Distorsiones

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  • Invitadas regias

    23 de mayo de 2004

    Una de las ventajas de no tener tele en casa es la de ahorrarme el bombardeo bodorril de los últimos días. He seguido las noticias por la prensa mayormente y gracias a esta he conseguido la siguiente exclusiva. Mirad la primera foto.

    Es la Lola, interpretada por Tony Cantó en Todo sobre mi madre, la película de Almodóvar.
    Ahora mirad la segunda foto.

    Supuestamente es Arancha Sánchez-Vicario acudiendo a la boda del milenio.
    Y Yo me pregunto:
    ¿Le pasó su entrada Arancha a Tony Cantó?
    ¿Es Arancha un hombre?
    ¿Era otro de los hermanos disfrazado de Arancha?
    ¿Existe una mujer dentro de ese cuerpo?
    Desde hace millones de años he tenido discusiones con amigos porque se niegan a reconocer lo evidente.
    Es un hombre. Mirad las manotas, el hocico de macho, si hasta Tony Cantó da el pego mejor que ella.
    Desde aquí le recomiendo que se compre el Kit completo de productos de belleza WO–MAN, para la mujer fuerte que todos llevamos dentro. Con un poco de suerte conseguirá que se asome al menos un poquito.

  • Reflexiones nórdicas

    22 de mayo de 2004

    Ir de puente a las provincias en Holanda es lo más de lo más. Con un fin de semana largo en el que el tiempo hasta el sábado acompaña, nos planteamos irnos a Ameland por un par de días. Ameland es una de las islas que protegen los Países Bajos del mar del Norte. Situada en la costa frente a Leeuwarden, es uno de los destinos holandeses favoritos en verano, uno de esos lugares a los que no llegan los turistas habituales. Las islas (hay otras en la zona) tienen una modesta industria hotelera y sacan su dinero entre mayo y septiembre, que es cuando se puede hacer algo de negocio. En invierno aquí no hay INSERSO que valga, con un frío de morirse.
    En Ameland se pueden alquilar bicicletas, ir a la playa (un par de semanas al año hasta te puedes bañar en el mar del Norte), ir en barco a ver las focas, ver pájaros en los parques nacionales y poco más. La isla tiene 22 kilómetros de punta a punta, y hay más de 100 km de carriles para bicicletas.
    Nuestra expedición estaba formada por mis amigos: el chino (de mierda, como recordaréis si habéis leído el post de Hombres negros), el indonesio (de mierda), un sueco (de mierda) al que no conocía y Yo.
    No voy a hablar de los asiáticos porque de esos ya he escrito bastante y quien no haya tenido oportunidad de leerlo que me mande un correíllo con su emilio y se lo reenvío.
    Me voy a centrar en el nórdico. Ya me llamó la atención el pedazo de mochila que llevaba cuando llegamos. Para pasar 36 horas en una isla iba equipado para sobrevivir los próximos dos años. Cuando llegamos al hotel se desveló todo. De repente me lo veo cambiando la funda de la almohada, las sábanas y la funda del edredón y poniendo las suyas. Yo no me lo podía creer. El chino se me adelantó y le preguntó por qué lo hacía y le dijo que porque no sabía quien coño había dormido en esas sábanas. Nos quedamos flipando. Aún sin recuperarnos del shock, lo vemos sacando los productos de limpieza, se va al baño y desinfecta el baño. ¡Lo más!
    Nunca en mi vida había tenido el gusto de ver tan de cerca a un freak semejante. Encima es que el sitio estaba increíblemente limpio. ¡Por Dios! Donde estaba este bicho raro cuando mi antigua empresa me mandó a Tenerife y la secretaria nos puso en el hotel de las putas de Santa Cruz, con unas habitaciones que daban asco y eso que pillamos las dos únicas habitaciones de la planta con baño propio, que el resto compartía el baño que había en el pasillo y toda la noche hubo un tráfico incesante de putas a hacerse un Chás-Chás (acto de poner el Coño o chocho en el bidé y prepararlo para el siguiente servicio con dos únicos golpes de agua). Me acuerdo que en ese hotel dormí con la ropa puesta sobre la cama y que me duché con zapatos (espero que esto os dé una idea). Aún tengo clavado en mis ojos el patio interior con su selva de condones usados y la cara del conserje que tenía la pinta de alimentarse del contenido de los condones, pálido y con una cirrosis de caballo.
    Volvamos al vikingo. Visto lo visto, ahora me explico muchas cosas. No me gusta generalizar basándome en un único caso (que carajo, yo generalizo con un único ejemplo y hasta con ninguno), pero en este caso ya tengo dos. Los dos suecos que conozco están cortados por el mismo patrón. En Suecia no hay vampiros. No puede haberlos porque la gente de ese país no tiene sangre. Están secos por dentro. Si los cortas, seguro que sueltan agua o pus pero no sangre.
    De alguna forma hemos logrado superar la prueba. Dos días con un fanático de la limpieza que iba a comer y sacaba sus propios cubiertos, que limpiaba el sillín de la bici, la barandilla del barco y que seguro que antes de follar desinfecta los papayos.

