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  • Capítulo segundo: Plantation Country

    7 de junio de 2004

    Nota: esta es la continuación de El comienzo

    Al día siguiente al levantarnos se nos ocurrió salir a la calle a buscar un lugar en el que desayunar. Llegamos a la esquina y nos volvimos. No habían aceras. El hotel estaba entre un montón de carreteras de dos o más carriles sin aceras en las que protegerse del tráfico. Nos metimos en un Denny’s que estaba adosado al hotel y nos pusieron un megadesayuno, lo que equivaldría a un copioso almuerzo en España. Después, fuimos en el autobús del hotel al aeropuerto a buscar nuestro coche de alquiler. Mientras esto sucede se abren los cielos y empieza a caer el diluvio universal. La tipa del alquiler de coches trata de conseguir que cojamos un coche más grande y no el económico, sin comprender que ese es ya más grande que mi coche.
    Salimos del negocio de alquiler de coches y nos perdemos. Volvemos al punto de inicio y tras ciertas dificultades encontramos la carretera que nos llevaría a la vera del río Mississippi a través de Plantation Country (el país de las plantaciones). Según la guía Lonely Planet, la carretera nos llevará hacia Baton Rouge siguiendo el río. En la práctica casi no se atisba el Mississippi por las dos barreras de protección contra inundaciones que han puesto a ambas orillas del susodicho. Sin embargo la carretera es muy exótica y merece la pena recorrerla. Vas pasando al lado de las antiguas plantaciones que aún quedan en pie.

    Es increíble el contraste entre zonas de gente con dinero, generalmente blancos y zonas de extrema pobreza y en las que el color predominante (y yo diría que casi único) es el negro.
    Plantación de LauraEn un poblacho llamado Lutcher nos detuvimos a comprar un mapa en una gasolinera y tuvimos la primera de muchas experiencias de incomunicación. Habían dos chicas en la gasolinera y muy educadamente les pedimos si tenían mapas. ¡No nos entendieron! Y lo que es peor: ¡Nosotros tampoco las entendimos a ellas! Aunque la base de la comunicación era el idioma inglés, las tías pronunciaban de una forma que sonaba a cualquier cosa menos a inglés para nosotros. Tras un rato de forcejeos idiomáticos, logramos hacernos entender. Nos enseñaron un mapa, pero ofrecía tan poco detalle como el que teníamos nosotros cortesía de la casa de alquiler de coches. Frustrados, volvimos al vehículo y pusimos rumbo a la Plantación de Laura. Esta plantación está recomendada por la guía. Fue fundada por una familia criolla (de origen francés) y más tarde se mezclaron con una familia alemana. La casa está siendo renovada, tratando de respetar tanto como sea posible el aspecto original. Podéis ver varias fotos de la misma en el Plantacion de Lauraálbum de Plantation Country. Durante toda la visita a la casa llovía con intensidad y no pude tomar muchas fotos fuera.
    Nos llamó mucho la atención encontrar palmeras canarias. Preguntamos a la guía y nos dijo que ?Los isleños?? las habían traído consigo. La denominación de Isleño es para los canarios que España exportó a Luisiana y otros estados americanos hace unos cientos de años.

    Después de visitar la plantación seguimos por la carretera hasta llegar a Donaldsonville, un supuesto villorrio que merecía la pena ver. Destacar dos cosas. De nuevo no nos entendieron en la gasolinera, esta vez preguntamos por un teléfono público, pero sin éxito, y el pueblo era tétrico, perfecto para una película de terror. Decidimos pasar de largo y seguir hacia Baton Rouge.

    En el camino cruzamos infinidad de pequeñas iglesias, de sectas cristianas variadas, en las que a uno se le ponían los pelos de punta cuando veías todos los coches en la puerta con matrícula JESUS y similares. Esta gente son fundamentalistas cristianos. De aquí se alimentan los sagrados ejércitos del emperador, supongo.

    Tras llegar a Baton Rouge, perdimos más de una hora buscando hotel. Os lo juro. No había forma de dar con los putos hoteles de carretera. Entramos en la ciudad por el camino equivocado y los hoteles parecen concentrarse alrededor de las carreteras interestatales, y cualquier otra no goza del privilegio de estos antros. Tras una ardua búsqueda en la que nos metimos en todos los barrios de mala muerte de la ciudad, encontramos un ?La Quinta Inn??. Preguntamos a la chica de recepción por un lugar folklórico para comer, y nos recomendó uno en el que nos pusieron el plato más grande de comida que había visto en mi vida. Todo marisco, patas de rana y similares. No pude ni con la mitad de la comida que había en aquel plato y la camarera aún pretendía que pidiéramos entrantes y postres.

    Aquí acaba el primer día de carretera. En el próximo capítulo: Cajún Country (el país Cajun).

