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  • Saint Ann

    29 de septiembre de 2006
    Saint Ann

    Saint Ann, originally uploaded by sulaco_rm.

    Una de las muchísimas iglesias que hay en Dublín. Está en pleno centro de la ciudad, al final de una calle peatonal muy concurrida que parece presidir.

    Puedes leer el relato que acompaña a estas fotos en Primer día en Dublín. Lluvia y encuentros divinos y si quieres ver otras fotos de la ciudad están en el Album de fotos de Dublín.

  • Desastre ferroviario

    28 de septiembre de 2006

    El lunes pasado estaba desganado y reconozco que no di un palo al agua en la oficina. Me dediqué a hacer rondas de café y tertulias de despacho, temas en los que me doctoré hace bastante tiempo con nota y en los que soy un reconocido maestro. Uno de mis colegas suele llegar temprano y se marcha a casa sobre las cuatro y media y me preguntó si quería ir con él en el tren así que desde las dos apagué el ordenador y me dediqué a la vida social esperando el momento de partir con la mochila preparada. El Chino me había mandado un correo para ver si nos íbamos juntos pero no me apetecía esforzar el cerebro con traducciones complejas y además me agobia, que todavía no se puede creer que me gasté un dineral en el sofá y el sillón de mi salón y siempre que me ve me lo reprocha.

    A la hora acordada nos fuimos al aparcamiento de bicicletas en donde me esperaba la Macarena, esa santa que me lleva a sus lomos todos los días. Mientras pedaleábamos hacia la estación le contaba a mi compañero que la Macarena está enferma, tiene un mal que la está matando y el cual tendremos que atajar de una manera contundente. Su problema está en la rueda trasera, la cual está perdiendo rayos a velocidad de vértigo. Ya se han caído cuatro y tengo que hacer algo. Lo jodido era explicarle el asunto al hombre porque yo desconozco como se dice rayo de bicicleta en inglés pero algo me dice que no es como en español. Por suerte soy de palabra fácil y entre metáforas y símiles el hombre entendió lo que le decía e incluso me dijo la palabra en holandés, la cual por supuesto ya olvidé. Hay un cruce super-peligroso que me encanta para con este tío. ?l levanta la cabeza rubia, mira al frente y me dice, tú sígueme y no te pares y pasamos entre coches, guaguas y camiones con todo el mundo frenando como pueden. Se supone que allí rige la regla de la mano derecha, la mano de las pajillas, esa que dice que si del lado de la mano con la que te la cascas no hay coches viniendo hacia ti entonces tu tienes el derecho de paso y el deber inalienable del onanismo. Siempre he querido saber qué regla rige para los zurdos porque ellos se tocarán con la mano izquierda, haciendo poluciones invertidas.

    Ya se me fue el baifo como siempre. Llegamos a la estación y allí no hay ningún tren indicado en los paneles. Aquello huele a drama en ciernes. Tampoco había gente en el andén y el tren debía estar por llegar, es hora punta y ese lugar del universo debería estar más concurrido que el entierro de una folclórica. Nos acercamos a uno de los empleados de la compañía de ferrocarriles y nos dice que no hay trenes en dirección a Utrecht por un problema con las líneas eléctricas y que debemos ir vía Amersfoort. Eso es una putada del copón porque el tren que va en esa dirección estaba abandonando la estación en ese mismo momento y tendríamos que esperar media hora. Decidimos no creer a aquel cabrón y esperamos el milagro que no sucede. A falta de cinco minutos para la llegada del tren alternativo nos vamos al andén adecuado que no está lleno, está abarrotado. Allí hay más julays que en un concierto de los Coquillos. Avanzamos hacia el final porque uno que es intelectualmente avanzado ha descubierto que recientemente comenzaron unas obras en la estación de Hilversum y los trenes tienden a detenerse un poco más adelante de lo que solía ser habitual. Conseguimos montarnos y hasta encontramos asiento. Dejo a la Macarena pegada a la puerta y me despreocupo que para algo ya es mayorcita y sabe cuidarse por sí misma. Al llegar a Amersfoort nos entretenemos con la charla y cuando me doy cuenta estamos por parar y la puerta que se va a abrir es la del lado en que se encuentra la Macarena. Me saco un kleenex usado y entre gritos y codazos me abro paso entre la multitud hasta llegar a la puerta con el tiempo justo para agarrar a la pobre bicicleta y evitar que se caiga.

