Ir a la playa en Agosto es siempre una experiencia que no te deja indiferente. El resto del año cuando voy a la playa suelen estar vacías o con turistas extranjeros. Los españoles asocian playa con verano y no suelen ir en ninguna otra época del año, incluso viviendo en un paraíso como el canario que te permite ir todos los días. La fiebre playera abarrota nuestras playas con esos especímenes extraídos de aldeas de orcos y que en un universo perfecto no existirían. En muchos temas se me puede tachar de ignorante y simplón pero en el de las playas soy un maestro doctorado. Desde niño he estado tirado en playas por largos periodos de tiempo. He vivido en ellas años de mi vida. Incluso ahora, viviendo en el norte de Europa sigo pasando al menos cinco semanas al año en la playa. Este excelso conocimiento me permite ver venir estos especímenes y evitarlos. El posicionamiento en la arena de la playa es una ciencia tan exclusiva que solo unos pocos la dominamos. Yo llego ala arena, miro y el panorama y en una fracción de segundo identifico el lugar seguro.
Esta virtud me ubicó hoy en un punto de la playa de Amadores desde el que podía observarlo todo. Hace poco ha salido una foto de dicha playa así que quien no la haya visto, que tire de archivos. Llegué temprano porque me gusta aprovechar el sol de la mañana y la calma de la playa antes de la llegada de la primera horda de orcos veraniegos. Sobre las doce aparecieron los primeros, los padres de Ri-char. Nuestro idioma carece de nombres hermosos y parece que solo deben existir dos docenas de nombres posibles lo que lleva a esos ignorantes que van a ser padres a usar nombres extranjeros y ni siquiera pronunciarlos bien. Su hijo podría haber sido un Ricardo, un galán con corazón de pitón pero ellos prefirieron llamar al chiquillo Ri-Char. La madre arrastra sus doscientos kilos de material a la arena, se ubica e inmediatamente empieza a gritar el nombre del chiquillo como quien vende pescado para que toda la gente en un radio de cien metros lo sepa. Pensad que esto sucede en paralelo a otras diez tiparracas similares haciendo lo mismo en diferentes puntos de la playa así que os podéis hacer una idea. Aquello hay momentos en que parece un puesto de mercado.
Después que Ri-Char y sus padres se colocaron en la playa y desplegaron sus tres sombrillas, dos neveras y cuatro bolsos veo que en la avenida hay uno apilando bultos. Tengo tanta suerte que se ponen muslo con muslo con los padres del Ri-Char, los cuales están en el agua bañándose. En el cuarto de hora que pasaron lejos de su jaima los nuevos orcos se instalaron. Tendréis que esperar unos días para ver la foto que he sacado pero os anticipo que pusieron una de estas semiesferas que están tan de moda para la playa, cinco sombrillas, colocaron tres esterillas, cuatro toallas, metieron dos neveras en su vivienda a orillas del mar, tres bolsos, dos sillas y todo eso para una pareja con dos hijas. El tío empotró lo suyo entre tres chiringuitos consiguiendo emputar a todo el mundo. Su mujer redefinió el concepto que tenía de clase baja con unos gritos que arrancaban rocas de las montañas. Estos traían dos hijas, una de un año y medio y la otra mayor. El momento cumbre fue cuando apareció Ri-Char con sus padres y se montó el Belén. Empezaron a pelearse e insultarse mientras los extranjeros y un servidor mirábamos alucinados. Se dijeron de todo. Hubo baños de arena y chiquillos llorando, maldiciones, insultos e improperios. Momentos como este me recuerdan el por qué debo seguir viviendo en el norte de Europa.
Yo como todos los que estábamos allí me pongo del lado de los padres del Ri-Char, que aunque gentuza de baja calaña llegaron antes y solo provocaron molestias sonoras y vergüenza ajena. Lo de los otros no tiene nombre. La tía en medio de la gresca se sacó una teta y se la enchufó a la chiquilla de año y medio que se agarró allí y comenzó a mamar como una posesa (aquellos interesados en saber como deduje la edad decirles que tengo varios amigos con hijos en esa edad y son similares en tamaño y funcionalidad). un grupo de alemanes que se iban a marchar a almorzar decidieron posponer el almuerzo y se quedaron allí a mirar desde su palco el espectáculo gratuito que estábamos viendo.
El tipo que provocó la bronca era uno de esos chandaleros que se reconvirtieron en metrosexuales de mierda. El colega lucía sus tres tatuajes, su pecho afeitado, sus piernitas afeitadas, sus mechitas rubias en el pelo y tal. Su parienta era una Jenny poligonera. El colega se ganó por méritos propios el título de Gitanus Supremus y la cátedra de Hijo de la Gran Puta Mora.
Después de tremendo espectáculo el resto del día fue bastante soso y no sucedió nada digno de mención.