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  • Planta 33 – Capítulo segundo

    12 de diciembre de 2006

    Imagino que querrás leer este relato desde el comienzo, así que da un salto hacia atrás y engancha el cuento desde la primera letra en Planta 33 – Capítulo primero.

    Dejó de pensar en lo que le había sucedido la noche anterior y se centró en el presente. Estaba en un edificio de viviendas que tenía las cuatro últimas plantas totalmente vacías, sin causa ni motivo aparente y donde el ascensor parecía saltar veinte plantas que no existían llevando gente que no debería estar allí. Absolutamente increíble. Si llamaba a David, su mejor amigo y se lo contaba no le creería. Le diría que se de una ducha fría y vuelva al mundo real. A veces creía que ambos venían de planetas distintos. ?l es dinámico, jovial y amable con todo el mundo y el otro frío, calculador y siempre maquinando como conseguir más dinero. Con treinta años ya era millonario pero no parecía tener bastante. Siempre hablaba de opciones, acciones, mercados, cambio de divisas y le daba consejos sobre lo que tenía que comprar o vender. Vivía conectado a múltiples dispositivos que lo mantenían online mientras la Bolsa estaba abierta y únicamente respiraba y se relajaba cuando cerraba. En un par de ocasiones lo había llamado excitadísimo y contento para contarle que había ganado una monstruosa cantidad de dinero comprando y vendiendo. Esa era su vida. Por supuesto sabía como despertar su curiosidad y decidió intentarlo. Respondió casi inmediatamente:
    – ¡Hey! ¿como estás?
    – Bien, ocupado como siempre. Creía que estabas de vacaciones en Nueva York y que no volvías hasta el domingo. ¿Ha pasado algo? ¿Va todo bien?
    – Sí, todo va bien. Es sólo para contarte una cosa, igual te interesa.
    – Venga, suéltalo – le dijo siguiendo un código preestablecido mediante el que se comunicaban desde siempre.
    – El edificio en donde me estoy quedando aquí en Conney Island es un tanto extraño. Está en primera línea de playa, tiene dieciseis plantas pero solo hay casas en las doce primeras. Las cuatro últimas plantas están totalmente vacías, con unas vistas excelentes hacia la playa y el mar y unos atardeceres preciosos. No sé por qué no hicieron casas aquí dentro pero pensé que igual te interesaba averiguarlo y quizás invertir comprando esto y convirtiéndolo en casas. En esta zona ya no se puede construir más y seguro que la gente pagará lo que sea por conseguir casas nuevas en primera línea de playa – le dijo lanzando su anzuelo
    – ¡Guau! eso puede ser un montón de dinero, millones. No puedo creer que no se hayan lanzado sobre ese edificio los chacales de la ciudad. Pásame la dirección que lo miro. Dices que son cuatro plantas enteras completamente vacías, ¿no?
    – Sí, cuatro plantas. La dirección es Brighton Road 30 – llámame cuando sepas algo.
    – Eso haré. Empezaré a mirar ahora mismo. Ya hablamos más tarde. Diviértete mucho. Chao.
    – Adiós – le dijo y cerró el teléfono terminando la llamada. Volvió a mirar a su alrededor tratando de encontrar algo extraño o fuera de lugar. No lo había. Todo parecía normal salvo por lo anómalo que es encontrar un lugar como aquel en un edificio de viviendas. Desde las ventanas se podía ver como el mar golpeaba la playa. Eran olas grandes que levantaban mucha espuma. El viento la lanzaba hacia la arena en donde formaba figuras aleatorias. La espuma era del color de la arena, un rubio algo sucio. Un perro corría a lo lejos persiguiendo gaviotas mientras su dueño hablaba por teléfono. Parecían moscas desde allá arriba. Subió a la última planta. Ningún baño, ninguna habitación, aquello no podía estar construido para oficinas. Siempre hacen falta habitaciones. Tampoco había interruptores para la luz. Le extrañó porque no parecía haber ninguna forma de controlar la iluminación del lugar pero todas las luces estaban encendidas.

    Visto que ya no podía hacer nada más y no parecía que fuese a resolver el misterio optó por reanudar el plan original y marcharse a la ciudad a caminar y perderse por sus calles. Fue hasta el ascensor y pulsó el botón de la planta baja. Cuando se cerró la puerta sonó su teléfono. Rebuscó en su chaqueta hasta que lo encontró y lo sacó. Era su amigo David. Respondió la llamada mientras el ascensor comenzaba a bajar
    – ¿Tío estás borracho o qué? – le dijo
    – Por ….. yo solo bebo socialmente como tú bien sabes y nunca antes de las cinco de la tarde – el ascensor continuaba descendiendo.
    – La dirección esa que me has dado, el edificio de Brighton Road 30, ese edificio solo tiene doce plantas, no sé de donde te has sacado lo de las cuatro plantas superiores vacías pero no existen. Tengo el registro del catastro ante mis ojos. ¿Estás seguro de la dirección? – le dijo hablando deprisa.
    – Que sí, que ese es el número. No puede ser. Ahora mismo estoy en el ascensor, bajando … ….
    – ¿Jorge? ¿sigues ahí? … … … ¿Jorge? … … … ¿Jorge? Mierda, se debe haber cortado.

