Dentro de unos siglos cuando los estudiantes tomen sus píldoras de historia y aprendan sobre lo que sucedió en el pasado posiblemente no habrá muchas cosas de nuestra época que se les pueda enseñar pero al llegar a los hitos que han marcado nuestra historia, el once de septiembre del 2001 es algo que tendrán que aprender. Lo queramos reconocer o no, ese día cambió nuestras vidas. La película de la que hablaremos hoy es World Trade Center. Resulta extraño que el elegido para dirigir esta película haya sido Oliver Stone, un director bastane político y que siempre ha tenido una visión algo revolucionaria y rebelde del mundo
Normalmente este es el párrafo en el que desvelamos la trama pero aquí no hay mucho que contar y todos sabemos lo que pasó ese día así que nos lo saltaremos.
World Trade Center es un drama de libro de cine, con sus momentos lacrimógenos, sus momentos reflexivos y esa esperanza que nunca desaparece y que nos empuja a seguir adelante, no importa lo mal que nos vayan las cosas. Desde el comienzo se despoja a la trama de connotaciones políticas y se centran en la supervivencia de dos hombres, dos personas que no tienen ni idea de lo que ha sucedido pero que se deben dar ánimos el uno al otro para sobrevivir, para aguantar hasta que llegue ayuda y los rescaten. Han pasado veinticuatro horas desde que vi la película y creo que ahora empiezo a entender que esta era la única forma posible de contar esa historia, de apartar la monstruosidad de las imágenes y tirar de un pequeño hilo que no busca héroes ni vándalos sino seres humanos. En este sentido esta película es un potente vehículo, un catalizador que despierta emociones que tenemos guardadas porque todos nosotros vivimos el once de septiembre, todos tenemos algo que contar y recordamos detalles de aquel día. Todos estuvimos pendientes de la tele y todos nos llevamos las manos a la cabeza si poder creer que lo que estábamos viendo no era una de esas películas de gran presupuesto que se estrenan siempre en verano.
Mi historia del once de septiembre fue bastante intensa. Ese mismo mes había comenzado a trabajar en Philips y recuerdo perfectamente que estaba en el laboratorio instalando la aplicación de la que me convertí en responsable un año más tarde. Alguien me llamó para que mirara las noticias por internet o encendiera una televisión. No me pude creer lo que me habían contado. Cuando tecleé la página de CNN no funcionaba, estaba colapsada. Intenté las páginas del mundo y del país y sucedió lo mismo. La red se había detenido. En la pantalla que tenemos en la recepción del edificio sintonizamos uno de los canales holandeses y nos quedamos allí mirando aquello sin creerlo. Cuando dijeron que se había estampado un avión en el Pentágono me quedé blanco. De todos los días de la historia del mundo, ese once de septiembre viajaban mis padres desde Canadá hacia Washington D.C. y coincidían las horas. Mi hermana ya estaba de los nervios tratando de localizar a mis padres o a mis tíos y después de hablar yo también comencé a llamar aunque sin éxito. Nunca antes y nunca después he vuelto a encontrar las líneas telefónicas con los Estados Unidos no respondiendo por saturación en la red. Tras más de dos horas logré hablar con mi tío y el me confirmó que mis padres estaban bien, atrapados en Canadá y buscando la forma de salir de allí. También avisé a bleuge que estaba visitándome esa semana. Le dije lo que había pasado y tampoco lo pudo creer. Cuando nos encontramos por la tarde, nos pasamos el tiempo mirando la CNN y viendo aquellas imágenes repetidas una y otra vez. Después visitamos a una amiga que nos enseñó su álbum de fotos de Nueva York y las fotos que había hecho en el WTC. A mis padres les costó casi tres días abandonar Canadá y volver a Europa, pasaron la mayor parte de ese tiempo tirados en un aeropuerto con miles de personas.
La historia del World Trade Center es mi historia, es tu historia, es nuestra historia. Nunca antes se vivió algo así, con la repercusión mediática que tuvo. Vimos la historia suceder en directo frente a nuestros ojos y de alguna manera, todos nos sentimos parte de la historia de aquel día. La película transmite esas sensaciones y nos recuerda que aquello sucedió y que si olvidamos, volverá a repetirse. Por la forma en la que se ha tratado el tema recuerda a esos telefilms que ponen en las tardes de domingo, con abundancia de primeros planos y la cámara moviéndose como si fuera una de televisión. Cuando acaba, después de más de dos horas, cuando los títulos de crédito comienzan a correr por la pantalla y se encienden las luces, suspiras y sales del cine recordando lo que sucedió aquel día.
No es el tipo de película a la que vas con los amigotes pero sí que deberías verla. No hay cachondeo ni tías tontas y siliconadas y definitivamente no es una película de acción, pero es una buena película.
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