Se detiene el tren en Hannover y sube un montón de gente. Desde Berlín hasta Hannover el tren va medio vacío pero a partir de ese punto con la marabunta que se sube casi que se puede colgar el cartel de completo. La friki más grande que he visto en mi vida intenta sentarse a mi lado, todo producto de ese intenso magnetismo animal con el que parezco atraer todo lo raro que camina por este planeta pero termina desistiendo porque no hablo su idioma. Se pone en el asiento del otro lado del pasillo y se queda allí, mirándome atolondrada. Tiene unas gafas de pasta de esas que solo un friki auténtico puede llevar y un bolso con veinte kilos de equipamiento de alta necesidad. Estuvo todo el viaje hasta que se bajó escarbando en aquel baúl y sacando y guardando las cosas más inverosímiles. Yo la miraba flipando y ella sabía que estaba siendo escrutada por un Elegido pero el tema no solo no le preocupaba sino que le daba alas y la animaba a seguir con su frenética búsqueda. En aquella parte de nuestro viaje de vuelta yo iba escribiendo la historia de estos días en Berlín y no sé si fue por el color blanco de mi maravilloso Apple iBook o la delicadeza de mis manos lo que le hacía girar la cabeza todo el tiempo y observarme con la devoción propia de un creyente.
Perdí la concentración y mi distorsionado cerebro comenzó a hacer de las suyas cuando ella chupaba un refresco en un vaso con paja (cañita para otros). Me pregunto lo que se sentirá al empalar a una de esas frikis que pululan por el mundo. Seguro que se le disparan mil y un tics distintos y empezará a hacer cosas raras como si fuera un robot de la Guerra de las Galaxias al que han borrado la programación. Seguro que grita como endemoniada y se abraza al cipote o te tira de los huevos intentando arrancarlos para quedárselos de recuerdo. No me extrañaría si en el momento de correrse cierra las piernas y te corta el rabo con unas cuchillas que ha desarrollado a lo largo de años de frustraciones y miradas despectivas. Es todo un universo que aún no ha sido descubierto y al que no me atrevo a viajar, que yo jamás he creído en la belleza interior y me dejo llevar por la superficialidad y vulgaridad y no me importa reconocerlo.
Fijándome en su cara vi que tenía un lunar en medio de la nariz que le daba un aspecto extraño. En el centro del lunar crecían dos pelos solitarios. Tras años y años de evolución ese lunar o verruga está en disposición de producir gases tóxicos que te lanza directamente a la cara cuando intentas meter la lengua en esa boca negra y enmarcada en sarro.
La revisora llegó despertándome en el momento en el que soñaba que la friki boqueaba como un pajarito pidiendo comida mientras yo le daba los golpes sagrados con el miembro en la cara, esos tres toques que abren su apetito insaciable y la fuerzan a tragarse todo lo que le echen. Ella se tiraba de los pelos en ese momento y agitaba las piernas como un pollo al que le han cortado la cabeza, con espasmos musculares incontrolables. Su pelo era como el de Inma Monster, esa leyenda viva con la que tuve el dudoso placer de compartir algunos años en la universidad y que redefinió muchos de los conceptos que creía tener claros. A Inma Monster otros la llamaban la Centuriona porque su cabellera simulaba un enorme casco de soldado de las legiones romanas o al menos así nos parecía.
Fue un sueño extraño, apropiado para una noche de Halloween y espero que nunca se haga realidad. De este tipo de cosas podría salir la próxima gran serie de películas de terror, que estamos de sequía de buenos títulos y necesitamos un aire fresco en el género para esta primera etapa del siglo XXI.
4 respuestas a “Pesadilla terrorífica con una friki”
¿Has pensado en dedicarte a «guionista» de cine porno? seguro que tendrías tu público… hay gente para todo.
No creo que valga. Mis películas se saldrían de presupuesto por los efectos espaciales.
No creas. Hay una peli porno de Private «2funck4you» o algo así hecha en renderizado 3D. Podrías realizar tus fantasías más extrañas.
Mis fantasías son bastante normalitas. Si es japonesa y viste como una colegiala yo ya tengo bastante.