    Nuestros caminos se separaron en dicha estación y yo tenía que coger otro tren que supuestamente salía de cierto andén según nos habían dicho por megafonía en nuestro tren pero allí no había nada indicado. Los cientos de personas que debíamos continuar viaje en aquel sentido nos quedamos en la pasarela aérea, a medio camino de todo, esperando a que se clarifique la situación, lo cual sucede cuando vemos al tren llegar y salimos en estampida para cogerlo. Entre golpes de canilla con las ruedas de la bici y empujones entro en el tren en un vagón en el que ya hay otras cinco bicicletas y cuarenta personas. Estamos todos de pie, sobaco contra cara, sin intimidad ninguna, mirándonos las pupilas y todos con nuestros iPods cargaditos de música y audiobooks. En ese instante, apresado entre dos gorilas rubios y con la fresca visión del coño de una que consiguió sentarse al final de las escaleras y que gracias a su minifalda nos deleita con ese bodegón de papayo, justo en ese instante me suena el teléfono móvil o mejor dicho, me vibra. El tipo que lo lleva encajado en su paquete me avisa para que lo coja y no me queda más remedio que hacer malabarismos, soltando la mochila para pillar la llamada. Es mi amigo el Chino preguntando la hora a la que me marcho para irnos juntos. Le explico el problema de trenes y lo que he tenido que hacer pero no me entiende. Se lo vuelvo a explicar con todo el mundo mirándome. Ataco la tercera ronda de explicaciones con ímpetu y la gente se comienza a impacientar porque no se pueden creer que la persona que está al otro lado de la línea sea tan lerda. Por suerte para ellos no conocen a mi amigo y sus vidas transcurrirán entre miserias y desgracias sin jamás haber visto el reverso zarrapastroso. Básicamente la información que quería enviar se podía resumir en problemas en la línea de tren que va hacia Utrecht, tienes que coger el tren que va a Amersfoort y allí cambiar para Utrecht, calcula cuarenta minutos de retraso por culpa de esto y que te vaya bonito. Simple y sencillo, hasta un chiquillo de catorce años de estos que salen ahora de la escuela sin saber leer ni escribir lo podrían comprender pero no mi amigo el Chino. Tras este tercer intento fallido tengo que hacer aquello que quería evitar, tengo que mandar el mensaje en Chinistaní, el idioma que entiende el colega. Procuro bajar la voz pero allí me escucha todo Dios: Tú casa poder ir no, tú Amersfoort coger tren debes en andén otro y hora diferente y luego cambiar en esa estación a tren nuevo con destino Utrecht debes hacer, tiempo más tardar y cena enfriar, trenes abarrotados estar, gente muy mala y a ti mirar si tú por teléfono así hablar, mañana quedar para caminar y comer juntos por la gloria de Hong Kong. Cuando terminé la parrafada allí no volaban ni las moscas. Se podía escuchar los cerebros analizando la información y buscando los puntos de agarre para entender el mensaje. Las caras de incredulidad estaban todas fijas en un único punto, en mí. El Chino al menos comprendió el asunto y mandó acuse de recibo y terminó la conversación dejándome en evidencia ante tan selecto público, que sonreía posiblemente pensando que me estaba cachondeando de alguien. Después de cruzar por un montón de villorrios que están al noreste de Utrecht llegamos a la gran ciudad casi sin aire en el vagón y más recalentados que el conejo de la Loli. Salí al fresco aire libre y después de tragarme unas cuantas bocanadas rearmé a la Macarena (que viaja en el tren doblada en dos) y nos fuimos a casa, perdiendo por el camino otro rayo. Pobrecita mía, este fin de semana la tendré que operar y su vida penderá de un hilo. Si no triunfo, está condenada a morir, pero lo de su operación y recuperación posterior será otra historia.

  • Castillo de Dublín

    28 de septiembre de 2006
    Castillo de Dublín

    Castillo de Dublín, originally uploaded by sulaco_rm.

    En pleno centro de la ciudad está el Castillo de Dublín, un edificio al que se tragó el crecimiento urbano y lo aplastó con coches, calles abarrotadas y fealdad. Hay una pequeña parte que se puede visitar pero el día que estuve allí estaba cerrada y no pude entrar.

    Puedes leer el relato que acompaña a estas fotos en Primer día en Dublín. Lluvia y encuentros divinos y si quieres ver otras fotos de la ciudad están en el Album de fotos de Dublín.

  • Meócritas

    27 de septiembre de 2006

    Siempre me reprochan que soy misógino, homófobo, racista, fascista, clasista y vete tú a saber que más. La realidad es mucho más simple y odio a todos por igual sin discriminar por sexo, raza, religión, estatuto social o cualquier otra bobería que se os pueda ocurrir. Si es cierto que aquí se fustiga más a unos grupos que a otros. Uno de mis amigos, mariquitus máximus, se parte de risa con mis ocurrencias y me suministra material por si lo quiero usar. Algunas de mis amigas me leen y después me comentan que esto es muy descafeinado y que no hay color con mis actuaciones en vivo, las cuales os puedo asegurar que si ese día estoy inspirado son terroríficamente fascinantes, incluso para mí. Todo en esta vida son compromisos y yo tengo que mantener algunos vínculos sociales o acabaré más solo que la una en el infierno y por eso censuro algunas cosillas aunque no tantas como la gente puede creer y tampoco exagero demasiado. No es culpa mía si siempre me he visto rodeado de seres especiales y puedo ver aquellos que a otros se les escapa.

