Miró las llamas comerse la foto. Así acababa todo. Sin embargo, quemando las fotos no obtuvo la satisfacción deseada. Un huracán barrió sus recuerdos y lo lanzó de nuevo a revivir los momentos de felicidad, los momentos que esa foto representaba. Eran otros tiempos. Todos eran felices, eran jóvenes y no se preocupaban, no eran conscientes de que mientras estaban allí, en aquella fiesta, posando para la foto, avanzaba el tiempo, que la vida es sólo una charada.
Vivió de nuevo aquel momento, se encontró de nuevo con sus amigos, bebiendo, en una de esas fiestas de sábado a las que solía acudir y en las que siempre representaba su papel, ahora lo sabía, ese gran papel en el que como siempre estaba muy bien. Que gran actor de tragicomedia que fue siempre. Si entonces hubiera sabido lo que ahora conocía, que mal final de un gran guión podría haber evitado. Todo habría sido distinto. Ella no lo habría dejado, su amor no habría ardido igual que ahora ardía la foto. Lo peor que le puede pasar a uno es vivir el futuro. Sobre todo cuando este no es como lo habíamos soñado. Añoramos el pasado, queremos revivirlo para cambiar cosas y evitar lo inevitable. No nos damos cuenta de que por mucho que cambiemos, seguiremos tomando absurdas decisiones que nos llevarán a donde no queremos ir.
Su corazón roto se negaba a reconocer lo inevitable. Que la función había acabado, que después de que se apaga la ovación final, sólo queda la soledad. Eso es lo único que tenía ahora. Ella se había ido, sus amigos, los mismos que juraron estar siempre con él, también se marcharon y lo dejaron, siguieron con sus vidas, sin mirar atrás. El telón había caído. Ahora sólo sentía su decepción y humillación y pensaba que no podía llegar más bajo. La vida enseña sus lecciones a palos y cuando crees que ya has tocado fondo, te muestra fosas insondables y te lanza a ellas. El mundo es un escenario donde todo empieza y acaba, y no somos más que marionetas que corren por el sin poder controlar sus vidas.
Confiaba en que el fuego que ahora consumía sus recuerdos lo purificara, le abriera las puertas de una nueva obra, con nuevos actores. Nuevas esperanzas e ilusiones. Esta vez haría lo imposible para que todo saliera bien. No se podía permitir más errores. Estaba cansado de llegar al final de la función, de ver como todos abandonaban el teatro dejándolo atrás. Quería marcharse con ellos, ser uno más, formar parte del público. Maldijo su suerte y allí mismo, frente a las llamas, juró que no volvería a cometer errores.
Su gran amor debía seguir ahí fuera, esperando, sin saber que sus vidas estaban destinadas a encontrarse. Tenía que seguir buscando y tenía que hacerlo mejor. Esta no era la primera vez que lo quemaba todo, aunque siempre esperaba que fuese la última. Siempre deseaba hasta las lágrimas el poder dejar este teatro del dolor en el que le había tocado vivir. Ansiaba lo que la vida siempre le había negado: ser una persona normal. Ser un gran actor no le había valido de nada, no le había traído la felicidad, ni el amor, ni todo aquello por lo que lloraba. El dinero, la fama, no sirven si al llegar la noche no hay alguien a quien amar, alguien que te espere y te de la bienvenida al entrar en el hogar.
A lo lejos sonaban unas campanadas que anunciaban algo, algún oscuro presagio, quizás más dolor. Su sonido llegó flotando por el aire y lo despertó de su ensimismamiento. Miró la caja y entre lágrimas cogió otra foto y la echó al fuego.
… que mal final de un mal guión
que absurda decisión
por eso aquí se acaba la función.
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