  • Ameland

    21 de mayo de 2004

    Estoy muerto. Acabo de llegar después de dos días en Ameland y me voy directo a dormir.
    Os dejo una foto de las focas que ví esta mañana.

  • London Heathrow

    19 de mayo de 2004

    – Jane we have a situation here (Jane, tenemos un problema)
    Así comienza mi historia. Pero antes de llegar a este punto, permitirme que retroceda un poco en el tiempo.
    Todo comenzó el día que viajaba a los Estar-dos-Unidos. Como bien sabemos, la paranoia americana ha convertido los aeropuertos en campos de concentración en los que uno se deja humillar después de pagar unas abusivas tasas de aeropuerto que te dan derecho a la susodicha vejación y al uso ilimitado de los baños sin limpiar del mismo.
    Me encontraba en London Heathrow, el mayor aeropuerto del Reino Unido, o como dirían nuestros amigos eurovisivos galos, Guayo miní. Sigo el flujo de los que están en tránsito. Lo primero es coger una guagua (autobús para otros) que te lleva a la terminal tres, de donde salen casi todas las compañías norteamericanas. Una vez en la terminal, entras en una sala infinita en la que una inacabable cola en zig-zag te espera. La meta son los putos arcos de seguridad que todo Dios y Cristo han de pasar.
    Antes de comenzar la lenta andadura me voy al baño y me preparo. El ejercicio que voy a realizar requiere la máxima concentración. Os desaconsejo encarecidamente la práctica de esta actividad a menos que seáis plenamente inconscientes de sus consecuencias. Salgo del baño dispuesto a realizar lo que he venido a hacer. Me pongo en la cola tras un grupo de japoneses, más que nada por admirar a las chiquillas de doce años de uniforme, que es algo que siempre me ha puesto. Avanzamos lentamente despojándonos de nuestras pertenencias: fuera el cinturón, el reloj, la cartera, las llaves, los kleenek, todo lo que llevo en los bolsillos. Mientras me quito todo, procuro mantener la concentración. Respiro de manera regular. Inspiro … espiro …. inspiro …. espiro.
    Tras varios minutos estoy más y más cerca del objetivo final: los arcos de seguridad. Los japoneses continúan su parloteo incomprensible.
    Finalmente es mi turno. Deposito mis pertenencias en una bandeja, pongo mi mochila y mi chaqueta en la máquina de rayos equis y paso por debajo de los arcos. Por supuesto sonaron. Siempre lo hacen conmigo. Es una maldición que me persigue desde hace años.
    El guardia, policía o lo que quiera ser se acerca a mí. Un enorme gorila curtido en estos menesteres. Me hace avanzar un poco y masculla algo que no entiendo, pero inmediatamente levanto las manos y las pongo en cruz. Es lo que siempre quieren que hagas. No me hace falta entenderlo para saber lo que dice. Se me acerca aún más con un artilugio en las manos. Lo pasa por todo mi cuerpo sin resultado alguno. Al menos sin un resultado que le complazca. Se pone frente a mí. Yo sigo manteniendo la concentración. Me toca las manos y empieza a deslizar las suyas sobre mis brazos hacia mi cuello.
    Cuando lo alcanza sigue por el pecho, la espalda, la barriga, las caderas, las nalgas …
    – Jane we have a situation here.
    Se separa de mí asqueado. Justo en ese instante me mira a la cara y ve mi sonrisa de satisfacción, de prematura victoria. Sigo sonriéndole mientras Jane viene hacia mí.
    La susodicha Jane es el eslabón perdido entre el hombre y el oso. Una mujer extra-grande, extra-fea, extra-ordinaria. Le falta el pitillo en la boca para parecer un camionero. Me llaman mucho la atención los guantes de latex.
    La Jane se pone delante mía y puedo sentir como un sudor frío me recorre todo el cuerpo, me sonríe y de un manotazo me agarra el paquete. Me aguanto el grito que se me escapa. Se me va la sangre de la cara. Me quedo pálido, sostenido por ella, que no sólo aprieta, sino que con los dedos es capaz de separar los huevos y aplastarlos hasta un punto en el que ya solo quiero morir. Me mantiene la mirada y sonríe cínicamente.
    – Sólo es una erección, concluye.
    Me suelta. Casi caigo al suelo del dolor. Cierro los ojos para evitar que se me escapen las lágrimas.
    Cuando abro los ojos, aún cubierto por un sudor frío, estoy sentado en el avión y la azafata está anunciando que vamos a tomar tierra en el aeropuerto de Heathrow. Me toco los huevos y veo que siguen allí.

    El relato de este viaje continúa en Capítulo primero: El comienzo

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