Una familia de julays están pero que bien jodidos y muy mal pagados.
Resulta que hace décadas y décadas, una pava tuvo una premonición sobre su muerte y logró salvar las vidas de un montón de gente, solo que la muerte se lo tomó a mal y los fue matando a todos uno a uno y a sus descendientes, que no deberían haber existido. Cuando llegó a la pava, la familia de la chama descubre que les ha caído esta maldición truscolana y hasta miran en el portabultos del coche por si se les ha colado un deshonorable de esos. A partir de ahí, correrán y maquinarán intentando romper la certeza de su destino, que es el de dejar de existir.
Yo de siempre he sido super-hiper-mega fans de la primera película y de toda la serie y puedo reconocer y reconozco que desde que vi la primera, siempre me ha dado cosa quitar a las maletas las etiquetas de facturación por si me cae la maldición de Destino Final. Lo mejor de esta serie es que no hace falta que tengamos gente pasando de una peli a la siguiente, con lo que los pueden matar a todos y cada muerte es siempre un espectáculo visual, que aquí hay poquísimo de terror pero muchísimo de sangre y vísceras. En esta sexta peli tenemos una escena inicial fabulosa y después ya seguimos más a gustito matando a los miembros de la familia y como en las pelis anteriores, las secuencias que llevan a sus muertes son fantásticas y es alucinante la cantidad de sangre que llevan en sus cuerpos los gringos, que claro, al medirse en galones y no en litros, ellos deben tener mucha más sangre que el resto de los humanos porque algunos cuando revientan largan una pasada de sangre. La película es divertida y procuran que muchos de los miembros del elenco te caigan mal para que no te afecte demasiado su muerte, que todos sabemos que llegará a ciencia cierta. Las muertes son originales, bien hechas y a veces cuesta no cerrar los ojos para evitar ver la carnicería. Yo disfruté como un enano y espero que ya estén maquinando una nueva película y no nos hagan esperar tanto tiempo.
Esto es cine de palomitas, perfecto para los miembros del Clan de los Orcos, que además de ir en manada, pueden llevar a las Hembras. Prohibida para los sub-intelectuales con GafaPasta.
Después de volver de las vacaciones en las Maldivas, los dos primeros días me los tomé para sufrir el jetlag y el tercero elegí una peli que ponían por la tarde y que no duraba mucho, que de repente todo en la cartelera son películas de tres horas. Esta es supuestamente un clásico, aunque yo no recordaba haberla visto. Se titula Clueless y en España se estrenó con el título de Ni idea, que debe ser como se sienten todos aquellos que sueñan con truscoluña, que no es nación.
Una julay pedorra tiene tremendos picores vaginales y fiebres tifoideas porque necesita imperiosamente que le empeten un cipote.
Una gringa pija y resabida, además de millonaria, se dedica a organizar la vida amorosa de todos a su alrededor y arrejunta a dos profesores, le busca novio a la nueva panoli del instituto y para ella se echa un pavo que resulta ser julandrón, drón, drón, que mira que perdía aceite. El hermanastro de la pava, que ni es su hermano, está encoñado de ella y la sigue como perrito faldero o algo así, mientras ella se mete en todo tipo de fregaos.
Yo diría que esto más que una comedia romántica, es simplemente comedia, porque seguimos a varios personajes y todos están haciendo siempre chorradas. Supongo que se representa muy bien el cine juvenil de los noventa, pero a la película le falta algo para ser un clásico. Entretiene y divierte y tiene algunas frases épicas con las que me descojoné, pero inmediatamente sigue con una escena que no termina de cuajar y que cancela el buen momento anterior. La protagonista es Alicia Silverstone y es guapa, pero vamos, muy limitada actuando. El que resultó una sorpresa es Paul Rudd, que hace de su hermanastro y que aquí, fuera de las pelis de la Marvel, se le ve muchísimo mejor. Es una peli de palomitas y que no requiere el uso del cerebro.
La despreciarán los miembros del Clan de los Orcos y los sub-intelectuales con GafaPasta, pero definitivamente vale para pasar un rato y entretenerse.
