Lo más flipante de Panglao, que es un destino que se considera muy turístico, es que el lugar resulta una especie de pueblo del lejano oeste con caminos sin asfaltar, construcciones caóticas y bares y restaurantes por aquí y por allá. El principal villorrio y playa es en Alona y hoy vemos la playa, que no estaba nada mal y si cierto lector presta atención, la pava que aparece tumbada en primer plano, tenía las tetas al sol, algo que no he vuelto a ver en ningún otro lugar de las Filipinas y que ni se si era legal allí o la chama tuvo suerte y yo fui el único que la pillé e hice foto. Por detrás del bosque de palmeras están los apartamentos, hoteles, antros y garitos. Yo me quedé en uno alejado del pueblo, a unos cinco minutos andando, con una piscina increíble y en muy buen estado. Recuerdo que conocí a dos mochileras españolas que se quedaron en uno super-hiper-mega-barato y que dice que las cucarachas se subían hasta sobre ellas y no pudieron dormir, al final, las pobres se bajaron a la playa para dormir allí.