    Si has terminado de leer este capítulo y te apetece continuar leyendo esta historia, salta a Planta 33 – capítulo tercero y sigue con el relato.

  • Berliner Dom

    12 de diciembre de 2006
    Berliner Dom

    Berliner Dom, originally uploaded by sulaco_rm.

    La catedral de la ciudad (Berliner Dom) por la noche con la torre de la televisión en púrpura a la derecha. Ahora sí que parece un edificio de cuento de Lovecraft. A ver quien tiene redaños para pasearse por el edificio de noche. Seguro que en su interior suceden cosas muy malas.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Berlín las puedes encontrar en el álbum de fotos de Berlín y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Diario de Berlín, el prólogo

  • Planta 33 – Capítulo primero

    11 de diciembre de 2006

    Primera parte

    Hacía un frío horroroso esa mañana. Era una ciudad desconocida para él y estaba allí de vacaciones. Si estuviera en su casa se habría quedado al calor del hogar pero uno no viaja miles de kilómetros para que unos cuantos grados bajo cero lo detengan. Salió pertrechado con todo su equipo y abrigado convenientemente. En lugares como este has de vestirte por capas. Una primera capa con camiseta, seguida de un pulóver y sobre este el abrigo de invierno que en su parte interior es un forro polar. Sobre todo ello las orejeras, la bufanda, el gorro y los guantes. Toma algo de tiempo ponerse todos los abrigos y es muy importante a menos que quieras sufrir resfriados y catarros. Los guantes aún no los tenía puestos cuando llegó a la puerta del ascensor. Es uno de esos edificios modernos con un par de unidades y una pantalla electrónica que te indica donde está cada uno y cual es el que te recogerá. Ambos ascensores estaban en la última planta, el piso diecisiete. Pulsó el botón y no pasaba nada. Tras casi un minuto volvió a pulsarlo y uno de ellos comenzó el descenso. A falta de otra cosa miraba la pantalla ávidamente contando las plantas: 15, 14, 13, 12, 33 … … … …. … … … 11, 10, 9 … Sintió como si hubiera perdido un par de segundos y su cerebro seguía procesando la anomalía. Entre los pisos doce y once había aparecido un piso treinta y tres y el ascensor parecía haberse detenido allí.

    Sin saber muy bien por qué pero dejándose llevar por sus instintos no entró en el ascensor cuando se detuvo en su planta. Volvió a llamar y el otro ascensor comenzó su descenso. Esta vez prestaba más atención: 16, 15, 14, 13, 12, 33 … … … … 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4 y se abrió la puerta. Su curiosidad le pudo y se subió pulsando el piso 12. El ascensor subió rápidamente y en su interior la pantalla mostraba los números correctamente. Extrañado marcó el 11. El ascensor descendió rápidamente. Lo mandó de vuelta al 12 y se quedó en aquella planta mirando lo que pasaba en el indicador. De nuevo pudo ver el piso 33 antes de llegar al 12. Lo volvió a llamar y sucedió lo mismo. El ascensor se demoró como si hubiera hecho una parada en una planta intermedia y juraría que incluso escuchó el timbre que hacía al abrirse las puertas. Volvió a subir y bajar pero no pasaba nada. Cuando estaba dentro el ascensor iba del piso once al doce y viceversa y hacía el recorrido mucho más rápido que cuando lo llamaba e iba vacío.

    Buscó las escaleras de emergencia y subió de una planta a otra. La distancia era la correcta, el número de escalones no era desproporcionado y definitivamente allí no había una planta de por medio. Decidió olvidarse del asunto y seguir su camino. Escuchó gente una o dos plantas más arriba que esperaban el ascensor y que hablaban y reían en voz alta. Lo llamó. Volvía a estar en el piso 11. El ascensor estaba en la planta 13 así que supuso que desde allí provenía el ruido. De nuevo mientras bajaba se detuvo en algún lugar intermedio y los ruidos desaparecieron. Cuando el ascensor llegó a su nivel estaba vacío.

