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  • Oliver Twist

    25 de enero de 2006

    ¿De verdad que existe la gente que no se ha leído alguna de las obras del magnífico Charles Dickens ? Espero que no. Yo tuve mucha suerte y desde pequeño me regalaban ediciones para chiquillos que devoraba inmediatamente. Cuando comencé a estudiar inglés los libros que nos recomendaban leer eran de … guess what? …. Charles Dickens y lo volví a descubrir en un entorno diferente pero también fascinante. Sus historias se han adaptado al cine , radio y televisión una y otra vez y la gente no se cansa de verlas. Hay clásicos suyos que visitan las cajas tontas todos los años y posiblemente habrán bestias que ni sepan quién escribió la historia.

    Oliver TwistDicho esto se entenderá que cuando veo en la cartelera de un cine que están dando Oliver Twist siento una necesidad imperiosa de comprar la entrada y perderme en ese mundo ya conocido. Para los cortos de mente recordaros que Oliver Twist es la historia de un huérfano al que la vida no le sonríe. Después de una serie de desgraciados trabajos en los que lo tratan como a una bestia se escapa y tiene la mala suerte de caer en las garras de unos delincuentes londinenses. Allí, en la gran capital del mundo continuarán sus aventuras y sus intentos por enderezar su vida y superar la adversidad. Es una historia con moraleja y que por descontado tiene un final de esos que te ponen un nudo en la garganta.

    Lo habitual en estos casos es que se revisite el clásico adaptándolo a nuestros días y ambientándolo en el Bronx, en Beverly Hills o en una base de misiles siberiana. Eso es lo que pasa cuando el dinero y el equipo viene de los Estados Unidos. Cuando son los europeos los que se juntan y ponen la pasta, se respeta el tiempo y el lugar en el que sucedió todo, se buscan actores de lujo, se encuentra la magia que hace falta para estos cuentos y se empaqueta todo en una entretenida y fantástica película. Ya se sabe lo que hay así que hay que esmerarse conl a ambientación y la interpretación y esta gente lo ha conseguido. El Londres de la película es increíble, sucio y peligroso a los ojos de un chiquillo que llega del extraradio y que de repente cae en medio de la mayor urbe del mundo y la capital de un imperio. La cámara consigue transmitir la angustia que siente el chiquillo mientras deambula por la ciudad perdido, sin saber qué hacer.

    Al mando del cotarro está un viejo conocido y un excelente director, Roman Polanski, el cual no se prodiga mucho pero en las pocas ocasiones en las que lo hace, deja claro su poderío. La historia de Oliver Twist se deja querer en sus manos y consigue sacar lo mejor de los actores que escogieron para los papeles, entre los que resplandece con luz propia el niño que da vida al protagonista, un tal Barney Clark que espero que continúe en esto del cine. Es encantador. Hay momentos en los que parece maduro y curtido por la vida y en otros no es más que un pobre chiquillo al que le ha tocado pasarlas putas. Hay muchos actores que han dado lo mejor de sí mismos y no acabaría si tengo que hablar de todos, así que dejémoslo estar.

    Podéis esperar unos años y ver la película cuando la empiecen a dar machaconamente en la tele o gastaos los cuartos, mover esos culos grasientos al multicine más cercano y retroceder en el tiempo a una época en la que las cosas eran bien distintas y en la que los milagros son posibles.
    gallifantegallifantegallifantegallifante

  • In my bag en el club de las 500

    25 de enero de 2006


    In my bag, originally uploaded by sulaco_rm.

    El año pasado en marzo cuando fui a Omán hice una foto del contenido de mi mochila y la puse en uno de los grupos de flickr, uno que en aqulla época estaba muy de moda y que se llama What’s in your bag. De lo que se trata es de fotografiar eso que llevamos con nostros, ya sea en el bolso de una mujer, en la bolsa del portátil o en la mochila que llevamos al trabajo. El resultado es un fascinante popurrí en el que puedes noveleriar con todo lo que la gente carga con ellos. Mi aportación a ese grupo ha continuado recibiendo visitas y finalmente ha conseguido los puntos necesarios para entrar a pertenecer al club de las 500.

  • Tulipán en el club de las 500

    24 de enero de 2006


    Tulipán, originally uploaded by sulaco_rm.

    Resulta increíble la velocidad con la que de repente alguna de las fotos está recibiendo visitas. Tenemos otro miembro del club de las 500 y de nuevo se trata de un tulipán. Este no fue dedicado a nadie sino que apareció en la anotación que anunciaba mi visita al Keukenhof del año pasado. Ahora que hace tanto frío y tenemos esta oscuridad tan grande, disfrutemos con estos pequeños homenajes a la belleza.

