Distorsiones

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  • Nadador paralimpio

    27 de enero de 2006

    Hay que estar con los amigos a las duras y a las maduras, en los buenos tiempos y en aquellos no tan buenos. Por eso cuando mi amigo holandés me llamó el lunes y me preguntó si quería ir a nadar con él solo podía dar una respuesta. Desde que le comenzaron los problemas de espalda ha pasado por un calvario terrible. Yo y otros hemos hecho lo posible por ayudarlo aunque imagino que la procesión va por dentro. El lunes era un día complicado para mí porque toca cine con otro colega y eso es sagrado. Además ese día ya había quedado para que alguien me pasara información reservada sobre la futura reorganización que ya es imparable y estaba bastante interesado en saber si tengo que liar la manta y buscar trabajo o todavía tendré silla por algún tiempo. No comentaré nada sobre el resultado de esa reunión conspiratoria porque por estas tierras pasan compañeros de empresa a mirar y admirar esas fotos impresionantes que muy de cuando en cuando salen del objetivo de mi cámara.

    Volviendo al tema, como el lunes no podía ser entonces quedamos para ir a nadar el martes después del trabajo. Me llevé el bañador en la mochila y listos. Al día siguiente viajaba a la gran Alemania, ese país díscolo al que un vaquero acarajotado y medio gilipollas que malgobierna un país definió como la vieja Europa. A las cinco nos fuimos a casa del colega por una carretera secundaria que cruza entre lagos. El sol está casi tocando el suelo y la atmosfera suda con un rojo tan fuerte que te hace pensar que estás entrando a las mismísimas calderas del infierno, aunque el hielo en los canales tiende a desmentir esta especulación sin sentido. La escena es de esas que te dejan sin aliento.

    Recogimos a la hija de mi amigo, pasamos por su casa, agarramos toallas y nos fuimos a la piscina. Al llegar en la recepción nos dicen que estamos equivocados porque nosotros queríamos hacer ir a la sesión en la que se puede nadar en las diferentes calles por libre y ese día, el martes, lo que hay es natación para niños. La mujer mira en internet y nos dice que en ninguna otra piscina de esa ciudad se puede hacer lo que queremos ese día y finalmente optamos por entrar. Pasamos por los vestuarios a cambiarnos, nos damos una duchita de agua caliente que me hizo plantearme la posibilidad de esperarlo allí y finalmente llegamos a la charca cubierta. En total había trece unidades humanas sin contarnos a nosotros dos. Unas cuantas madres con sus hijos y un padre con su hija. Nosotros no pegábamos ni con cola allí, parecíamos dos pervertidos que se habían metido para ver el chiquillería. Como estaba vacía nos pudimos agenciar todo un cuarto de la piscina para nosotros y comenzamos a nadar. La primera ida y vuelta fue de puta madre. En la segunda se me empezaron a cansar unos músculos que parece ser que tengo en los brazos y que se deben usar para ese tipo de actividades deportivas. Cualquiera que me conozca sabe que yo el cabezón lo tengo superdesarrollado y espabilado pero el resto es material de desguace, salvo la barriguilla cervecera que me permitía flotar en el agua cuando nadaba de espaldas.

    En la cuarta tanda yo pensé que me moría. Los brazos me daban unos calambres de que te cagas y de no ser porque los pies están acostumbrados al pedaleo y tienen fuerza motriz, me iba directo al fondo. El vigilante de la piscina me miraba alucinando, a mí y a mi amigo que tampoco iba mejor que yo. Parecíamos dos ballenas a punto de irnos para el fondo. Después de un descanso volvimos al tajo e hicimos cuatro piscinas más (ida y vuelta). En la última tanda yo ya no movía una mano pero por lo demás bien, si descontamos que la piscina empezaba a acusar la falta de agua porque yo me la tragaba toda, boqueando al intentar coger aire. Después de un nuevo descanso hicimos dos últimas vueltas. En la final, todos los chiquillos en pie me aplaudían y sus madres aplanaban el agua de la piscina con sus manos para que yo pudiera llegar a buen puerto. El vigilante gritaba algo que imagino eran ánimos. De vez en cuando conseguía sacar la cabeza lo suficiente como para ver que seguía lejos de la meta. Tras mucho esfuerzo y sacrificio llegué y como pude salí del agua. En total fueron diez tandas en la piscina. Toda una odisea que demuestra lo excelente que es mi condición física.

