Tránsito de Kampot a Sihanoukville


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Después de dos días de excursiones y disfrutando de buena comida en Kampot, llegó la hora de volver a la carretera. Hoy ha sido un día corto así que se notará en la extensión de esta anotación. Tenía billete para el mini-bus de las once de la mañana y por suerte no tuve que madrugar, así que me desperté a las siete y media. Ya sé que suena a burrada pero este país tiene cinco horas de diferencia horaria con la hora central Europea y amanece normalmente pasadas las cinco y media y a las seis y media ya es hora punto y hay un montón de actividad, por no decir que el sol pega que no veas y a esa hora la temperatura ya está rozando los treinta grados. Entre eso y que en ninguno de los hoteles y pensiones que me he quedado parece que les preocupe que los clientes tengan habitaciones bien oscuras, por culpa de la luz acabo levantándome siempre pronto (o por las excursiones y demás).

Me afeité y me duché sin prisas y subí al restaurante terraza a desayunar. Después pagué lo que debía y volví al fresco del aire acondicionado de mi habitación. Alrededor de la hora a la que me debían recoger subí a entregar la llave y me quedé hablando con los dos empleados que estaban de turno ese día. Toda la gente que trabaja en el Rikitikitavi son muy agradables y de fácil trato. Llamaron y les dijeron que el micro venía con quince minutos de retraso los cuales se terminaron convirtiendo en media hora. Cuando me recogieron el coche iba petado de gente y de nuevo tuvimos sauna gratis. Cuando te lo presentan, te dicen que es un vehículo de lujo, con vídeo y aire acondicionado. En la práctica es una furgoneta con un asiento más de la cuenta, tiene una micro-pantalla de siete pulgadas de vídeo para el karaoke y el aire acondicionado no lo encienden nunca para ahorrar gasolina. A eso se une que meten más gente de la cuenta. En este viaje íbamos trece personas en el vehículo. A mí fue al último que recogió así que mirando el lado positivo, yo solo sufrí la sauna por dos horas y mis mochilas no acabaron aplastadas por las otras.

La distancia entre ambos lugares es de 95 kilómetros que dan para muchos vídeos de karaoke. Yo como siempre me conecté a mi audiobook y me aislé del mundo y del universo. Iba encajonado entre un ruso que no hablaba inglés y una tía con pinta de hippie y con las uñas de los pies grandes y negras como garras de mantis religiosa. El micro paró varias veces para recoger gente y dejar a otros, todos ellos locales. El tío iba pitando como loco para llamar la atención y que los que quieren viajar le avisen. En un par de sitios paró y dio la vuelta para volver a pasar por la calle como esperando que algún rezagado apareciera. Al llegar a Sihanoukville dejó a la mayoría en el centro del pueblo. Quedamos el ruso, una pareja y yo. El ruso no se bajaba porque no entendía nada de lo que le decían y al final lo convencieron para que se fuera a paseo. En Kampot me habían dicho que me llevaría hasta el hotel y lo habían confirmado hablando con el conductor al menos tres veces y a la otra pareja tanto de lo mismo pero el tío nos intentó colocar un tuk-tuk, aunque no le funcionó ya que le dijimos y le repetimos que nos llevara a nuestros destinos. Después se hizo el tonto que no sabe inglés, aunque cinco minutos antes bien que lo hablaba con el ruso y como no nos ablandamos, al final otro tío hizo como de traductor y le señaló en donde tenía que parar. El tío iba bien jodido porque le fallaron los trucos y las comisiones ya que muchos de ellos, si te dejan en un lugar específico, cobran comisión.

Al llegar a mi hotel, el Sea Breeze en la playa Independence hice el check-in. El sitio está en el top 10 de tripadvisor pero se ve algo quemado.

Sea Breeze Hotel - Sihanoukville - Cambodia

La habitación es muy amplia pero necesita pero que ya que la actualicen y le quiten ese aspecto de Güindous 95 total que tiene y esos paneles en el techo como si fuera una oficina. El baño es de principios de los noventa, vamos, de cuando los Pet Shop Boys acumulaban números uno en las listas de éxito. Me fui a dar un paseo por la playa y después me eché una siesta. El chico de recepción me dijo que de ninguna de las maneras lleve a la playa el teléfono o la cartera porque me los bailan. Ese no sabe que yo tengo una bolsa impermeable que me pongo al cuello y me baño con todo lo mío. De todas formas el día no estaba como para tirarte en la playa.

