Después de una primera parte fantástica y una continuación que superaba la prueba con nota, imagino que todos estábamos espectantes ante la tercera y supuestamente última parte de una de las sagas más exitosas de los últimos años, una película que nos devuelve a nuestra niñez y a aquellas tardes de sábado en las que la única cadena de televisión disponible nos deleitaba con el cine de piratas. Esta tercera parte se llama Pirates of the Caribbean: At World’s End y en español Piratas del Caribe: en el fin del mundo.
Un julay muerto y sin enterrar se multiplica por cero y acaba en el infinito
Creo que todos los que fuimos al cine esperábamos más de lo mismo y teníamos la voluntad decidida de divertirnos a cualquier precio pero algo falló. Sin contar con la excesiva duración de la película, el problema parece estar en la historia, o en lo complicado de la misma. No sé muy bien de qué trataba la película porque me perdí en algún punto y no pude retomar el hilo. Al principio la idea era de ira al fin del mundo y rescatar al capitán Jack Sparrow pero se complicó la cosa, este último se multiplicó y dividió sin que sepa muy bien por qué y los buenos se volvieron malos, los malos se quedaron como malos y los comparsas que solo rellenan escenas hasta consiguieron personajes con frases que no venían a cuento.
Así que navegamos por aguas cenagosas, con un montón de escenas geniales a las que falta continuidad, sin un hilo argumental que las enlace y nos haga disfrutar de la historia y como hemos de permanecer en el cine durante TRES HORAS llega un momento en el que te fijas en la gente que va al baño, sientes la tentación de mirar si tu teléfono móvil sigue en hora y te palpas las uñas para comprobar si tienes que cortártela. Y tras estas pequeñas micropausas vuelves a prestar atención y ves que en la pantalla alguien sigue hablando y hay unos colores bonitos y todo el mundo sobreactúa y el subnormal ese que participó en la saga de los Julandrillos aún no ha aprendido a actuar y rezas para que lo maten de una vez porque es malo con ganas y hasta él debe saberlo y la tipa que le ha tocado como novia lo mira con ojos de cerdo degollado y él no responde a la mirada porque no puede, porque en sus limitadas habilidades como actor peripatético no incluyeron la opción de responder a mirada penosa y solo sabe poner su cara de poker y la escena se alarga hasta que Jack Sparrow vuelve a aparecer en escena y con sus gestos amanerados dice alguna chorrada que consigue algunas risas cansadas entre el público que aún no se ha dormido.
Todo este espectáculo está envuelto por una buena banda sonora que en ocasiones fue lo único que consiguió evitar que me durmiera aunque he de reconocer que eché una pequeña cabezada después de una hora y media, hubo un momento en el que me dormí, de puro tedio y terminé por sentarme en una postura incómoda para no sucumbir por completo y abrazar a Morfeo.
Hacia el final aparecen un montón de piratas que parece ser pertenecen a alguna secta o comunidad de julandrillos y se ponen de acuerdo en que tienen que luchar juntos y así sale una bonita imagen generada por ordenador con docenas y docenas de barcos alineados para la batalla y en ese instante sabes que estamos cerca del final y que esta es una película de verano que se construye pensando en la carencia de cerebro del público que acude a las salas así que incrementan el volumen de los disparos y explosiones y meten planos y contraplanos que se suceden a un ritmo frenético sin venir a cuento de nada y comienza la batalla y hay quince líneas argumentales corriendo en paralelo y nuestros cerebros multiprocesador corren analizando las imágenes de unas y de otras y uno ya no sabe si el último en morir es de los malos o de los malos porque los buenos no mueren y alguien salta de un barco a otro y otro salta también a otro barco y uno más y con tanto lío en ese instante te pican los huevos y te los quieres rascar aunque te pierdas un par de saltos y quizás un cañonazo o dos y lo haces y así una y otra vez hasta que la cosa se calma y llega el final de los finales de la madre de todos los desaguisados de guión y chimpún sanseacabó.
No sé muy bien de qué iba, no terminó de convencerme, pero tenía buena música, bonitos colores y me reí con unos cuantos golpes y lo de tres horas en un recinto con aire acondicionado cuando pega la calor no tiene precio, así que os la recomiendo encarecidamente para esas tardes bochornosas en lo que apetece es una buena siesta al fresco.



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