Ya ha llegado el otoño


Después de dos semanas con un tiempo fantástico y en las que la lluvia brilló por su ausencia, ayer comenzó a llover y tras solo veinticuatro horas, la gente parece haber olvidado esos agradables paseos bajo un cielo despejado y solo se quejan de la lluvia constante y el cielo gris. Yo me alegro al ver que los árboles pierden sus hojas, que la naturaleza abandona el monótono verde y que las señales del otoño son tan claras. Es el cambio de estación, esa pequeña vuelta de tuerca que hace tan interesante el otoño.

Creo que solo en febrero noto la falta de luz, el resto del año me encanta el clima en los Países Bajos, saber que tendremos una primavera de verdad, con tulipanes por todos lados, esperar que llegue el verano y sean las margaritas y las hortensias las que desplieguen su encanto por mi jardín, ver la belleza de tonos ocres del otoño y recoger esas hojas caídas o navegar sobre ellas con la bicicleta sin saber lo que hay debajo de ellas y así llegar a los meses obscuros y fríos en los que el cielo vuelve a ser luminoso en las pocas horas del día que tenemos sol y cuando lo vemos, es un objeto que vuela bajo y al que le cuesta ganar altura, una lámpara de bajo consumo que casi no se nota.

Los días en los que la naturaleza se reajusta y cambia su vestido son los más especiales del año, con un clima impredecible que nos vuelve locos a todos y que al mismo tiempo nos recuerda quién tiene el control. Por más que nos guste pensar que las cosas suceden a nuestro alrededor de la forma en la que queremos, con el clima no podemos hacer nada, debemos aceptarlo tal cual llega y si no eres capaz de hacerlo, acabarás con una depresión de caballo lanzándote con tu bicicleta por delante del primer tren que te pille y renunciando a un trillón de pequeñas cosas que hacen nuestras vidas tan especiales.

El otoño ya está aquí, en toda su gloria y yo lo saludo como a un gran amigo al que me apetecía volver a ver. Espero que se quede con nosotros el tiempo suficiente para pasar un buen rato, en los bosques, en los canales, en la ciudad o en cualquier otro lado. Que vivan sus colores brillantes y sus repentinos cambios de humor.