El domingo había quedado con un compañero de la división americana de nuestra empresa para enseñarle algo de Holanda. El hombre lleva tres semanas en el país y salvo Amsterdam no había conocido nada. Mucha gente tiene problemas para hacer turismo en solitario, es como si tuvieran una cadena con un gran bloque de hormigón amarrado a la misma que les impide moverse, que los bloquea y les fuerza a quedarse encerrados durante todo el fin de semana. Yo no concibo ese tipo de actitudes pero soy un espíritu libre y que no depende de otra gente para hacer cosas. Me asocio libremente con quienquiera que me interese y hago lo que me place.
Como el hombre me daba algo de pena quedé con él para enseñarle algunos de esos lugares legendarios que jalonan este país. En principio íbamos a ir con su coche pero visto que no ha conducido mucho por Holanda le dije que yo iría a Hilversum y allí nos encontrábamos. Para mí suponía media hora más pero así nos evitamos el que se pierda al venir a Utrecht. Ya he conocido a otros americanos que cuando se enfrentan a las indicaciones de las carreteras holandesas no reaccionan bien. Salí de mi casa y el autobús llegó a tiempo. Una vez en la estación subí al tren a dormitar un rato y a la hora de salir anunciaron que el tren se había cancelado y que teníamos que vaciarlo. Subí con una multitud nerviosa a la estación y allí nos encontramos con una empleada de la empresa ferroviaria totalmente colapsada. En estos días hay obras durante los fines de semana en las vías de tren que van de Utrecht a Amsterdam y a Rotterdam para doblarlas e incrementar la frecuencia y esas obras han de terminar antes del día de la Reina así que los sábados y domingos trabajan a destajo y reducen el tráfico. Todo el mundo le preguntaba a la mujer como llegar a un punto o a otro y ella no podía responder. Decía que había un problema en la línea y que los trenes no podían circular.
Llamé al americano y le expliqué la situación y me contó que justo en el paso a nivel frente a su hotel había un tren detenido con un montón de policías y que habían puesto como un telón enorme para que no se viera nada, que debía haber ocurrido un accidente. Le expliqué como llegar a Utrecht y como teníamos un día soleado me senté en un banco en un parque a hacer la fotosíntesis. Media hora más tarde me llama el hombre y me dice que aún no había conseguido salir de la ciudad, que estaba perdido en Hilversum. Le volví a explicar como salir y cuando me volvió a llamar me dijo que ya estaba en Utrecht. Esta vez le di indicaciones para llegar al centro pero no funcionaron. Cuando me llamó, en base al sitio en el que me dijo que estaba deduje que andaba en un carril solo para autobuses. Traté de corregir su ruta y me dijo que volvería sobre sus pasos. Diez minutos más tarde vuelve a llamarme y está aún más perdido. Mientras hablamos se le acerca un policía y escucho como le dice que está prohibido hablar por teléfono mientras conduces. Aquí se pierde la conexión pero por lo que me contó más tarde el hombre le dijo que la multa era de ciento treinta euros, aunque finalmente por ser extranjero, de Texas y estar en el país de turismo se lo perdonó y lo escoltó con su moto hasta la estación donde nos encontramos. Su moto estaba oculta por nuestro coche y en ese instante un colega decide saltarse un semáforo en rojo frente a nosotros y el policía salió en su persecución.
Decidimos seguir adelante con el plan, activo mi GPS y enfilamos en dirección hacia Kinderdijk, un lugar cerca de Rotterdam famoso porque allí hay unos veinte molinos de viento junto a un canal, una postal idílica de Holanda. El sistema de navegación nos lleva a la autopista y cuando estamos entrando está cerrada por mantenimiento durante el domingo. Es como si el mismo diablo nos hubiera echado el ojo encima. Calculamos una ruta alternativa y de nuevo estábamos en ruta. Cerca de Rotterdam hay una gran marathon en el centro de la ciudad y han cortado el tráfico en un montón de carreteras y particularmente en la autopista que necesitamos para llegar al lugar así que de nuevo hemos de buscar un camino distinto. Doy gracias a Dios porque sin un GPS estaríamos totalmente perdidos. No quiero ni imaginar como sobrevivía la gente en el pasado, hace un par de años o así cuando no teníamos estas maravillas.
De alguna forma conseguimos llegar y mereció la pena. Es un lugar mágico, con todos esos molinos flanqueando el canal. El americano alucinaba. Después de nuestra visita turística seguimos hacia Delft, una ciudad universitaria muy vinculada a la familia real y que le da mil vueltas a Amsterdam. Es pequeña y coqueta y en la plaza mayor tenemos un duelo de titanes. A un lado un ayuntamiento al que la palabra precioso se le queda corta y al otro una iglesia majestuosa en donde se celebran los funerales y algunas bodas de la familia real. En la plaza aprovechamos para tomarnos algo y disfrutar del día de abril más caluroso de la historia en Holanda y después paseamos un rato por la ciudad antes de visitar Royal Delft, la última fábrica de cerámica azul que queda en Holanda y en donde te explican como fabrican sus piezas. Es algo bastante interesante y que no toma más de media hora.
Por la tarde volvimos parándonos en Gouda, la ciudad famosa por el queso. Cuando buscaba casa pensé en comprarme allí un apartamento pero todos mis amigos holandeses me disuadieron porque decían que es una ciudad invadida por los musulmanes (aunque ellos no usaban palabras tan suaves). Lo cierto es que el centro de la ciudad también es precioso. El edificio del ayuntamiento es aún más bonito que el de Delft y detrás se encuentra el edifico del Mercado del Queso en donde se pesaban los quesos y se subastaban en el pasado. Hoy en día creo que los jueves durante el verano se sigue haciendo para los turistas. Después de ver esa parte de la ciudad fuimos a una iglesia que hay cerca y que tiene unos jardines preciosos y desde allí vimos otra iglesia y un molino así que nos acercamos a hacerles fotos. Era como dos calles más atrás y nos metimos por un atajo. Cien metros más adelante estábamos en otro mundo, un mundo de musulmanes sospechosos y un anciano comenzó a seguirnos, lo cual despertó nuestro recelo. Llegamos hasta el molino y le hicimos las fotos con unos cuantos moros pisándonos los talones y desde allí volvimos atajando hacia la calle principal. Ahora veo que mis amigos tenían razón y que no era una buena idea lo de comprar casa allí.
Desde Gouda cerramos el círculo yendo a Utrecht, aparcamos su coche junto a mi casa, hicimos la gira turística de rigor por mi fastuoso jardín y después nos fuimos al centro de la ciudad para fotografiar el Dom al atardecer. Paseamos por las calles de Utrecht y terminamos cenando en la terraza del Oudaen, mi sitio favorito de esta ciudad. Con los treinta grados la habían abierto y estaba que se caía de gente. Para llegar a la terraza hay que cruzar a través de la cervecería y pudimos ver y fotografiar los barriles en que fabrican la cerveza, algo para lo que normalmente hay que pagar.
La cena fue fantástica y después de la misma buscamos una iglesia, Buurkerk, que con el paso del tiempo, la desgana de los feligreses y la desidia de los protestantes ha acabado convertida en el museo nacional de instrumentos autómatas musicales (National Museum van Speelklok). La mujer de este hombre trabaja en una galería de arte y allí tienen una obra de un pintor holandés de hace doscientos años en la que se puede ver dicha iglesia. Le hicimos unas cuantas fotos y dimos por finalizada esta intensa visita a la otra Holanda de un día. No todo es Amsterdam en este país.