Hoy pensaba escribir sobre alguna de esas chorradas que me vienen continuamente a la cabeza pero la verdad es que me siento danés y noruego más que nunca, me siento europeo y siento que mi libertad está siendo amenazada y coartada por una gentuza que se merece seguir en la Edad Media en la que andan. Pensándolo mejor, voy a imprimirme ciertas viñetas que están por todos lados y desde mañana mismo empezaré a usar mi nuevo papel higiénico marca «El Profeta con perreta. Me pregunto cuando empezaremos a devolver las bofetadas y suspendemos el envío de nuestro dinero a esos países, que los queridos Palestinos, tan agradecidos ellos a la hora de insultarnos y quemar nuestras banderas, viven de nuestro dinero. También me alegro ahora de haber votado que NO en un referéndum que pretendía abrir las puertas de Europa aún más a esos elementos. Por suerte en el País en el que yo voté ganamos los del NO.
Y cambiando de tema y hablando de cosas más mundanas habréis notado que esta semana languidezco en este frío invierno nórdico. La causa es un inoportuno resfriado que se ha apoderado de mí y me ha tenido a medio gas todos estos días. Si sumamos que el próximo martes lanzamos la versión más ambiciosa del software que me permite poner en mi currículum Responsable de Producto y que durante la semana he estado trabajando desde la oscuridad de la mañana a la oscuridad de la noche, entenderéis que me queden pocas ganas para desgastar el teclado de mi iBook escribiendo paridas. Casi todo lo que habéis leído esta semana lo produje el domingo pasado mientras iba en tren a Nijmegen, lugar en el que había quedado con Dani para conocernos, tomar unas cervezas juntos, cenar e ir al cine, como ya conté en cervezas y cine en Nijmegen.
Una vez asumido que me iba a pegar este fin de semana encerrado en casa sudando el resfriado me planteé el ponerme al día con las fotos, una tarea que se me antoja imposible. Hay mucha gente que cree que hacer fotos es ir con la cámara, pulsar el botón en un momento determinado (porque yo sé exactamente lo que quiero y solo hago fotos perfectas) y ya está. A esos decirles que se bajen de la parra y entren en el mundo real. En el pasado, en la era analógica, teníamos muy pocas posibilidades de edición al alcance de la mano y además de controlarnos en el número de fotos que podíamos hacer (a menos que seas rico), una vez reveladas no había mucho más que hacer. Ahora es distinto. Hacer una foto es un proceso que consta de varias etapas. Primero la haces y ya puestos, metes diez más por si acaso. Después, cuando llegas a casa y te sientas frente a la computadora, cargas las fotos en tu equipo, abres un programa de edición y comienza el festival. Al principio es duro y hay gente que no tiene estómago pero esto hay que hacerlo. Recuerdo el primer libro de fotografía digital que me leí. El tío te decía que cogieras tu foto favorita y la recortaras porque seguro que se podía mejorar. Estuve cerca de una hora mirando aquella foto y a punto de llorar porque el recorte me parecía un crimen. Finalmente lo hice y he de reconocer que ahora me gusta mucho más la versión recortada.
Ahora sin embargo cargo todas las fotos del viaje a Bruselas, abro el programa de edición y recorto, ajusto colores, brillos, aplico filtros, enderezo líneas del horizonte y hago lo que haga falta. Veréis algunas de esas fotos en los próximos días. Otra cosa que hago es eliminar aquello que no me gusta. Por ejemplo en Gante había una vista «perfecta» del río con casas antiguas y las torres de las iglesias al fondo que te la jodían dos putas grúas de la construcción. Me tomó cinco minutos borrar todo rastro de las mismas y dejar el paisaje como yo lo quiero ver. En esto del retoque me he convertido en un maestro, asesorado por un fotografo profesional que es amigo y que siempre me está dando consejos sobre como hacer las cosas y prestando libros para que aprenda. El hombre te dice que TODAS las fotos que has visto en tu vida de famosos fotógrafos están retocadas. Mi maestría en la eliminación de objetos es legendaria. A mis amigos holandeses les apañé un montón de fotos de su boda y de su hija. De hecho, su foto favorita de la boda y que está en su casa en la entrada pasó por mis manos y tres horas más tarde ambos me llamaban para felicitarme. A un colega que fue a Nueva York y tuvo la mala suerte de pillar unos días grises y feos, le apañé unos cielos azules de la hostia y el tío salió de mi casa más contento que Yola con un cipote en la boca.
Así que entre el sábado y el domingo preparé dos álbumes enormes con las fotos de Bruselas y Gante y organicé todas las del año 2004 en flickr, que las había subido pero no las había puesto en sus respectivas carpetas. Mi próxima misión serán las fotos de Valencia.
Siguiendo con el temilla de la fotografía he de decir que el viernes dimos la bienvenida a un nuevo miembro de la familia en casa. Ha sido elegida para que me acompañe a todos lados y para que capture cosas más cotidianas. Cuando los móviles comenzaron a tener cámara fui tan estúpido que pensé que sería una cámara decente y que se puede usar para hacer fotos. Ahora que soy consciente que la cámara del móvil es algo inútil y que por mí se la podrían quitar, he terminado por comprar una cámara pequeña, una Olympus ?-mini DIGITAL S de cinco Megapixels.

Es pequeña, guapa y potente, tiene algo de zoom óptico y cuando la apagas protege la lente, algo fundamental cuando la piensas llevar en la chaqueta todo el día como quiero hacer yo. Con ella haré fotos con los colegas, de los colegas, en las estaciones, en los bares, en la calle, de trenes, desde el tren, todos esos instantes que piensas que son mágicos y que más tarde resultan patéticos pero que quiero tener y archivar en mi ingente archivo fotográfico, el cual supera ampliamente las nueve mil fotos. Tengo que encontrarle un nombre a la cámara para bautizarla. Aún no se me ha ocurrido ninguno. Junto a ella seguirá su hermana mayor, la Canon EOS-350D con su espectacular lente EF-S 17-85mm f/4-5.6 IS USM.

Este año espero gastarme unos miles de euro adicionales y añadir una buena lente para esos leones y leopardos que se ponen tan lejos de uno. Ya le he echado el ojo a la que quiero y sólo es cuestión de tiempo que caiga en mis manos.