la mayor parte de la gente ya no estaba en el avión y salió a escape con sus cosas hacia la terminal del aeropuerto de Dublín, a donde llegamos puntualmente.

    Y así culminó mi primera experiencia con Ryanair, una compañía que te da exactamente aquello que habías pagado y que aún nos permite volar entre ciudades europeas a precios asequibles, que por sesenta y cinco euros un vuelo de ida y vuelta de Eindhoven a Dublín es todo un chollo. De la estancia en Dublín y lo que allí aconteció hablaré en otra ocasión.

    Puedes seguir leyendo el relato de este viaje en Primer día en Dublín. Lluvia y encuentros divinos

  • Claustro de los Reyes

    26 de diciembre de 2007
    Claustro de los Reyes

    Claustro de los Reyes, originally uploaded by sulaco_rm.

    Este es el mayor de los claustros del Monasterio de Santo Tomás y en el se encontraba el palacio de verano de los Reyes, el cual es ahora un museo de Arte Oriental. Tuvimos mucha suerte el día que lo visitamos porque fue algo temprano en domingo y no había nadie e impacta bastante el caminar por estos lugares en los que hay más de quinientos años de historia.

  • El regalo de mi empresa por la Navidad

    25 de diciembre de 2007

    Cada año los cerebros pensantes de la empresa en la que trabajo se lo han de currar buscando alguna basura totalmente deleznable con la que calentarnos la sangre y recordarnos que el odio es el estado natural del empleado hacia sus directivos. Recordaréis como en años anteriores ya hemos tenido buenos ejemplos de estos regalos mierdosos que se han convertido en motivo de mofa y cachondeo entre el populacho como aquel del 2005 o el aún más miserable del 2006.

    La entrega de los mismos es una ceremonia aburrida en la que el CEO de la compañía se agarra al micrófono y debe pensar que es una polla calentita y apetecible porque no lo suelta ni de coña y habla y habla durante una hora y media contando mentiras, falseando datos, manipulando realidades y todo eso pensando que nosotros nos las tragamos. Yo me siento en la parte de atrás del gran salón y junto con un pequeño equipo de abnegados empleados vamos soplando hacia las filas delanteras las verdades y de cuando en cuando alguno lo interrumpe, le hace una pregunta y el tipo o se hace el tonto o se tiene que desdecir de lo que acaba de soltar mientras nosotros nos partimos el culo de risa.

    Otra de las tradiciones es que nos dan vino durante estas asambleas. Este año han cambiado a vino caliente alemán después de que ciertos empleados entre los que quizás me incluyo desvelaran el gran secreto de la empresa de Catering: las copas que sobran de un evento a otro las vuelven a meter en las botellas con un embudo, las cierran y aquí paz y en el cielo gloria, gloria, aleluya. Al principio nadie nos quería creer y tuvimos que elegir a un par de personas de indudable credibilidad que después de presenciar el milagro de las botellas que se rellenan nuevamente por intervención humana, dieron fe y la gente dejó de beberlo, provocando una gran desazón en los adefesios que se encargan de vaciar y volver a llenar las botellas.

    Así que el jueves, en mis dos últimas horas antes de irme de vacaciones de Navidad, estoy allí sentado, escuchando trolas y viendo por la ventana todo el bosque de Anna’s Hoeve completamente blanco por la nieve y no dejo de rezar para que acabe de una vez el masque que nos está echando el colega, el cual ni siquiera preparó él y por tanto es incapaz de responder a las preguntas que de cuando en cuando alguien le hace. Finalmente termina y salimos en estampida a recoger nuestro regalo porque las colas son como en Cuba. El cabrón de recursos inHumanos siempre quiere entregarlos en mano pero yo preferí a ese trozo de carne follable que es la secretaria mayor del reino, una tipa de la que se desconoce si posee masa cerebral alguna pero que tiene un envoltorio de escándalo. Dicen que consiguió el puesto por sus méritos pero aún no se sabe a cuales se referían porque por no saber, no sabe ni mandar correos electrónicos.