    Era imposible que algo así estuviese sucediendo. La gente no desaparece de un ascensor, eso no sucede. Algo extraño pasaba allí y pese a que debía seguir su camino y hacer sus fotos visitando museos y atracciones turísticas, decidió quedarse un poco más y seguir explorando. Subió y bajó de nuevo sin que sucediera nada anormal. Revisó el panel para ver si existía algún botón secreto, algo que justificara lo que allí sucedía. No lo había. Cuando estaba a punto de darse por vencido decidió subir una planta más y hacer la bajada. Pulsó el botón del piso 13. Cuando llegó allí le sorprendió encontrar un espacio abierto, sin paredes, monstruosamente grande. Creía que estaba en un edificio de viviendas pero aquella parte no estaba acabada o al menos no había gente allí. Juraría que en la entrada había visto buzones que correspondían con casas que tendrían que estar allí. Subió a las plantas superiores y todas estaban vacías. En todas encontró espacios abiertos, sin paredes y nadie en ellos. Salvo por los ascensores y la iluminación, aquel lugar no estaba en uso. Ahora le extrañaba aún más que el ascensor estuviera en esas plantas y el haber escuchado los ruidos. No tenía lógica ninguna.

    Estaba un poco asustado pero al mismo tiempo la excitación por su descubrimiento lo empujaba a seguir y tratar de resolver el misterio. Se acercó a las ventanas para mirar. La vista era magnífica. La playa de Conney Island se desplegaba junto al edificio con su típico paseo de madera y al final del todo el parque de atracciones y las casetas donde te leían las manos o te echaban las cartas. Recordó que la noche anterior mientras andaba por allí buscando atracciones especiales una gitana lo había agarrado del brazo, le había extendido la mano sin soltarlo ni darle ninguna otra opción y cuando miró su mano lo soltó gritando asustada y se había marchado corriendo besando algún amuleto que le colgaba del cuello. No prestó atención en aquel momento pero ahora le vino el recuerdo a la memoria. Aquella mujer, con su traje de cíngara, sus grandes zarcillos y su piel acartonada y obscura y unos dedos como garras metálicas que lo sujetaban con fuerza no había dicho nada sobre lo que había visto en la línea de su mano pero por su cara de terror y la manera en la que se fue corriendo debía haber sido algo malo. ?l no creía en esas cosas, nunca lo había hecho. Las supersticiones son cosa de gente con poca cultura que se dejan guiar por la irracionalidad. Su vida estaba claramente definida y cada encrucijada la había superado tomando las decisiones más convenientes y hasta ese momento le había ido muy bien. En algún lugar muy dentro de sí suponía que seguía creyendo en el Dios al que rezaba por las noches antes de acostarse cuando era niño pero ese fervor quedó atrás en la infancia. Ahora se definía ateo y en ocasiones agnóstico, dependiendo de quien se lo preguntara. Algunas personas no son capaces de aceptar que no creas en Dios y si se enteran que eres uno de esos, tratarán de evangelizarte a cualquier precio.

    Si has terminado de leer este capítulo y estás dispuesto a dar un gran salto y continuar leyendo, has clic sobre este enlace y sigue con el relato.

  • The Grudge 2

    10 de diciembre de 2006

    Ya sabemos que el cine de terror emite unas vibraciones a las que no me puedo resistir y desde que veo alguna película de este género en cartelera siento la necesidad imperiosa de ir a verla. Me da igual que las señales sean negativas. Yo sigo yendo igual al cine. En esta ocasión se ha tratado de The Grudge 2 que no tengo ni idea de como se traducirá al español aunque supongo que será algo así como El Grito 2.

    Volvemos a tener a una julay de coño fácil que se va a Japón a ver a la zorra de su hermana y termina suspirando por el micro-pene de un japonés que le hace tilín mientras la casa se sale por la ventana y una chica maleducada y con liendres y piojos se pasa la película apareciéndose a la gente y gritando con una cara de putón verbenero que no veas. A todas estas un promotor inmobiliario quiere construir unos chalet azulejeados que le saquen de la indigencia y le permitan sobornar a unos cuantos políticos.

    Es mala. Es de esas películas que lamentas haber visto. No había historia que contar y se limitaron a repetir de nuevo aquello que ya conocíamos con nuevos protagonistas, volvieron a matar de la misma forma una y otra vez esperando que volvamos a tragar el anzuelo. Por poner, hasta rizaron el rizo y al principio sale Sarah Michelle Gellar a la que supuestamente viene a salvar su hermana, muere y la nueva tendrá que apechugar con la maldición esta de la chiquilla de melena asquerosa que sale de los desagües del fregadero y te quiere hacer pupita. En las películas de terror malas lo único que se puede hacer es tomártelas a cachondeo y no prestar atención. Yo me dediqué a navegar por Internet con mi teléfono mientras otros hablaban y un grupo de pre-adolescentes en la edad del nabo se tiraba palomitas de maíz. Cuando comenzaron los títulos de crédito salimos todos a escape del cine, sabiendo que nos la habían metido bien doblada.

    No pierdas tu tiempo ni tu dinero con esto. Mándale un correo a tu mejor enemigo y que se joda y sufra en el cine. Ahora que estamos en invierno y no hay que resguardarse en una sala con aire acondicionado, no existe excusa válida para ver este engendro.

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