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  • En el metro

    20 de septiembre de 2007

    Era tan tarde que las calles de la ciudad estaban desiertas. Paseaba despreocupadamente en dirección a la parada del metro. Miró hacia el cielo y vio las columnas de humo creadas por los aparatos de calefacción que semejaban bosques fantasmales. En ese momento tuvo un escalofrío y se terminó de abrochar el abrigo.

    En las escaleras del metro descansaban los paquetes con los periódicos gratuitos del día siguiente, esperando para que algún repartidor los esparza por el recinto y en la mañana acaben en las manos de sus casuales lectores, esos que buscan matar los minutos perdidos en el transporte leyendo noticias casuales. Pasó junto a ellos y bajó al andén. Estaba solo. Se fijó en los diferentes carteles publicitarios, los mismos de ayer y del mañana, con las colonias y los productos que han cubierto esas paredes desde hace décadas.

    Se fijó en las vías tratando de encontrar ratones, de esos que gustan de comer lo que cae en las mismas y que viven allí debajo sin preocuparse por los trenes que pasan sobre ellos. El panel avisaba que el siguiente metro llegaría en unos diez minutos así que tendría que esperar. Sacó de su bolsillo el teléfono y comenzó a escribir un mensaje: Estoy esperando el metro. Mi corazón late por ti : x y lo envió. Sonrió pensando en la cara que pondría ella, en ese gesto tan característico que hace al mirar la pantalla de su teléfono y esos hoyuelos que se le forman en las mejillas cuando sonríe. La había conocido unos días antes y era como si llevaran toda una vida juntos. No le importaba su vida anterior. En realidad ni siquiera se podía llamar vida. Había sido la espera hasta el momento de conocerla, el día en que realmente nació.

    Buscó en sus bolsillos y encontró una pastilla mentolada. Desde que había dejado de fumar las llevaba para engañar al cuerpo y calmar el vicio. Siempre despreció a los que dejaban de fumar y pensó que nunca lo haría pero ella fue muy clara con él al respecto y no le dio otra opción. Dicen que el amor es ciego y a eso habría que añadir que es tozudo y tenaz. Esa cuesta imposible de subir que era el abandonar el vicio se convirtió en una colina suave que ya estaba a punto de terminar de escalar. Al rebuscar en el bolsillo encontró una de las notas que había tomado durante el día en el trabajo. La tiró en una papelera y comenzó a pasear por el andén.

    Aún quedaban unos minutos para que viniera el tren y seguía solo. Se sentó en un banco a esperar y sacó una moneda para jugar con ella entre los dedos. Lo hacía desde que era niño y con el tiempo se había vuelto un maestro en este arte. Así pasó el tiempo y pronto pudo escuchar el ronroneo lejano que anunciaba la llegada, el cual fue incrementando hasta convertirse en el habitual traqueteo y chirrido de frenos.

    Cuando llegó el metro el vagón en el que entró estaba vacío. Le resultaba extraño, acostumbrado como estaba a viajar dando codazos y con la cabeza de alguien pegada a su sobaco. Se sentó junto a la puerta, la cual se cerró y al instante comenzó a moverse. Tras unos segundos la oscuridad del túnel envolvió al metro.

    Las luces del techo parpadearon y se apagaron justo en el instante en que recibió un mensaje. Normalmente estos cortes duraban una fracción de segundo pero esta vez parecía algo distinto. Cogió el teléfono y volvió a sonreír pensando en su amada. Miró a la pantalla y leyó el mensaje: Vas a ser mío

    Estaba pulsando las teclas para responder cuando notó que el teléfono se estaba calentando y tuvo que soltarlo porque le quemaba las manos. El vagón seguía a oscuras y ahora las paredes comenzaban a adquirir una tonalidad roja. El sonido de las ruedas al rozar los raíles se intensificó y parecían lamentarse. La luz roja parecía sangre que se derramaba por las paredes y corría por el suelo hacia él. La primera idea que le vino a la cabeza fue que se iba a desmayar en ese instante pero no sucedió así. Vio la sangre cercarlo y la luz roja intensificarse y vio como las ventanas desaparecían y todo el tren se iba encogiendo hasta rodearlo completamente con más y más luz roja y finalmente se transformó en un ataúd.

