Distorsiones

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  • Las dos semanas pasadas en Distorsiones

    30 de enero de 2006

    Una vez más me dejo ir y terminan acumulándose las historias. Las dos últimas semanas han sido algo movidas. Estuve trabajando en Alemania un par de días, he vuelto a hacer deporte después de años de inactividad, he cambiado nuevamente el aspecto de mi bitácora y he conseguido no cenar una sola noche en mi casa. Mi nevera da lástima de lo desangelada que está pero que puedo hacer yo si de repente todo el país se empeña en alimentarme y mimarme como si fuera la última esperanza de la desalmada humanidad. Al menos todo este trajín hace que no me falten cosas que contar.

    Comencemos por el Cine. Estas dos semanas hablé de In Her Shoes – En sus zapatos, Just Like Heaven – Ojalá fuera cierto, Oliver Twist y El cine de Agosto a Diciembre del 2005. Las tres primeras son películas que vi en las vacaciones navideñas y la última anotación es una clasificación visual de todo el cine de la segunda mitad del año ordenado por mis preferencias. Sigo tratando de buscar algo de tiempo para hacer el resumen del año pero no tengo ni idea de cuando lo conseguiré.

    La otra sección fija es la de las Fotos y estos días anda sin un tema claro. Por suerte han sido varias las que han conseguido entrar en el club de las 500, como Tulipán Til en el club de las 500, Chica rubia en barca en el club de las 500, Tulipanes de los lectores asiduos en el club de las 500, In my bag  y Tulipán en el club de las 500. Me pregunto que es lo que ha hecho que estas fotos se hayan vuelto tan populares de repente. Hubo también otras y de entre ellas quiero resaltar Borrachos en la madrugada en la que aparezco con mi amigo holandés. Ya lo he dicho en esa anotación pero lo repito aquí. Es mi foto favorita del año pasado. Hacía tiempo que no ponía ninguna de mi casa y lo hemos solucionado con Puerta del jardín en la que podéis ver lo cuca que queda cuando nieva. Finalmente decir que he agrupado todas las fotos de Sudáfrica en el Albúm de fotos de Sudáfrica.

    Estos días estamos de celebración. Se cumplen Tres añitos de bitácora, esa puerta abierta a Mi mundo. Este tipo de eventos  me vuelve particularmente reflexivo y me encamina hacia el regodeo en mi propio ombligo, contando cosillas de mi vida por aquí y por allá como Añoranza vecinal o Mis manías. Del Viaje a Alemania tenemos Alta Velocidad y Kaizerslautern. Mis experiencias deportivas han quedado plasmadas en Nadador paralimpio y esa alegría interior con la que uno afronta el invierno nórdico se dejó ver por Pelotas de hielo.

    Imagino que recordaréis que hace un tiempo algunos lectores ganaron una camiseta y después de meses y meses de gestación han visto la luz en La madre de todas las camisetas. De lo que queda decir que tenemos nuevo aspecto en esta bitácora, el correspondiente a las Distorsiones de invierno y que si alguien está interesado en montar su propia bitácora en un servidor debería mirarse Distorsiones se hospeda en DreamHost y buscar el descuento escandaloso que está allí. Queda solo por comentar los Cuentos del chino o mi complicada relación con mi amigo asiático.

    Y eso ha sido todo por Distorsiones. Espero que tengáis materia para entreteneros al menos un rato y vuelvo a recordaros que vuestra generosidad siempre es bienvenida y para facilitaros la elección he preparado mis listas de objetos codiciados en Amazon:
    – Wishlist en Amazon UK
    – Wishlist en Amazon USA

