Turbulencias


Tripulación, entrando en pista para el despegue. Buen viaje ? se escuchó por megafonía.

En esos momentos la gente se queda quieta y salvo algún chiquillo que se revuelve en su asiento, todos contienen la respiración y esperan a que esa loca carrera con un ruido ensordecedor acabe pronto y el pájaro levante el vuelo. Isabel volvía a casa después de una semana de vacaciones en Creta y lucía un precioso bronceado. Iba ligera de ropa ya que al entrar al avión la temperatura era de más de treinta grados y al llegar a su destino también haría calor. A su lado estaba su última conquista, una muesca más en su rifle, un joven ejecutivo al que le sacaba quince años y que la miraba arrebolado. Ella le daba todo aquello que él quería sin poner objeciones. Era una diosa sexual y lo sabía. Su cuerpo se mantenía en perfectas condiciones gracias a un riguroso programa de mantenimiento que le costaba mucho tiempo y dinero. Ni lo uno ni lo otro eran un problema para ella. Su vida era una fiesta eterna que deseaba que no acabara.

Tras unos minutos tomando altura el avión se estabilizó y comenzó el baile de azafatas a su alrededor, ofreciendo comida y bebida y procurando que se encontraran lo mejor posible. Esa era la ventaja de volar en primera, el servicio. Ambos se hacían cariños y se juraban amor eterno, una mentira conocida para una mujer que solo se podía querer a sí misma. Con unos vasos de champaña brindaron por el porvenir. A este joven aún le quedaba cuerda para un par de meses. Después tendría que plantearse el finiquitar la relación, pasar por quirófano y buscarse uno nuevo. Se paró un momento a pensar cual podía ser la parte más divertida de todo el proceso pero no pudo porque todas le gustaban por igual. Seleccionar la víctima, tender la trampa, flirtear, el primer beso, el primer abrazo, el primer revolcón, la primera pelea, las primeras vacaciones y después la estabilidad previa a la ruptura, el mantenimiento de su cuerpo y vuelta a comenzar. Es muy dura la vida disoluta del vividor.

Estaban brindando por enésima vez cuando el avión se sacudió un poco y se encendió el indicador del cinturón de seguridad. Enseguida las azafatas avisaron al pasaje para que se mantuvieran en sus asientos debido a las turbulencias y para que se abstuvieran de andar. Una de ellas les recordó que se debían amarrar los cinturones y eso hicieron. No era nada del otro mundo, todos hemos pasado por esto en ocasiones anteriores, unos minutos de vibraciones y después vuelve la calma. Ella miraba a su hombre con esos ojitos tan hermosos y le transmitía su total y completa entrega, muy puesta en su papel de enamorada cuando el avión se sacudió bruscamente y comenzó una caída más acusada. Aquello era como una montaña rusa o quizás peor. Los motores hacían un ruido horrible y la gente gritaba en el interior del avión, agarrándose a donde podían. Algunos compartimentos se abrieron y su contenido salió despedido hacia afuera. El avión caía cada vez más rápido y aquello parecía no tener fin. Se oyó un golpe seco y vio que su novio tenía la cara manchada de sangre y algo más. ?l la miraba horrorizado y ella, aturdida, no sabía qué hacer. Se llevó la mano al pecho y en ese instante supo lo que había pasado.

Le faltaba algo. En su pecho había un agujero del que salía algo de líquido. El pezón colgaba caído y mirando alrededor encontró lo que le faltaba, su implante de silicona de Corporación Termopatética estaba en el suelo junto a ellos. Se puso a gritar. Su novio también. Gritaba y trataba de alejarse de ella, a la que de repente veía como un monstruo horroroso que disparaba proyectiles.

El avión se estabilizó y ella se soltó el cinturón y salió corriendo hacia los baños gritando
Mi teta, mi teta, se me ha caído mi teta

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4 respuestas a “Turbulencias”

  1. Juas, juas, juas… Nena destétate pero no me salpiques!

    Lo peor de todo es la cantidad de panolis que hay a los que se les cae la baba al ver a Antoñita la fantástica recauchutada. Jugar con barbies, y sobretodo a cientos de metros de altitud, conlleva el riesgo de que el plástico se te quede pegado a las manos.

  2. Pues yo cuando veia Mazzinger Z lo que mas me gustaba era cuando la afrodita disparaba sus proyectiles,me parecia super sexy jajaja 🙂

    Besos

    P.S. si lo que quieres es convencer que no nos operemos pues poco a poco lo vas logrando jeje