  • Pelotas de hielo

    23 de enero de 2006

    Esta mañana cuando salí de casa la temperatura exterior era de menos cinco grados y había un cielo precioso, totalmente despejado. Un día increíble así que decidí ir en bicicleta + tren + bicicleta al trabajo. Decir que ha sido el día más frío de este invierno para mí, creo que en Navidades tuvieron hasta menos ocho grados pero yo no estaba aquí para verificarlo con lo que no cuenta.

    Me preparé como corresponde en estos casos. Los guantes de esquiar gordos como la polla de un rinoceronte, el gorro de eminem con el Thinsulate para que me proteja las ideas, los pantalones de pana esos que además de hacerte parecer progresista abrigan un huevo, las botas Panama Jack para romper el hielo si es necesario y mi super chaquetón de invierno preparado para aguantar temperaturas de hasta menos quince grados y que además de costar un dineral, es super-ligero y viene con más tecnología que el microondas de casa de la Pantoja. Me encasqueté mi iPod con un Podcast de cine, me coloqué toda la parafernalia, la mochila y cojo la bici y a pedalear se ha dicho. Los tres kilómetros y pico de mi casa a la estación fueron un suplicio.

    No tuve frío ninguno en la cabeza, con mis orejitas bien calientes, ni en las manos, ni en el pecho. El frío lo tenía en los huevos. Un soplo de aire helado que me golpeaba las bolas y me las dejaba como nueces de duras. Pensé que me moría.

    Cuando llegué a la estación entró en funcionamiento la puta ley del hijo de la gran puta de Murphy y cancelaron los dos siguientes trenes, así que estuve media hora a la intemperie muerto de frío. Finalmente llegó el tren y nos metimos en plan tumulto. Largué la bicicleta en un rincón y me senté en la cabina, calentito. Por culpa del retraso aquello se llenó más que el Bangalore Express. Estaba hasta la bandera de gente, todos apiñados y en silencio, que para algo en Holanda producen los niños del maíz y la gente cuando se aglomera no habla. Falta un minuto para dejar la estación, estamos todos a la expectativa, cierran las puertas y aquello que no arranca. Tras unos minutos se escucha un rumor sordo que viene de la parte trasera del tren, un ruido a algarabía. Me imagino que han cogido a algún marroquí haciendo una trastada y la gente estará pegándole una paliza o similares (Es lo bueno que tiene la imaginación, que uno se pinta los malos que quiere y como en el periódico había leído algo sobre el alto índice de criminalidad de esa gente, pues ahora es más fácil culparlos de todo sin remordimientos).

    Desgraciadamente, no había un linchamiento. El ruido lo producía una piara de chiquillos que venían en tromba desde atrás. Eran unos sesenta. Tras todos ellos llegaban los profesores. Parece que iban de excursión a algún lado. Como todas las mareas condenadas al fracaso, al llegar a la parte delantera descubrieron que el tren iba lleno y comenzaron a volver. Los profesores desistieron en controlar su rebaño y les dieron permiso para que se movieran libremente por el tren. Ellos se tomaron este mandato literalmente y no pararon quietos en los quince minutos que dura el trayecto. Cuando llegamos a la estación de Sport Park, el lugar en donde se encuentra la sede europea de Nike, se bajaron los chiquillos y tuvimos que esperar diez minutos hasta que los recontaron y se aseguraron que no se dejaban ninguno atrás.

    Tras una odisea llego a la estación, cojo de nuevo mi bicicleta y de nuevo ese dolor horrible en los huevos, como si me estuvieran matando sádicamente. Pensé que me volvía a morir. Encima en esta ocasión se me olvidó ponerme el gorro y al suplicio genital se unían mis orejas, que se congelaban por instantes y estaban a punto de desprenderse y alcanzar la independencia. Fue el kilómetro y medio más horrible de mi vida. Por orgullo y por terminar con la tortura no me paré a sacar el gorro de Eminem de la mochila y simplemente seguía adelante pedaleando y tragándome lágrimas y mocos producidos por el dolor y el frío sin escarcha. Hubo instantes en los que creí que me desmayaba. Mis huevos colgaban como badajos, rígidos y prietos, sin vida en su interior. Ese frío me carcomía por dentro y mi torpe entender no conseguía asimilar el por qué una combinación de ropa que siempre había funcionado hoy iba tan mal. Con mucho sacrificio llegué a la oficina y el camino entre el aparcamiento de bicicletas y el edificio lo hice caminando despatarrado para que no se me rompieran los redaños. Entré en el calorcito del edificio y cuando llegué a mi despacho me comienzo a quitar todo el equipamiento. Capas primarias, secundarias y terciarias.

    Cuando ya estoy preparado para la acción y comienzo a notar como la vida vuelve a mi ser, mi compañero de despacho que me mira y me dice: Lo de la bragueta baja es moda nueva ¿o qué? Entonces lo vi claro y comprendí el por qué de este sin vivir. Por culpa de una bragueta baja y de llevar esos boxers preciosos con escenas entrañables de los Simpsons casi me convierto en un niño cantor de Viena o en este caso de Utrecht.

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