  • Rompetechos

    4 de junio de 2004

    [b]Hora:[/b] [i]6.45 de la mañana[/i]
    [b]Lugar:[/b] [i]Havenstraat, Hilversum, Países Bajos[/i]
    [color=0000ff]Un superhéroe lucha contra las fuerzas del mal. Con mucho supersudor los va arrinconando. Ya sólo quedan un grupo de irreductibles que se refugian en la calle Génova, protegidos por la cortina fabricada con pelos del bigote de aznarín de la Mancha. La dichosa cortina repele los superpoderes del superhéroe. La batalla es encarnizada. Los malos atacan con sus mejores armas: desidia, mentira, engaño …. el superhombre se defiende como puede. Ya ha hecho uso de la última estampita superpoderosa: Carmen de Mairena. Está a punto de sucumbir ante el mal cuando …. ….[/color]
    Un golpe súbito y brusco me saca de la pesadilla. El sistema de control del equilibrio se reinicia y me da un mareo al levantarme en la cama tan súbitamente. Me vuelvo a recostar. Otro golpe. Vibra la casita de madera en la que vivo.
    Otro golpe. Algo va mal. Hay alguien en el techo golpeando mi tejado. Oigo voces. Golpe. Golpe. Golpe. La casa entera se estremece.
    Siguen dando golpes. Me acostumbro al nuevo sonido y trato de dormirme otra vez. Pasa el tiempo y estoy entrando de nuevo en los reinos oníricos …. …
    Una música estruendosa suena en mi casa. Me despierto sobresaltado de nuevo. Ahora, además de la gente que camina por mi tejado y lo golpea parece haber un intruso en la casa escuchando música Pop a todo volumen. Me levanto. Miro en el baño, en el dormitorio y cuando voy al salón-cocina el ruido aumenta.
    Me acerco a la cocina y el sonido parece venir de la campana de la cocina.
    ¡Hijos de puta! Han puesto la radio al lado de la salida de la campana en el tejado. Por la forma en la que está diseñada se ha convertido en un altavoz natural que amplifica el ruido.
    Esto es sólo el comienzo. Van a tardar por lo menos dos semanas en cambiar el tejado de mi casa. Se avecinan tiempos oscuros …

  • El día de mañana – The day after tomorrow

    2 de junio de 2004

    Reconozco que fui al cine aterrorizado después de la experiencia traumática que supuso Troya, en la que uno de mis amigos se marchó en el intermedio porque pasaba de perder el tiempo. Antes de ir llamé a los colegas y les advertí que intelectualmente esta película no nos aportaría nada y que básicamente serían efectos especiales y momentos emocionales totalmente previsibles. A pesar de todo vinieron, nos pertrechamos de cervezas para llegar al intermedio y la vimos.
    Y lo peor es que me debo estar ablandando porque me gustó. The day after tomorrow, cuyo título fue traducido al español por un analfabeto como El día de mañana en lugar de utilizar el escueto y para mí infinitamente mejor Pasado mañana es una película de acción muy entretenida. Sigue todas las pautas del género de catástrofes naturales: tiene momentos dramáticos, de amor, de acción, de aventura, de desastre, de superación, todo lo que hemos podido ver en todas las películas de este tipo que se han hecho desde que se inventó el cine.
    El director, Roland Emmerich, del que me sigue gustando mucho más Stargate, no se complica y resuelve eficazmente. Buenos efectos especiales, buen tempo narrativo y decente música chimpún en los momentos adecuados, aunque me asusté un poco cuando comenzó la película con la cada vez más frecuente canción con tía gimiendo mientras le retuercen los pezones con una pinza de depilar.
    Entre los actores destaca Dennis Quaid, siempre eficaz. Hace un millón de años no soportaba su sonrisa, pero el tiempo y su constancia han hecho que me acabe gustando. Me cae simpático el colega. Pone una sonrisa hasta cuando le escaldan en aceite los huevos.
    En fin, merece la pena y si tenéis que elegir entre esta y las mierdas de Van Helsing y Troya, ni lo dudéis. De cabeza a The day after tomorrow. Si queréis más información en español, Haced click aquí.
    gallifantegallifantegallifante

  • Capítulo primero: El comienzo

    31 de mayo de 2004

    Exoneración de responsabilidad: ya sois bastante mayores así que no me vengáis con boludeces si leyendo tropezáis con palabrotas, expresiones malsonantes, de contenido racista, sexista, clasista, chovinista, lerdista o de otro tipo. Si te sientes ofendido por cualquier chorrada que diga por aquí, te invito a que pulses el botón mágico que lo repara todo y que se encuentra situado en la parte superior derecha de esta ventana. Para hacerte más fácil su búsqueda te contaré un secreto: el botón tiene una EQUIS (X).