    Tras hacerme con una de las preciadas cajas, tiré en el contenedor de reciclado de papel más próximo la carta que la acompaña y que no me interesa para nada y me marché a casa para abrirlo y sentir esas chispas de excitación con su contenido. Este año era mucho más ligera que en los anteriores y por el ruido parecía contener solo un objeto. Como lo he de llevar a lomos de la Dolorsi, se agradece la ligereza puesto que el año pasado lo tuve que desempaquetar y arrastrar a mi casa entre la mochila y un par de bolsas y casi me deslomo con todos aquellos productos que ni siquiera me comí por miedo a envenenarme.

    Regalo de Navidad

    En la foto podéis ver la caja antes de abrirla. El mensaje en holandés viene a decir (en traducción en caída libre) algo así como Tienes que creértelo y eso mosquea aún más. Si hasta lo tienen que escribir por fuera de la caja no puede ser nada bueno.

    Regalo de Navidad
    Al abrirla me encontré con dos objetos. Uno era una botella de vino francés al que cuando vuelva a Holanda le haré un google para saber si es vino de dos o de cuatro eurolos. Lo otro es un folleto con un web en el que aparentemente puedes encargar lo que quieres y supongo que te lo envían a tu casa. No tuve tiempo de mirarlo así que no puedo opinar pero dada la gran tradición de la compañía, serán productos de reputada calidad como esos que se pueden comprar en lidl, aldi o cualquier tienda de todo a un euro.

    Después de comprobar varias veces que en el interior de la caja no habían billetes de cinco, diez, veinte o cincuenta euros, la dejé donde mismo la abrí y salí a escape con mis maletas para comenzar el retorno a España por Navidad.

  • La atípica vuelta a casa por Navidad

    25 de diciembre de 2007

    Para mi el viaje más horroroso que hago cada año es el de regreso a Gran Canaria por Navidad. Se juntan un montón de pequeños detalles que terminan por resultar molestos. Comenzamos comprando el billete antes de que crucifiquen a Jesucristo ya que esta es la única forma de lograr una tarifa decente en un viaje que incluye una parada en Madrid. Si quisiera volar sin escalas tendría que esperar a que se publique en septiembre la programación de Transavia para navidades y aunque el vuelo es directo, el precio es una puñalada trapera a la cartera del que lo compra ya que por cada trayecto pagas lo que yo por la ida y vuelta. La compañía aérea nacional española no es opción porque no vuelo con esa gentuza desde que me hicieron una putada hace unos años y decidí que de mi dinero no iban a comer y aún espero celebrar el día en el que esa compañía se vaya al infierno.

    Este ha sido el último año que me han dado billete de verdad, de los de antes. Parece que a partir de ahora será un billete electrónico. Parte del encanto de comprar tan pronto es que desde el momento en el que adquiero mi asiento hasta ese en que lo uso cambian los vuelos unas cuatro veces y en cada una de ellas me lo quieren notificar via telefónica por si no estoy de acuerdo. Siempre fracasan en este tema porque mi teléfono tiene una lista de nueve números a los que permito que me llamen y el resto van directamente al contestador y las chamas del servicio al cliente de KLM no gustan de hablar con máquinas o al menos les toma unos veinte intentos repartidos en cinco días el renunciar y dejarme un mensaje en el buzón de voz o mandarme una carta (dependiendo de quien sea la encargada de mi caso). La otra coña es la de no perder el billete o que lo relingue la mucama a la basura. Lo consigo poniéndolo con la ropa de invierno y así para cuando reaparece ya va siendo hora de tenerlo a la vista.

    Por supuesto los horarios para los vuelos siempre son de pena, no sé por qué no me permiten ya las maravillosas conexiones que hacía hace unos años saliendo al mediodía y llegando por la noche a Gran Canaria. Ahora me fuerzan a tomar el primer avión a las siete de la mañana lo que implica llegar al aeropuerto a las cinco, una hora criminal. Este año tenía la gran cena de Navidad con mi mejor amigo y cuasi-hermano el Rubio la noche antes y acordamos que iría desde su casa al aeropuerto en un taxi compartido que solicité a través de la página web del aeropuerto de Schiphol. Me informaron la tarde anterior que el taxista me recogería exactamente a las cuatro y diez de la noche para estar en el aeropuerto alrededor de las cinco. Nunca dejará de fascinarme la precisión de los holandeses a la hora de organizar estas cosas. Salí de mi trabajo agobiado y cargando el regalo de Navidad, pedaleé hasta la estación con la Dolorsi, llegué a Utrecht y me sorprendió una nevada impresionante, tuve que pedalear a mi casa mientras la nieve me golpeaba en la cara, ducharme, poner las últimas cosas en la maleta, programar la calefacción de mi casa para que se active el modo de vacaciones y después tomar un autobús para ir al centro y desde allí ir en tren a Woerden en donde me recogía la esposa de mi amigo acompañada de sus hijos. Antes de cenar nos fuimos a los canales a ver a la gente patinando sobre hielo y me queda pena irme por eso, ya que debo ser uno de los pocos (si no el único) canarios que practica el patinaje de velocidad y dejo la modestia a un lado para decir que soy muy bueno en ello.