  • Tres añitos de bitácora

    29 de enero de 2006

    Los complejos sistemas de medida que se aplican a esta parcela del multiverso hacen complicado el calcular números y cifras sobre esta bitácora. Ayer me di cuenta que ya se han cumplido TRES A?OS desde que Distorsiones abandonó el formato de lista de distribución y adoptó el de bitácora pública. Es un buen momento para felicitar a todos los que lleváis todo ese tiempo e incluso más aguantando mis neuras y leyendo lo que una absurda mente puede llegar a producir en sus horas más bajas. Cuando miro en los archivos las cosas que escribía entonces me sonrojo e intuyo que algo he evolucionado, aunque quizás no en la dirección correcta. Estos tres años se han materializado en novecientas treinta anotaciones y más de tres mil quinientos comentarios. No hay estadísticas de visitas de todo ese tiempo por culpa de los cambios de servidor y de sistemas de medida pero para que os hagáis una idea en el último año visitaron estas tierras ciento nueve mil visitantes únicos y se les alimentó con ciento ochenta y dos mil páginas. Eso dice el señor StatCounter. Las estadísticas de mi servidor sin embargo me cuentan que entre septiembre y diciembre del año pasado se sirvieron trescientas veinte mil páginas y en lo que va de enero llevamos más de ciento tres mil. Como veis los números son muy distintos según quien los recolecta. De todo esto a mí solo me queda el placer de conversaciones con los amigos, de aventuras en países exóticos, de películas vistas sólo o en compañía de otros, copas y veladas en la intimidad y colectivas y un sin fin de instantes que capturé para mi diario público y que cambié, modifiqué, alteré tanto como quise. Dentro de unos años, cuando me siente a repasar mi diario, ni siquiera tendré memorias de la realidad de las cosas y tendré que creerme muchas de las que he escrito.

    Este es un momento tan bueno como cualquier otro para recordaos que nada es lo que parece. No os creáis todo lo que aquí aparece y no deis por sentado que sea completamente cierto. Siempre hay unos posos que activaron los resortes adecuados en mi cabezón y desencadenaron el relato pero eso no significa que todo sucediera de la manera en la que yo lo cuento. La imaginación ha sido compañera de viaje desde que nací y no pienso tirarla por la borda ni ahora ni nunca. Lo bueno de contar una historia está en su manipulación, en su adaptación para hacerla más apetecible, más íntima y de esa forma despertar las emociones buscadas. Por estas tierras también aparece de cuando en cuando algún relato que no tiene nada que ver con la realidad. Por falta de tiempo, por pereza y por culpa de la endiablada frecuencia de producción y publicación que me he auto-impuesto ya no son tan frecuentes como antes. Esas historias necesitan tiempo y mimo, algo que no les puedo dar.

    Ya que estamos en compañía de amigos, recordar que fuera de esta bitácora tengo vida y trabajo. Soy un ingeniero que se gana los garbanzos gracias a una multinacional europea que me esclaviza y me exprime todo lo que puede. Viajo a casa (las Canarias) tanto como puedo y aún así encuentro tiempo para descubrir el mundo. Quedo con amigos y hacemos todo tipo de actividades que consumen tiempo y que suelen dejarme en un estado lamentable en el que no puedo escribir, así que debo preparar siempre cosas con antelación para que no se noten esos vacíos.

    Hablando de amigos, distorsiones es también un lugar por el que se pasan gran parte de mis amigos y familia. Al contrario que otros que gustan de mantener en secreto sus rincones cibernéticos, el mío es bastante público en ese sentido. Por aquí llegan antiguos compañeros de trabajo españoles, la gente de mi actual empresa, ex-colegas de la multinacional americana en la que trabajé anteriormente, gran parte de mi familia y la casi totalidad de mis amigos. No todos entran asiduamente pero se pasan de cuando en cuando. Curiosamente solo unos pocos comentan públicamente y la mayoría prefiere el cara a cara para decirme lo que piensan. Muchos se sorprenden cuando cuento cosas que vivimos juntos por mi capacidad para ver detalles inexistentes o para encontrar el hilo que da vida a la historia. Otros me tienen terminantemente prohibido el hablar de nada en lo que ellos estén relacionados y yo respeto esos bloqueos. Toda esta gente son también la razón por la que a menudo desaparecen comentarios desafortunados e inapropiados. No quiero que mi gente tenga que leer los insultos o exabruptos que cualquier malnacido que cae por aquí después de una búsqueda en Internet y que no sabe nada de la historia de este lugar tenga que decir.

    A través de distorsiones he hecho nuevos amigos. Gente que pasó un día y volvieron al día siguiente y en un momento determinado dejaron caer un comentario, luego otro y terminamos expandiendo esa relación asíncrona y encauzándola por los ríos de la vida. Este efecto colateral ha sido totalmente inesperado. Yo no me planteé este sitio para eso. La razón por la que esta bitácora existe ya ha sido explicada y no vamos a volver a perder tiempo con ello.

