Planta 33 – Capítulo segundo


Imagino que querrás leer este relato desde el comienzo, así que da un salto hacia atrás y engancha el cuento desde la primera letra en Planta 33 – Capítulo primero.

Dejó de pensar en lo que le había sucedido la noche anterior y se centró en el presente. Estaba en un edificio de viviendas que tenía las cuatro últimas plantas totalmente vacías, sin causa ni motivo aparente y donde el ascensor parecía saltar veinte plantas que no existían llevando gente que no debería estar allí. Absolutamente increíble. Si llamaba a David, su mejor amigo y se lo contaba no le creería. Le diría que se de una ducha fría y vuelva al mundo real. A veces creía que ambos venían de planetas distintos. ?l es dinámico, jovial y amable con todo el mundo y el otro frío, calculador y siempre maquinando como conseguir más dinero. Con treinta años ya era millonario pero no parecía tener bastante. Siempre hablaba de opciones, acciones, mercados, cambio de divisas y le daba consejos sobre lo que tenía que comprar o vender. Vivía conectado a múltiples dispositivos que lo mantenían online mientras la Bolsa estaba abierta y únicamente respiraba y se relajaba cuando cerraba. En un par de ocasiones lo había llamado excitadísimo y contento para contarle que había ganado una monstruosa cantidad de dinero comprando y vendiendo. Esa era su vida. Por supuesto sabía como despertar su curiosidad y decidió intentarlo. Respondió casi inmediatamente:
¡Hey! ¿como estás?
Bien, ocupado como siempre. Creía que estabas de vacaciones en Nueva York y que no volvías hasta el domingo. ¿Ha pasado algo? ¿Va todo bien?
Sí, todo va bien. Es sólo para contarte una cosa, igual te interesa.
Venga, suéltalo – le dijo siguiendo un código preestablecido mediante el que se comunicaban desde siempre.
El edificio en donde me estoy quedando aquí en Conney Island es un tanto extraño. Está en primera línea de playa, tiene dieciseis plantas pero solo hay casas en las doce primeras. Las cuatro últimas plantas están totalmente vacías, con unas vistas excelentes hacia la playa y el mar y unos atardeceres preciosos. No sé por qué no hicieron casas aquí dentro pero pensé que igual te interesaba averiguarlo y quizás invertir comprando esto y convirtiéndolo en casas. En esta zona ya no se puede construir más y seguro que la gente pagará lo que sea por conseguir casas nuevas en primera línea de playa – le dijo lanzando su anzuelo
¡Guau! eso puede ser un montón de dinero, millones. No puedo creer que no se hayan lanzado sobre ese edificio los chacales de la ciudad. Pásame la dirección que lo miro. Dices que son cuatro plantas enteras completamente vacías, ¿no?
Sí, cuatro plantas. La dirección es Brighton Road 30 – llámame cuando sepas algo.
Eso haré. Empezaré a mirar ahora mismo. Ya hablamos más tarde. Diviértete mucho. Chao.
Adiós – le dijo y cerró el teléfono terminando la llamada. Volvió a mirar a su alrededor tratando de encontrar algo extraño o fuera de lugar. No lo había. Todo parecía normal salvo por lo anómalo que es encontrar un lugar como aquel en un edificio de viviendas. Desde las ventanas se podía ver como el mar golpeaba la playa. Eran olas grandes que levantaban mucha espuma. El viento la lanzaba hacia la arena en donde formaba figuras aleatorias. La espuma era del color de la arena, un rubio algo sucio. Un perro corría a lo lejos persiguiendo gaviotas mientras su dueño hablaba por teléfono. Parecían moscas desde allá arriba. Subió a la última planta. Ningún baño, ninguna habitación, aquello no podía estar construido para oficinas. Siempre hacen falta habitaciones. Tampoco había interruptores para la luz. Le extrañó porque no parecía haber ninguna forma de controlar la iluminación del lugar pero todas las luces estaban encendidas.

Visto que ya no podía hacer nada más y no parecía que fuese a resolver el misterio optó por reanudar el plan original y marcharse a la ciudad a caminar y perderse por sus calles. Fue hasta el ascensor y pulsó el botón de la planta baja. Cuando se cerró la puerta sonó su teléfono. Rebuscó en su chaqueta hasta que lo encontró y lo sacó. Era su amigo David. Respondió la llamada mientras el ascensor comenzaba a bajar
¿Tío estás borracho o qué? – le dijo
Por ….. yo solo bebo socialmente como tú bien sabes y nunca antes de las cinco de la tarde – el ascensor continuaba descendiendo.
La dirección esa que me has dado, el edificio de Brighton Road 30, ese edificio solo tiene doce plantas, no sé de donde te has sacado lo de las cuatro plantas superiores vacías pero no existen. Tengo el registro del catastro ante mis ojos. ¿Estás seguro de la dirección? – le dijo hablando deprisa.
Que sí, que ese es el número. No puede ser. Ahora mismo estoy en el ascensor, bajando … ….
¿Jorge? ¿sigues ahí? … … … ¿Jorge? … … … ¿Jorge? Mierda, se debe haber cortado.

Si has terminado de leer este capítulo y te apetece continuar leyendo esta historia, salta a Planta 33 – capítulo tercero y sigue con el relato.


5 respuestas a “Planta 33 – Capítulo segundo”

  1. tienes razón bleuge, deberías escribir un libro, tienes más resolución, imaginación e inventiva que muchos de los autores que se las dan de consagrados.

  2. ehem, sulaco, corazón, no me confundí en el nombre, me confundí en el verbo, era «TienE razón bleuge», no me odies!!