    Tras la cena celebramos mi éxito en el curso de holandés y continuamos la tertulia hasta casi la una y media de la mañana, momento en el que nos fuimos a dormir, en mi caso dos horas y media. A la hora acordada el taxi estaba en la puerta con otro pasajero y antes de ir al aeropuerto pasó a recoger a otra persona. Yo había pedido que como máximo me dejaran allí a las cinco y veinte y por desgracia fracasaron rotundamente ya que llegamos a las cinco y diez. Facturé y al pasar el control de seguridad se montó la Marimorena/em>. Se me había olvidado que en mi trolley de mano llevaba una lámara Philips LivinColors idéntica a la mía para mi amiga Plus. Uno de estos días tengo que hablar de la lámpara, es una pasada, lo mejor para el oscuro invierno nórdico. A través de los rayos X parecía una compleja bomba y varios tipos se acercaron a mí para que les enseñara el contenido y comprobar que no era un jodido terrorista islámico de esos que tanto abundan. Tras comentarles las excelencias de dicha lámpara y lo sencillo que es su uso me dejaron seguir y me fui al rincón de los ordenadores para conectarme por última vez usando mi GPRS y mandar unos cuantos correos.

    A la hora del embarque yo estaba en la cola y se fue retrasando minuto a minuto hasta que pasados unos veinte nos permitieron entrar. Como todo el mundo va cargado hasta la bandera, los compartimentos superiores terminan a reventar. Cuando ya parecía que nos íbamos el piloto nos dijo que teníamos que esperar algo más de media hora por cinco que no habían llegado por retraso de su vuelo anterior. Me quedé dormido y me desperté cuando entraban y pude escuchar que dos de nuestros pasajeros con equipaje facturado no habían aparecido y por tanto tenían que sacar su equipaje lo que tomaría otros quince minutos y tras esto íbamos a perder otro cuarto de hora porque el avión estaba totalmente congelado por fuera y lo tenían que llevar a la plataforma en la que lo rocían con líquidos anticongelante. Todo eso me lo perdí porque volví a dormirme y me despertó el olor del desayuno. Comí y entré en trance nuevamente hasta Madrid, ciudad a la que llegamos con casi dos horas de retraso. Nos avisaron que los que íbamos a Gran Canaria aún podíamos hacer nuestra conexión si corríamos y eso hice, empujé viejecitas, pisoteé niños sudamericanos, aplasté pencas y pellejas y tras una maratón que me dejó sin aliento estuve en la puerta del avión de Air Europa que me traería a Gran Canaria. En el avión nos habían dicho que había huelga del servicio de handling de tierra y que no tuviéramos muchas esperanzas con nuestro equipaje si nuestro destino final no era Madrid.

    El vuelo a Gran Canaria supongo que fue tranquilo aunque no lo sé a ciencia cierta porque me dormí y no me desperté hasta media hora antes de aterrizar. El avión iba hasta la bandera de gente. Al tomar tierra esperé y esperé y esperé por mi maleta pero no llegó y finalmente tuve que presentarme en el mostrador correspondiente para que escribieran el parte de pérdida. Por suerte la lámpara venía conmigo 🙂 Es la primera vez en casi ocho años que mi trolley de Samsonite me falla y no creo que le perdone el que me haya dejado tirado en el aeropuerto de esa forma. Me compraré otro y a este lo desterraré al ático de mi casa para que guarde cosas viejas.

    Y así fue como volé a Gran Canaria por Navidad. Os recuerdo que aquellos que viven por aquí y quieren verme el careto ya conocen los sistemas homologados para establecer una comunicación.

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