    Tras tanto tiempo en el aire creo que ya no tenemos que preocuparnos por si lo dejaré o continuaré. No hay planes para cambiar esto. Esta es mi casa y como siempre, sois bienvenidos. Mirad en los rincones y buscad aquello que andéis buscando. Si miráis bien puede que incluso lo encontréis. Yo seguiré retorciendo palabras y jugando con mi idioma, buscando los infames límites de mi perversa imaginación y traspasándolos una y otra vez

  • Kaiserslautern

    28 de enero de 2006

    Este relato comenzó en Alta Velocidad

    Lo primero que me sorprendió de la ciudad al llegar es que todo el mundo habla inglés bastante bien. Se trata de Alemania, un país que al igual que España no resalta en ese tema. He tenido experiencias absurdas en ciudades como Francfort, Dusseldorf o Nuremberg en las que no había forma de que te entendieran porque solo hablaban alemán. Salgo del tren y la chica de información me explica todo lo que tengo que hacer con un delicioso acento, de esos que te dan ganas de hincársela allí mismo y dejarla tan a gustito. Encuentro los taxis donde ella me dijo y cuando voy en el vehículo el hombre me habla también en inglés sin problemas. Yo flipando, totalmente convencido de que la Alta Velocidad Alemana me ha transportado a otro lugar en la nube espacio-temporal que nos rodea o que mis mediocres conocimientos de holandés me han convertido en un portento de las lenguas de esta parte del continente. Como andaba medio mosqueado le dije al taxista que me daba la impresión de que allí había mucho extranjero y me lo confirmó. Hay una base norteamericana a las afueras de la ciudad y eso lo explica todo. Esta gente saca dinero a palas de ese reducto del imperialismo yanqui en la vieja y pacifista Europa. Ya cuando llegué al hotel no me pareció raro encontrármelo lleno de americanos e hindúes fundamentalmente. Para los primeros tenemos una explicación. Lo de los segundos no lo quise ni saber aunque seguro que son todos programadores y andan desarrollando alguna nueva tecnología mega-secreta que condenará aún más el mundo.

    Después de tomar posesión de mi habitación quedé con un compañero de trabajo para ir a comer algo y beber unas buenas cervezas alemanas. Dimos una vuelta y terminamos en el restaurante del hotel ya que nos lo había recomendado uno de los alemanes que trabaja con nosotros. La comida fue excelente y abundante y de las cervezas mejor no hablar. Cuando estábamos a medio tanque fuimos a un pub irlandés y completamos la noche jugando a los dardos y mirando las tetas de unas cuantas americanas que gritaban cada vez que les tocaba tirar como si se la estuvieran metiendo por el culo. En la cultura americana eso de los gritos y los saltos está muy desarrollado. Cualquier bobería es suficiente para que conmuten al idioma gutural.

    Hay dos cosas por las que recordaré este hotel y de ambas tengo fotos que igual pongo un día de estos. La primera es la lámpara del techo en la habitación. Desde aquí mismo le doy cinco gallifantes al hijoputa del decorador por encontrar esa aberración, comprar cientos y largarlas en un recinto hostelero. Es una especie de homenaje al mundo de Supermán. Unos cilindros que simulan hielo y que cuelgan sobre uno amenazadoramente. Debería formar un grupo en flickr con fotos tomadas únicamente en ese hotel y convertirlo en objeto de culto mundial. Lo otro que me llamó la atención fue la revista porno que había en la mesilla de noche. Yo siempre compruebo que hay una falsa Biblia de esas de los protestantes para arrancarle unas cuantas hojas y dormir más tranquilo. En Holanda también lo hacen, te dejan un nuevo testamento. Y en Estados Unidos incluso en el B&B más barato y chabacano tienen Biblias de estas a medias y que pertenecen a todas esas sectas que surgieron después de que el mamón de Lutero se saliera del tiesto. La que encontré aquí era de los Gideones, esa chusma que pulula por este tipo de establecimientos largando su carga tóxica. Volviendo a lo que me encontré, imagino que los Gideones no tuvieron nada que ver con la revista porno porque de ser así creo que empiezo a interesarme por su secta. Al abrirla te encuentras con fotos y más fotos de coños en todas las posturas que te puedas imaginar, con miembros entrando por ellos desde arriba, desde abajo y desde los lados. La sección de cartas (que la tiene) estaba llena de fotos de los tíos que la leen que mandan sus imágenes con la esperanza de que alguna tía les responda. Digo yo que eso tiene poco sentido porque esta es una revista para hombres así que tendrían que buscar el equivalente femenino para mandar sus cartas. Imagino que el nivel intelectual de los que buscan hembras a través de este formato no dará para más. Pensé en llevarme la revista aunque al final opté por ponerla bajo la Biblia y dejarlas juntas para que la gente vea que el Dios que buscan les ha mandado un mensaje de paz, amor y lujuria.