    Giró la cabeza y realmente estaba encerrado en un ataúd y cuando quiso mover las manos los músculos agarrotados no le respondieron. Gritó y se agitó buscando que alguien lo escuchara. Su respiración se volvió entrecortada y la angustia se apoderó de él.

    Ahora comenzó a recordar. Se había desmayado mientras iba al trabajo en metro. Hasta ahí llegaban sus recuerdos. Y ahora estaba encerrado en aquel sitio. Gritó. Empleó todas sus fuerzas para que alguien lo oyera. Seguro que todo era un error y saldría de aquel lugar. Al final se reiría con los amigos. Siguió gritando hasta que se empezó a marear por el aire enviciado y terminó por desmayarse. Esta vez sí que había muerto de verdad. Sobre su tumba, en el cementerio, las flores comenzaban a marchitarse.

  • The Library of Congress

    20 de septiembre de 2007
    The Library of Congress

    The Library of Congress, originally uploaded by sulaco_rm.

    Hoy tenemos una foto del Thomas Jefferson Building de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Estamos hablando de la mayor biblioteca del mundo, con más de 130 millones de volúmenes en su interior y la institución cultural más antigua de los Estados Unidos. Todo libro o revista que se publique en ese país es registrado por ellos. El edificio se puede visitar e incluso uno se puede sacar una tarjeta de lector y sentarse en alguna de las espectaculares salas de lectura.

    La podéis encontrar frente al Capitolio y si tenéis tiempo es uno de esos lugares que hay que visitar cuando estás en la ciudad.

  • Sombras en la noche

    19 de septiembre de 2007

    Abrió los ojos al despertarse de pronto. Estaba muy oscuro, solo unos delicados rayos de luz entraban a través de la ventana y por el tipo de luz que traían debían ser lunares. Pese a no recordarlo supuso que escuchó algún ruido fuera de la casa, quizás un animal pasando junto a la puerta.

    Se dio la vuelta y se puso boca arriba. Sus ojos se comenzaron a habituar a la falta de luz y poco a poco comenzó a discernir las formas de los muebles y las líneas de la habitación. Hacía frío. Se colaba por los bajos de la puerta. Mirando hacia el techo sus ojos creaban formas con las sombras, imaginaban seres que su cerebro inmediatamente etiquetaba. Entre todo ese universo gris destacaba un punto negro, una marca situada directamente sobre ella. Trató de enfocarla pero no había suficiente luz y no podía verla claramente.

    En su cabeza pensamientos sueltos se despertaban y le llegaban por ráfagas. ¿qué preparar para cenar mañana? … Me compro aquellos zapatos que vi el otro día … ¿adonde iremos de vacaciones este año? … Será cierto lo de Teresa … hilos de pensamiento que se sucedían sin orden mientras ella trataba de centrarse y volver a recuperar el sueño.

    El punto negro aumentaba de tamaño lentamente pero aún no podía distinguir lo que era. Fijó su atención en el mismo y por instantes parecía moverse. Aún era muy pequeño. Se llevó las manos a la cara y se restregó los ojos. Quizás era una de esas manchas que vemos en ocasiones al no estar habituados a la oscuridad, esas zonas negras que nos acompañan mientras caminamos por pasillos sin iluminar en nuestro camino hacia el baño y que por la mañana habrán desaparecido. Se fijó en una de las paredes y allí no estaba. Era raro porque si fuera una de esas sombras tendría que verla en el mismo lugar. Cerró un ojo y dejó el otro abierto. Seguía allí, ahora sin perspectiva de distancia pero en el mismo lugar y puede que un poco más grande.