    Todo comenzó cogiendo un tren. Tras eso, diecinueve largas horas de viaje hasta llegar a Nueva Orleans. Los saltos fueron los siguientes:
    Hilversum ? Amsterdam Schiphol (Aeropuerto)
    Amsterdam Schiphol ? London Heathrow
    London Heathrow ? Washington Dulles Airport
    Washington Dulles ? New Orleans Airport
    Ya habéis leído la historia que escribí sobre
    Mi primer vuelo fue con
    British Midland y los dos siguientes con United Airlines. Hay una diferencia enorme entre las aerolíneas europeas y las norteamericanas. En primer lugar destaca lo empalagoso que es el personal de cabina de las compañías americanas, todo el tiempo de buen rollito y tal. En segundo lugar se notan las consecuencias del 11S: Los azafatos no son julandrones. Sí, habéis leído bien. Uno sale del avión de BMI con esos azafatos delicados y femeninos y se mete en el avión de United y se topa de frente con Mr. T y familia. Unos pedazos de armario, puritito macho, sirviendo bebidas y sonriendo a diestro y siniestro. Da mal rollo. Prefiero el estilo europeo. Cuando hay tantos gorilas paseándose por el avión es que la cosa está muy jodida por allí.
    También se nota la seguridad. No es lo mismo volar a Gran Canaria que a las Américas. Cuando vuelo a casa les importa un carajo y paso por el aeropuerto sin pena ni gloria. Cuando cruzas el charco eres un posible terrorista internacional y mereces ser tratado como tal. Te obligan a quitarte los zapatos y a responder estúpidas preguntas. El tipo de la aduana me preguntó si alguien había tocado la batería de mi cámara de fotos, si alguien podía haber tocado la dichosa batería, si en algún momento me pude despistar y alguien manipuló la batería, si la batería había estado durante todo el tiempo bajo mi estricta supervisión y si alguien había hablado conmigo y tratado de manipular mi batería. No sé, creo que el policía de aduanas tenía cierta fijación con el tema. Yo con la mejor de mis sonrisas respondí siempre que no.
    Se te queda una sensación extraña en el cuerpo. Al menos escapé del control del equipaje de mano. Me pusieron una pegatina roja en la tarjeta de embarque y listo. Los que no la tenían eran invitados a comprobar exhaustivamente su equipaje de mano. Básicamente vaciaban los trolleys y bolsos completamente y después revisaban todo lo que iba dentro, cosa a cosa, analizándolas meticulosamente. También les miraban la cartera y cualquier cosa que pudieran llevar en los bolsillos.
    Ya cuando entras al avión vas más tocado que el culo de Yola Berrocal. Con mi proverbial suerte me tocó sentarme en la última fila en ventana. Al lado mío un hindú al que ignoré gloriosamente todo el vuelo. Hay que ver la manía que tiene la gente de querer hablar en los aviones. Es algo que me puede. Yo no me siento al lado de un desconocido para enterarme de su vida. Punto. Delante de mí iba el jefe de la manada de gorilas, un tío que no cabía en el asiento, que tenía músculos hasta en los pelos del culo y que estaba al loro de todo. Sin lugar a dudas el agente de incógnito que volaba con nosotros. Hay que ver como sudaba el hijoputa. Cada vez que levantaba ese pedazo de brazo que parecía un jamón serrano nos bañaba con su aroma. Sólo fueron siete horas, así que os podréis imaginar.
    En Washington, punto de entrada a los Estados Unidos, tuvimos nuestro momento Lista de Schindler. Nos llevaron a un sótano y nos pusieron a hacer cola para pasar la aduana. Yo meándome todo y aquellos inútiles a paso de tortuga revisando los pasaportes de la gente y haciendo una nueva andanada de preguntas estúpidas. Como era de esperar, a todos los que tenían pasaportes de países no europeos se las hacían pasar canutas.
    Tras ser admitido oficialmente en el país, nuevo avión y llegada a Nueva Orleans totalmente roto. Hubo un detalle que me llamó mucho la atención al llegar. Cuando uno va a recoger su equipaje sale de la zona de seguridad del aeropuerto. Las cintas de recogida de maletas están abiertas al público. Cualquiera puede entrar allí. Tanta coña marinera con la seguridad y al final de tu viaje cualquier mangante te birla la maleta sin que a nadie le importe un huevo.
    Al llegar al hotel (Best Western New Orleans Airport) y abrir mi maleta, la sorpresa final:

    El panfleto que colocaron encima de mis cosas confirma que mi equipaje había sido abierto por motivos de seguridad para comprobar su contenido.

    En realidad trataban de proteger a todo el universo de la amenaza terrorista que supongo y lo hacen amparados por ?la ley??, que debe ser como se denomina ahora a la chulería y el fascismo del presidente americano.

    Por suerte yo no le puse candados a mi maleta, porque la susodicha ?ley?? les permite reventarlos en el nombre de la paz y el bienestar mundial. Supongo que se debieron quedar fascinados con las latas de pimientos de piquillo que mi madre le mandaba a mi tío, la pimienta de cayena y las bolsas de caramelos Tirma.
    Hasta aquí llegamos con los previos, en el próximo capítulo: Plantation Country (El país de las Plantaciones).

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