    Durante la noche nevó y por la mañana todo estaba cubierto por cinco centímetros de nieve, un paisaje blanco y precioso. Tras un desayuno de campeones que me dejó echando buchitos y con ganas de potar nos fuimos a trabajar. No voy a entrar en detalles sobre el asunto pero ya sabéis que los pocos que han tenido el honor y el privilegio de verme en acción saben que han estado junto a un arcángel del negocio de las telecomunicaciones.

    Por la tarde nos volvimos a Holanda en coche. Conducía el compañero de trabajo. Programó su GPS y la tía (Eva) se empeñaba en llevarnos por caminos equivocados. Perdimos casi tres cuartos de hora por culpa de esa zorra de mierda. Digo yo que el marido de la tipa que puso la voz al programa de Tom Tom debe estar hasta los huevos de escuchar a la parienta dándole órdenes todo el día. Y lo mismo le pasará a ella que se tiene que escuchar a sí misma haciendo la intelectual que lo sabe todo sobre los caminos del Señor. Por si los señores que hacen ese software leen esto, sugerir que añadan algún tipo de emoción a la chica, como un bien hecho cuando lo haces bien o un por ahí no gilipollas cuando ya la has cagado. Al menos así se harían más entretenidos los viajes. Ahora es todo muy como de hospital.

    Por culpa de la nieve la mayor parte del camino la tuvimos que hacer a ciento treinta kilómetros por hora. Sólo cuando pasamos Dusseldorf pudimos darle candela al coche y coger los ciento noventa. El problema es cuando entras en Holanda y tienes que reducir a ciento veinte. El coche parece una tartana y terminas parando en un área de descanso para perder la referencia o te vuelves loco. En los Países Bajos ahora está de moda el limitar las autopistas a ochenta kilómetros por hora en los alrededores de las ciudades. Dicen que contamina menos pero definitivamente uno se emputa más. Seguro que algún españolito de los que conozco dirá que el se pasa por el forro esas prohibiciones y demás, pero dejarme que os diga algo, aquí andan tres pasos por delante de vosotros. Olvidaros de las cámaras de velocidad. Ahora la moda es tomar una foto a todos los coches en la autopista en un punto y otra cinco kilómetros más adelante. Calculan la media y si te pasas de lo señalizado te mandan el regalito. De esa forma no escapa nadie. Están llenando las carreteras con estas trampas que te obligan a respetar escrupulosamente la velocidad. También andan poniendo cámaras nuevas que no usan flash y no te enteras de cuando te han pillado.

    Sobre las once de la noche llegué a casa después de esta corta aventura en Kaizerslautern.

  • Nadador paralimpio

    27 de enero de 2006

    Hay que estar con los amigos a las duras y a las maduras, en los buenos tiempos y en aquellos no tan buenos. Por eso cuando mi amigo holandés me llamó el lunes y me preguntó si quería ir a nadar con él solo podía dar una respuesta. Desde que le comenzaron los problemas de espalda ha pasado por un calvario terrible. Yo y otros hemos hecho lo posible por ayudarlo aunque imagino que la procesión va por dentro. El lunes era un día complicado para mí porque toca cine con otro colega y eso es sagrado. Además ese día ya había quedado para que alguien me pasara información reservada sobre la futura reorganización que ya es imparable y estaba bastante interesado en saber si tengo que liar la manta y buscar trabajo o todavía tendré silla por algún tiempo. No comentaré nada sobre el resultado de esa reunión conspiratoria porque por estas tierras pasan compañeros de empresa a mirar y admirar esas fotos impresionantes que muy de cuando en cuando salen del objetivo de mi cámara.

    Volviendo al tema, como el lunes no podía ser entonces quedamos para ir a nadar el martes después del trabajo. Me llevé el bañador en la mochila y listos. Al día siguiente viajaba a la gran Alemania, ese país díscolo al que un vaquero acarajotado y medio gilipollas que malgobierna un país definió como la vieja Europa. A las cinco nos fuimos a casa del colega por una carretera secundaria que cruza entre lagos. El sol está casi tocando el suelo y la atmosfera suda con un rojo tan fuerte que te hace pensar que estás entrando a las mismísimas calderas del infierno, aunque el hielo en los canales tiende a desmentir esta especulación sin sentido. La escena es de esas que te dejan sin aliento.