    Estuvimos como veinte minutos en las duchas dejando que el agua calentita calentara los músculos. Mientras estábamos en ello aquello se empezó a llenar de ballenatos, de mujeres michelín. Una cosa de mal rollo de la muerte. Salimos escopeteados hacia los vestuarios, plagados de tipas con más barriga que tetas y con unos muslos como sacos de papas que nos miraban lascivamente y que se veía a la legua que si podían nos hacían una encerrona y nos practicaban guarrerías serxuales hasta dejarnos exhaustos. En la recepción preguntamos la razón de tamaña invasión de cachalotes y nos dijeron que a las siete y media comienza la hora de piscina para gordas que quieren perder peso, algo que no consiguen pero al menos simulan hacer ejercicio y matan una hora lejos de la comida.

    Como experiencia ha sido mejor de lo que esperábamos y creo que lo vamos a repetir una o dos veces por semana, con lo que espero el recuperar esos músculos perdidos y poder exhibirlos en la playa el verano que viene. Tras el palizón la mujer de mi amigo nos tenía una cena de campeones y unas cuantas cervezas para recuperar líquido, que uno mea mucho mientras nada y eso no es bueno. Pensaba que a la mañana siguiente no podría ni mover los brazos del dolo pero no ha sido tan malo como esperaba. Espero que de esto no se enteren ni el chino ni el turco (ambos fuera del país en este momento) porque me matan. Llevan años tratando de arrastrarme a una de esas piscinas y yo negándome en redondo. Que quede bien claro que esto lo hago porque mi amigo lo necesita, que a mí sólo me hace falta una buena conexión a Internet, calefacción y una cervecita holandesa o belga para ser más feliz que el Pupas.

  • Mis manías

    27 de enero de 2006

    Es de todos bien sabido que yo hace bastante tiempo que paso de los MeMes estos de contar chorradas por llenar espacio en la bitácora. Gran parte de la culpa la tiene el que siempre tenga cosillas que poner y entre las fotos y mis frecuentes miradas de ombligo como que no me apetece el hacerlos. Erre, miembro fundador de la legendaria bitácora Cogiendo Caracoles, posiblemente la mejor bitácora de humor en Español y chiquistaní me ha invitado en al menos dos ocasiones y como es tan latoso, pues mira, hoy por joder voy a responder a esta.

    Esta es la confesión de cinco de mis manías, grupo en constante aumento y que debe rondar los millares. Mi problema es que cuando alguien me cuenta una corro el riesgo de implementarla y hacerla propia. Dicho esto, procedamos:

    • 1. Duermo con mi super-mega-maxi reloj en la muñeca y me despierto siempre por la noche al menos una vez a mirarlo y regodearme cuando se enciende automáticamente al levantar la mano para que yo pueda ver la hora con esos preciosos números que tiene. Mi reloj es un portentoso Casio SPF-70T Sea-PathFinder.
    • 2. Cuando voy de pasajero en un coche siempre bajo la ventana al llegar a un semáforo y la vuelvo a subir al arrancar. No importa si la temperatura exterior es de cuarenta o de menos veinte. Yo bajo y subo la ventana compulsivamente.
    • 3. Me rasco los huevos cada cincuenta y tres segundos. De hecho, se podría poner en hora un reloj atómico con mi precisión en esta tarea. Si alguien me lo reprocha incremento la frecuencia y entonces me los rasco cada veintiséis segundos y medio.
    • 4. Cuando visito España me torturo a mí mismo viendo los intermedios de TeleJinco y mamándome esos vídeos de putas y delincuentes metidos a cantantes de guarretón.
    • 5. Cuando me emputo silbo la misma canción continuamente. Es un politono multitono megatono que salía en una película de 1987 llamada Broadcast News.

    Y como estas mierdas hay que propagarlas para seguir contaminando la blogosfera y extender estos virus, propongo a Kike, Emo, Dani, Marta y que tienen bitácoras propias y activas que pueden ensuciar y para el resto, o sea María de los Monos, Inés, Bishop, M, Pues, Virtuditas y cualquier otra persona que comenta habitualmente por aquí pueden dejar sus manías en los comentarios.

  • Alta Velocidad

    26 de enero de 2006

    Mi indiferencia natural me lleva por caminos desconocidos y a veces hasta consigue sorprenderme. Después de volver de vacaciones de Navidad en mi empresa estaban buscando a alguien para dar un curso en algún lugar de Alemania de un producto que no vendemos hace dos años. Tenemos un departamento de formación y tal pero ellos parece que andan muy liados tocándose los huevos y mirándose el ombligo y de alguna manera mi nombre terminó aflorando. ?ltimamente ya ni me sorprende. Si uno compara la descripción de mi trabajo con lo que en realidad estoy haciendo, no hay color. Soy lo más versátil que han contratado en mucho tiempo: hago mi tarea y además traduzco, dirijo, controlo, manipulo, soluciono y todo lo que me echen por delante. Así que me ofrecieron el ir a ese lugar alemán a dar este curso de un producto muerto del que alguien se olvidó de informar a ese cliente.