    Toda esta introducción no viene a cuento para nada con el tema que quiero tratar hoy pero necesitaba algo de relleno y siempre es bueno mandar mensajes subliminales y ajustar cuentas con los amigos que si no se piensan que ando enfermo con la clásica depresión estacional. Hoy señalo y acuso con el dedo a los ME?CRITAS y todos sabéis quienes sois. Sois despreciables y asquerosos y eso que hacéis no tiene justificación ninguna, ese doble rasero con el que pretendéis medir vuestras vidas no es de ley. No se puede ir por la vida así sin más, hay que ser coherentes y adoptar una postura clara, sin aparentar por el qué dirán. Los más avispados ya saben por donde van los tiros pero para aquellos que aún se rascan la cocorota tratando de comprender el tema que está tratando el meapilas que esto escribe les diré que un Meócrita es un julay cualquiera como tú y como yo que parece llevar una vida gris y aburrida como todas las demás. Cada mañana se levanta, se asea un poco y se marcha al trabajo a matar ocho horas y rezar para que a fin de mes le ingresen dinero en su cuenta corriente. El Meócrita se descubre cuando va al baño de la oficina a vaciar la vejiga, ventilar el pajarito, achicar la cantimplora o como queráis llamarlo si os ofende el verbo mear. Allí, mirando a la pared en uno de esos urinarios de diseño, micciona y cuando acaba se acerca al lavamanos y se lava las manos. Maldito hipócrita, el mismo individuo volverá a casa, meará y ni por asomo se lavará las manos porque está en casa y allí no lo pueden ver. El Meócrita es un bicho rastrero y falso y sé que sois legión, que os conozco y os tengo bien catados. Os da miedo afrontar los comentarios de pasillo y los rumores de máquina de café y como las máquinas esas para secar las manos siempre son ruidosas y os delatan aunque estéis solos en el baño os secáis las manos después de cada meada y hacéis el paripé aunque la higiene no es lo vuestro y al llegar a casa ni de coña lo haréis. Llevo años visitándoos y comprobando que esas toballas que acompañan a vuestros lavamanos no han sido tocadas, están más vírgenes que el coño de una santa y esos jabones que dejáis en vuestros lavamanos aún permanecen en su envoltorio porque no fueron comprados para ser usados, fueron puestos allí para guardar las apariencias, para aparentar de cara a la galería.

    ¿Qué os cuesta reconocerlo? ¿Es tan duro decir que no os laváis las manos después de mear? ¿Acaso ese cacho de carne que os cuelga por debajo del pubis está sucio e infectado y os tenéis que limpiar cada vez que lo tocáis? ¿Ponéis las manos bajo el chorro de orina para calentároslas y por eso después os las tenéis que lavar? ¿Está el aire de vuestras oficinas sucio y enrarecido y unos midiclorianos que corren libremente por él no se posan en vuestras caras ni en vuestros brazos sino en vuestras pollas? No lo comprendo, de verdad que no. Que alguien me explique por qué te puedes rascar la cabeza y arrancarte con gusto la caspa, que es piel muerta y asquerosa, os podéis meter los dedos en la nariz y pescar mocos para fabricar bolas que luego tiráis contra cualquier cosa en la que se puedan agarrar y los más salerosos os las coméis sin aliño ninguno y no podéis tocaros un instrumento que va guardado y bien guardado, protegido por una prenda específicamente diseñada para ellos y que únicamente está en contacto con el aire durante el día en esos momentos de baño. De hacer algo, tendríais que lavaros las manos antes de mear, que ya lo decía el gran Torrente. Eso lo puedo entender porque ahí demostráis respeto y adoración por vuestro nabo pero lo de lavarse las manos a posteriori es repugnante, dais a entender que sois unos cerdos de cuidado y os da asco tocar aquellas partes de vuestro cuerpo que están a cubierto.

    Respeto a aquellos que no se lavan las manos nunca porque demuestran ser hombres de principios. Estoy convencido que entre estos no hay un solo político porque ya sabemos como se las gastan esos. También respeto a los que se lavan las manos siempre, son gilipollas pero al menos no lo hacen de cara al escaparate sino por algún estúpido prejuicio que les inculcaron cuando eran pequeños. Estos deberían recibir tratamiento psicológico y ver si se puede hacer algo por ellos y para los otros, para los Meócritas, para esos no se puede hacer mucho. Tendrán que esperar al día del Juicio Final, cuando a las puertas del Cielo el Altísimo les reproche su comportamiento y les quite diez puntos de karma por mentirosos y embaucadores. Aquellos que leéis estas palabras y reconocéis en ellas vuestro pecado aún estáis a tiempo de enmendaros. Levantaros ya mismo, id al baño, agarraros bien el pene y cuando acabéis esa gustosa meada salid con la cabeza bien alta del baño y aprovechad para dar una palmada en el pelo a alguno de los Meócritas que trabajan con vosotros y mostrarles el camino a seguir.

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