    Recogimos a la hija de mi amigo, pasamos por su casa, agarramos toallas y nos fuimos a la piscina. Al llegar en la recepción nos dicen que estamos equivocados porque nosotros queríamos hacer ir a la sesión en la que se puede nadar en las diferentes calles por libre y ese día, el martes, lo que hay es natación para niños. La mujer mira en internet y nos dice que en ninguna otra piscina de esa ciudad se puede hacer lo que queremos ese día y finalmente optamos por entrar. Pasamos por los vestuarios a cambiarnos, nos damos una duchita de agua caliente que me hizo plantearme la posibilidad de esperarlo allí y finalmente llegamos a la charca cubierta. En total había trece unidades humanas sin contarnos a nosotros dos. Unas cuantas madres con sus hijos y un padre con su hija. Nosotros no pegábamos ni con cola allí, parecíamos dos pervertidos que se habían metido para ver el chiquillería. Como estaba vacía nos pudimos agenciar todo un cuarto de la piscina para nosotros y comenzamos a nadar. La primera ida y vuelta fue de puta madre. En la segunda se me empezaron a cansar unos músculos que parece ser que tengo en los brazos y que se deben usar para ese tipo de actividades deportivas. Cualquiera que me conozca sabe que yo el cabezón lo tengo superdesarrollado y espabilado pero el resto es material de desguace, salvo la barriguilla cervecera que me permitía flotar en el agua cuando nadaba de espaldas.

    En la cuarta tanda yo pensé que me moría. Los brazos me daban unos calambres de que te cagas y de no ser porque los pies están acostumbrados al pedaleo y tienen fuerza motriz, me iba directo al fondo. El vigilante de la piscina me miraba alucinando, a mí y a mi amigo que tampoco iba mejor que yo. Parecíamos dos ballenas a punto de irnos para el fondo. Después de un descanso volvimos al tajo e hicimos cuatro piscinas más (ida y vuelta). En la última tanda yo ya no movía una mano pero por lo demás bien, si descontamos que la piscina empezaba a acusar la falta de agua porque yo me la tragaba toda, boqueando al intentar coger aire. Después de un nuevo descanso hicimos dos últimas vueltas. En la final, todos los chiquillos en pie me aplaudían y sus madres aplanaban el agua de la piscina con sus manos para que yo pudiera llegar a buen puerto. El vigilante gritaba algo que imagino eran ánimos. De vez en cuando conseguía sacar la cabeza lo suficiente como para ver que seguía lejos de la meta. Tras mucho esfuerzo y sacrificio llegué y como pude salí del agua. En total fueron diez tandas en la piscina. Toda una odisea que demuestra lo excelente que es mi condición física.

    Estuvimos como veinte minutos en las duchas dejando que el agua calentita calentara los músculos. Mientras estábamos en ello aquello se empezó a llenar de ballenatos, de mujeres michelín. Una cosa de mal rollo de la muerte. Salimos escopeteados hacia los vestuarios, plagados de tipas con más barriga que tetas y con unos muslos como sacos de papas que nos miraban lascivamente y que se veía a la legua que si podían nos hacían una encerrona y nos practicaban guarrerías serxuales hasta dejarnos exhaustos. En la recepción preguntamos la razón de tamaña invasión de cachalotes y nos dijeron que a las siete y media comienza la hora de piscina para gordas que quieren perder peso, algo que no consiguen pero al menos simulan hacer ejercicio y matan una hora lejos de la comida.

    Como experiencia ha sido mejor de lo que esperábamos y creo que lo vamos a repetir una o dos veces por semana, con lo que espero el recuperar esos músculos perdidos y poder exhibirlos en la playa el verano que viene. Tras el palizón la mujer de mi amigo nos tenía una cena de campeones y unas cuantas cervezas para recuperar líquido, que uno mea mucho mientras nada y eso no es bueno. Pensaba que a la mañana siguiente no podría ni mover los brazos del dolo pero no ha sido tan malo como esperaba. Espero que de esto no se enteren ni el chino ni el turco (ambos fuera del país en este momento) porque me matan. Llevan años tratando de arrastrarme a una de esas piscinas y yo negándome en redondo. Que quede bien claro que esto lo hago porque mi amigo lo necesita, que a mí sólo me hace falta una buena conexión a Internet, calefacción y una cervecita holandesa o belga para ser más feliz que el Pupas.

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