    El cansancio de los aviones y las eternas esperas en aeropuertos me ha hecho elegir esta vez el tren como medio de transporte. Tengo que ir a la ciudad de Kaizerslautern (que vete a saber como se dice en español e incluso en catalán) y calculando tiempos resulta que tardo lo mismo cogiendo un tren de alta velocidad y encima veo paisaje. La experiencia del ICE es increíble. Yo estoy acostumbrado a las velocidades supersónicas que me estiran la piel siempre que viajo en el Vaporetto de bleuge, una máquina increíble que en ocasiones ha superado incluso los cuarenta y cinco kilómetros por hora. Siempre creí que eso era lo más pero estaba muy equivocado y está claro que iba a ciegas. Este cacharro corre que se las pela una vez dejas atrás colonia. No veo ni los árboles y cruzamos tunel tras tunel a unas velocidades pasmosas. Cada rato pasa un viejete con un carro vendiendo chucherías y café, algo que no veía desde hace cinco años en que eliminaron ese servicio de los trenes Intercity holandeses. La vuelta a casa la haré en un medio más tradicional, en un coche ya que hay un compañero en el lugar al que me dirijo y él me retornará a la patria del queso amarillo y las rubias de metro noventa.

    Mi empresa, habitualmente rácana con los billetes de avión es espléndida con los de tren y me han montado un viaje en primera clase. Los asientos en todos los trenes han sido brutalmente cómodos, de hecho creo que debería comprar de esos para mi casa, con su mesita, su conexión para el cargador del portátil, sus botones para manejar la tele y esos cabezales que te arropan y te dejan echarte una siestita sin reventarte la columna. Mientras cruzaba Alemania a más de trescientos kilómetros no dejaban de llegarme llamadas con los desastres más recientes y los llantos de mi jefe y uno que es de natural chimpúnico lo solucionaba todo sobre la marcha sin una mísera duda.

    Ya sé que esperáis que ponga a parir a las azafatas sin bragas y demás pero no va a ser posible porque no las hay y la puta eficiencia alemana no admite críticas. Este cacharro va puntual como un reloj suizo. Me sorprende el ver nieve en los campos ya que en holanda nos conformamos con el frío sin escarcha y ni de coña conseguimos que nos cuaje la nieve más de dos días. Cuando comenzó a nevar y el ICE iba a todo meter cortando la nieve (más de trescientos kilómetros según los paneles de información), con los copos juntándose y simulando rallas de ruido sobre un cielo entre despejado y nublado y con un sol blanco que lo iluminaba todo, flipé en colores.

    Lo que sí quiero resaltar es el puro lujo María que tienen los trenes alemanes si los comparamos con los holandeses. Los españoles los dejamos fuera de la competición porque sería muy injusto. Una cosa que me llamó la atención es que en los trenes de alta velocidad alemanes, que están por todos lados y recorren el país de cabo a rabo, cuando llegan a una estación no pasa nada. La gente entra y sale de los mismos, busca su asiento y ya está. En España se monta un espectáculo tercermundista en las estaciones (por ejemplo en Madrid) con un montón de arretrancos ubicados en cada una de las puertas (creo que las llaman azafatas) y representando un papelón del quince con todos esos coñillos que ponen allí nada más que para el disfrute visual de los pervertidos que viajan en el tren. Por algo España sigue en el tercer mundo y bajando.

    El relato del viaje continúa en Kaiserslautern

  • Albúm de fotos de Sudáfrica

    26 de enero de 2006
    Elefantes jugando

    Soy consciente de que aún no he terminado de relatar el viaje a Sudáfrica y creedme si os digo que las pesadillas que tengo por sentirme tan culpable no me dejan dormir. La semana que viene haré un esfuerzo infrahumano y terminaré aquello que debería haber acabado hace cosa de un mes. Para que veáis mi determinación y mi falta de alevosía, comenzaré por poner el álbum de fotos de Sudáfrica. Si quieres leer el relato de dicho viaje, tienes su índice en Memorias de Sudáfrica.

    Elefantes jugandoImpalaJirafaNidos de pájaros tejedores
    Búfalos junto al aguaRinoceronteCebrasImpalas
    Monos babuinosÁrbolHipopótamoAtención peligro: Hipopótamos y cocodrilos
    CocodrilosNialasKudúsOutboards
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