Samanta


Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

Samanta se cruzó en mi vida una tarde de primavera. Como siempre que veo al turco, este se empeña en ir a comer al Rey de las hamburguesas de Rembrandtplein. No sé que tienen esos pedazos de carne corrupta que le vuelven loco. Al entrar elegimos la cola equivocada, como siempre. No importa en cual te pongas, siempre es la más lenta. Después de eternos instantes entre olores de fritura y escuchar las insulsas conversaciones de turistas que consideran el ir a uno de estos sitios como un placer para el paladar nos tocó la vez.

Samanta nos empetó la típica frase con la que empiezan siempre en esos sitios. ¿Qué quiere? Se me ocurrieron un millón de respuestas con todas las cosas que quiero y no puedo tener. Mientras divagaba en el limbo de los deseos el turco pidió su menú, con queso, con cola y cuando le estaba pidiendo que las papas fueran de las especiales, Samanta le dijo que no era posible. El turco se indignó y trató de que cambiara la orden, pero Samanta se plantó y dijo que no había manera de cambiar el pedido. Nuestra querida amiga comenzaba a tocar huevos con ambas manos. Me fijé en lo despreciable que era, lo asqueroso de su cutis, el tic de sus labios succionadores. Samanta es el típico ejemplo de hembra criada a base de pollerón (tendréis que usar al menos una sinapsis para determinar la combinación de palabras que otorgan el significado a este engendro idiomático), la que pasó toda su vida bajo la mesa con la boca llena de miembros, chupando y chupando y de tanta leche cruda que tomó acabó encochinada, gorda, sudorosa y trabajando en un establecimiento de comida rápida, sirviendo hamburguesas a la gente sin aspirar a más en la vida. Samanta la poca educación que pudo adquirir la desechó, la dejó marchar sin pararse a pensar.

Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

Samanta seguía negándose en rotundo a darle al turco sus papas y le pedía que pagara. Como ya me dolían los huevos de tanto sobármelos le dije que yo también quería pedir y añadí mi menú, con mi cola y con las papas especiales. Samanta me odió infinitamente en ese momento, me trató de alienar con su mirada de chancha arretrancada que le mantuve. Samanta se tuvo que tragar la medicina sin leche esta vez, se tuvo que joder y servirnos las papas que mi amigo quería. Como estaba en su voluntad el seguir jodiéndonos, redondeó superiormente la cuenta, desde ochenta y un céntimos hasta ochenta y cinco. El turco volvió a discutir con ella, pero la cerda zarrapastrosa no cedió. Nos trajo el menú casi sin ganas y nos tiró la bandeja con desprecio. A Samanta yo le eché un mal de ojo allí y en ese momento, le deseé una muerte dolorosa y lenta, una vida miserable y desgraciada y satisfecho por haber aliviado mi ira y mi odio nos fuimos a la planta alta a comer.

Nos acordamos de Samanta y de su madre varias veces mientras acabábamos con la pitanza. Al rato la vimos venir. Hacía como que limpiaba pero iba directamente a por nosotros. Se metió de nuevo con el turco. Esta vez no le gustaba la forma en la que estaba sentado en la silla. El turco la ignoró pero ella siguió y siguió machacándolo. Al final mi amigo cedió. Samanta se salió con la suya y se marchó triunfante.

La venganza hay que servirla en caliente y bien adornada. Cuando bajamos a la planta baja a hablar con el gerente del local nuestra mesa era un poema escrito con papas, con pedazos de verdura y aliñado con toda la salsa de papas que desplegamos por la mesa. Nuestra composición era un canto al arte libre y surrealista. Cualquier artista de poca monta se habría sentido orgulloso de firmar aquel desaguisado que se extendía por la mesa y las sillas que habíamos usado. Como no tuvimos bastante con nuestra comida tuvimos que emplear la que desde otras mesas nos fue cedida generosamente por altruistas donantes que se unieron a nuestra causa.

No sé lo que el turco le dijo al gerente, aparte de pedirle que fuera Samanta en persona a limpiar nuestra mesa como ella misma nos había solicitado encarecidamente, pero Samanta ya no trabaja allí.

Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

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2 respuestas a “Samanta”

  1. Tio, te sales. Tienes un estilo de escritura bastante peculiar pero curioso y divertido 🙂
    Que sepas q tienes un lector habitual mas para el blog. 😉 Yo me he tirado casi 2 años en Holanda, y por desgracia ahora me tengo q volver unos meses a España (Huelva) pero pa Noviembre vuelvo para quedarme indefinidamente y ya me pondré en contacto contigo a ver si montamos un Blogs and Beers de españoles en Holanda. 😉

    Un saludo, Dani.

  2. ReCRe: Pues sí, lo del Blogs and Beers en español aquí en estas antiguas tierras españolas estaría bien. Seguro que podemos convencer a otros. Ya miraremos cuando llegue la obscuridad, que Noviembre si hay algo que tiene es poca luz.