    Cerró los ojos y decidió que no merecía la pena perder el tiempo con aquello, que era mejor volver a los sueños, ya fueran dulces o terribles. El frío le golpeaba un poco en la cara y se tapó dejando solo una pequeña zona expuesta. Aplastó la cabeza aún más en la almohada para que esta la rodeara y notó en sus orejas el frescor de la tela. Se quedó quieta, respirando tranquilamente y no sucedió nada. Esperó un par de minutos y trató de despejar su mente pero no lo conseguía, el cerebro seguía desbocado y no podía dormirse. Abrió los ojos de nuevo.

    La mancha negra era enorme y ahora estaba sobre ella. Trató de enfocarla y después de unos segundos una inquietante idea surgió de algún remoto lugar de su cabeza. Era una araña que descendía desde el techo, una araña grande y peluda que estaba bajando directamente hacia su cara. Ahora la podía ver claramente, distinguía sus partes y la certeza de su descubrimiento la impulsó para saltar de la cama horrorizada.

    Al ponerse en pie y verlo desde otra perspectiva notó que lo que a ella le parecía desmedidamente grande no era más que un pequeño insecto pero aún así no se sintió tranquila. No le gustaban las arañas. Es más, las odiaba. Una sombra se movió tenuemente en la ventana y al mirar hacia allí vio unos ojos que la observaban fijamente. Por fuera de la casa alguien estaba espiándola. Pensó que estaba dejándose llevar por el pánico y que seguro que era una de esas jugarretas de nuestro cerebro al levantarnos y trató de distinguir los contornos familiares del paisaje que se podían ver por la ventana pero seguía viendo una forma humana, quieta y que la miraba atentamente.

    Ahora no sabía si prestar más atención a la araña que se dirigía hacia la cama o a aquella sombra que podía ser una persona. En los instantes que dudó la sombra se movió y ahora no tuvo ninguna duda. La espiaban. Se acercó temblando a la ventana y pudo ver la fugaz estela de una vieja que corría por el camino alejándose de la casa, cubierta con telas negras y con unas manos arrugadas y a las que la luz de la luna volvía grises agarrando un palo alargado. La vieja se detuvo después de unos pasos y miró hacia atrás y en su rostro pudo ver odio y rencor.

    Se acercó a la mesilla de noche y cogió el teléfono. Estaba apagado. Pulsó con desesperación el botón de encendido y la espera hasta que el teléfono estuvo operativo le pareció interminable. La araña ya era historia, no le preocupaba en absoluto. Ahora lo que quería era pedir ayuda a alguien. Se sentó en el borde de la cama para hacer la llamada y tras unos momentos se acordó de la araña. Saltó como un resorte e inmediatamente sintió picores por todo su cuerpo, como si la araña se hubiera multiplicado y cientos de ellas la atacaran.

    En todo este tiempo no se le había ocurrido encender la luz, seguía en la penumbra. Fue en el momento en el que activó el interruptor cuando vio el hacha alzado en el aire y cuando reaccionó y fue a gritar lo sintió golpeándola en el cuello y separando la cabeza del cuerpo. El cuerpo se desplomó mientras la cabeza golpeaba la pared y rebotaba cayendo sobre la cama. La boca seguía abierta, como si siguiera a punto de lanzar su alarido. La sangre comenzó a extenderse por las sábanas mientras la araña corría asustada por la luz y se refugiaba dentro de la boca.

  • U.S. Supreme Court

    19 de septiembre de 2007
    U.S. Supreme Court

    U.S. Supreme Court, originally uploaded by sulaco_rm.

    El U.S. Supreme Court Building (Edificio de la Corte Suprema de los Estados Unidos) es bastante reciente. Fue inaugurado en 1935 y se encuentra justo al lado del Capitolio, en el número 1 de la 1st St. N.E. de Washington D.C. Parece un gran templo antiguo con esas grandiosas columnas y las dos figuras que flanquean la entrada, a la izquierda la contemplación de la Justicia y a la derecha la autoridad de la Ley. Casualmente el día que hice la foto había algún tipo de rueda de prensa y a un lado estaban congregados un montón de periodistas helados de frío y esperando que salieran aquellos que tenían que hablar. Como curiosidad decir que una de las salas interiores está revestida de mármol español.

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