Cerca de las cinco me llamaron una motocicleta para que me alcance al poblacho y así sacar dinero en un cajero y darme un garbeo. El precio del viaje es dólar y medio y esta es la primera vez en la tira de años que voy de paquete en una moto. El primer cajero me daba un código de Operación no válida, el segundo solo me permitía Comprobar el saldo y cuando lo intentaba me daba un error y el tercero parece que estaba de mejor humor y me dio dinero. Después bajé andando a la playa de Serendipity y desde allí la caminé entera, hasta el final de la playa Ochheuteal. En el primer tramo está lleno de chiringuitos/restaurante y de mendigos pidiendo dinero a los turistas, arrastrándose por la arena o poniéndote en la cara el muñón o los dientes podridos, niñas tratando de venderte lo que sea, niños con botellas de agua y viejas con unos braseros móviles que venden una comida que tiene pinta de matarte al segundo bocado. Esa zona es sencillamente horrible y eso que la he visto en temporada baja. Cuando se acaban los chiringuitos la playa se vacía y puedes andar sin problemas y un poco más adelante habían zonas con gente local disfrutando del domingo en la playa.

Inciso. Los camboyanos parecen gustar de bañarse con ropa así que llegan a la playa y con zapatos y todo se meten en el agua a cuerpo completo y después salen a secarse. No es uno ni dos sino la mayor parte de la gente. Esto llama un montón la atención, casi tanto como lo hediondas que están las playas. En este país en el que el turismo ya es la primera industria aún no se han dado cuenta que tener playas paradisíacas no es suficiente, hay que cuidarlas. En mi caminata por la playa me la encontré minada de animales muertos, botellas vacías, condones usados, trozos de madera, envases de comida para llevar, cocos rotos, plásticos, sacos, una alfombra, muebles y mil cosas más que no recuerdo. Da asco. Tienes un lugar que si lo pones en algún lugar Europeo sería un monumento nacional protegido y aquí es un chiquero asqueroso. Varios de los chiringuitos de la playa sueltan la mierda de sus fregaderos y baños directamente hacia la misma, en unos riachuelos apestosos que dan asco. En la playa se hacen barbacoas y ya os imaginaréis en donde acaba la madera quemada que sobra. Me tropecé un grupo de monjes que miraban y tocaban con sus sandalias una rata muerta en la orilla mientras a un metro una niña pequeña jugaba en ese mismo agua y en otra parte de la playa un grupo de gente limpiaba marisco echándolo todo al agua. En resumen, que los camboyanos reciben un suspenso en educación cívica y en cuidado de sus recursos naturales.

Volviendo al tema, caminé hasta el final y volví. La Chinita me había dicho que uno llamado Green Leaf era su favorito pero no me convenció. Estaba vacío y tenía mala pinta. Al final eché mano de mi libro de viaje y fui a cenar a uno de los locales que recomendaban. Después caminé un poco buscando un motorista y conseguí que me llevara por 1 dólar a mi hotel. El tío no hablaba inglés y ni siquiera conocía el camino así que yo le iba indicando (y eso que no soy de allí y solo conocía la ruta por mirarla en el mapa). Se pasó uno de los desvíos pero hizo un giro de 180 grados y regresamos en dirección contraria con alegría y sin que le importara demasiado.

Me dejó en la puerta del hotel y le pagué lo convenido. Después arreglé cuentas en la recepción y me retiré a descansar ya que al día siguiente sería otra de esas jornadas en las que salgo a las siete y media. Contraté un crucero (eufemismo que esconde un barco de pescadores atestado de turistas) con destino a tres islas, siendo una de ellas la conocida como Bamboo Island. En los quince dólares que te cobran va incluido el desayuno, el almuerzo, las bebidas y el viaje a las tres islas además de recogerte y dejarte en tu respectivo hotel. Esa historia queda para el siguiente capítulo.

El relato continúa en Saltando por islotes

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3 respuestas a “Tránsito de Kampot a Sihanoukville”

  1. Osea que lo suyo es ver lo paradisíaco de las playas en vídeo y foto porque ya me dirás el espectáculo que relatas es verdaderamente asqueroso…Puag que asco…!!!
    A lo mejor notáis mi ausencia, es que voy a estar algunos días ausente, voy a pasar unos días a una playa de Cadiz con mi pequeña y aunque es bastante salvaje (La playa, no mi pequeña…jajaja), suele estar muy limpia…
    Salud

  2. Genín: toda la razón, verdaderamente asqueroso. Lo sorprendente es que viendo eso al principio de la playa, continuases el paseo, yo me salgo y la miro en la lejanía, no vaya a ser que se me pegue algo.

  3. sihanoukville es el último lugar del mundo para ir a la playa y la gente no tiene conciencia alguna pero si tomas un barco y te vas a las islas e islotes que están muy cerca, es maravilloso como se relatará en el próximo episodio.