Llegamos al día del regreso, que comenzó temprano, o más bien a la hora a la que me levanto por allí, sobre las seis de la mañana. Como no tenía desayuno en el supuesto hotel, pero sabía que estaba a menos de cien metros de la mejor pastelería de la ciudad y que abre a las seis de la mañana, según me levanté, salí a la calle, fui a la pastelería y me compré unas cosillas para desayunar:
Un muffin de limón, otro de chocolate y un donut. Ya el día anterior había comprado el zumo y un café frío que había que menear y menear y menear antes de abrir, supongo que para crear el efecto de la leche montada como nata. Allí mismo me lo jinqué con ilusión y alegría antes de ducharme, afeitarme y marcharme. En el supuesto hotel te intentan vender como una auténtica ganga y algo maravilloso el llevarte al aeropuerto por quince dólares, pero lo cierto es que se limitan a llamar a un taxi que les cuesta cinco dólares, con lo que ganan diez ellos y lo mejor es que estaba a seiscientos metros de la estación de ferrys y allí, por un dólar, o sea, catorce menos, tomas el ferry que te lleva en siete minutos al aeropuerto y te deja delante de la puerta, con lo que fui andando al ferry y abandoné la isla de Malé rumbo al aeropuerto en barco
Cuando íbamos hacia el aeropuerto, tenemos una vista de la gran mezquita de la ciudad, nombrada en la anotación de ayer y del puente chino que conecta la isla del aeropuerto con Malé. También decir que de haber ido en taxi habría tardado más tiempo, que todo el tráfico va por ese único puente que tiene un semáforo al principio y al final para que la experiencia sea más fascinante, te hacen pasar un par de atascos, como en cualquier país moderno. Que yo sepa, este es el único puente entre islas en las Maldivas y tanto la isla del aeropuerto como la isla de Hulhumalé son artificiales, la única isla auténtica ahí es la de Malé con la ciudad.
Al llegar al aeropuerto y sabiendo que en el control de pasaportes no te dejan pasar con tarjeta de embarque digital y tal y tal, fui a los mostradores de facturación y me dieron una de papel. El aeropuerto sigue siendo el cutre y viejísimo porque el presidente terrorista-musulmán-de-mielda del país se niega a inaugurar el nuevo ya que sin elecciones no hay ganancia electoral alguna para él y lo tiene acabado y se retrasa una y otra vez su apertura, que cuando estuve en el 2023 se abría en el mes que yo fui, cuando estuve en el 2024 hubo dos retrasos, el segundo coincidió con mi visita, después decían que lo abrían en febrero de este año y ahora dicen que en octubre, con lo que sin elecciones, tampoco abrirá este año. Pasé el control de pasaporte y el control de INseguridad, en el que la principal obsesión es la de los líquidos. Una vez dentro en el edificio ancestral, en el que hay cuatro tiendas y una nave inmensa desde la que se toman las guaguas a los aviones, esperé a que comenzara el embarque.
Lo bueno de sentarme en la punta de atrás es que me llamaron de los primeros y fui en la primera guagua al avión. Tenía asiento de ventana casi atrás del todo para que el ala no me joda la vista. Tuve que esperar casi una hora a que subiera todo el mundo, que trayendo guaguas la cosa toma su tiempo y finalmente estábamos todos dentro y antes de salir, también me gustaría comentar la diferencia entre un aeropuerto Europeo y este. En Europa, en el embarque hay una persona, quizás dos y son más que suficientes para encauzar los pasajeros al avión. En Malé, contadas por el Elegido, veinte personas por vuelo, veinte y el proceso de embarque es totalmente caótico y más lento que cuando lo llevan dos y por eso toma una hora. Cuando se llenó el cacharro hasta la bandera, el chófer quitó el freno de manos y salimos por patas de allí y como esperaba, despegamos hacia el norte y tengo un vídeo muy bonito con los atolones que veremos algún día.
Una hora después nos daban la pitanza, que en ambos vuelos, al igual que en la ida, era la misma, con tres opciones de plato principal, pollo con pasta, albóndigas de carne de vaca con puré de papa y gnocchi, que fue la que elegí esta vez porque en los dos vuelos anteriores probé las otras dos:
Personalmente prefiero las aerolíneas europeas pero tengo que admitir que esta gente da muchísima más comida y de más calidad. Aunque en el avión era un aquelarre alcohólico y todo el mundo pedía vino y cerveza, yo seguí con mis zumitos de manzana. Pasé ese vuelo de cuatro horas hasta Doha viendo series, o una serie, que entre los dos vuelos me vi todos los episodios menos uno de la segunda temporada.
En Doha tenía que esperar dos horas y media y por supuesto, mi avión estaba literalmente en el otro lado del aeropuerto y de nuevo tenía que volver a pasar un estúpido control de seguridad en el que te quitan los líquidos. Alguien debería decir a los terroristas-musulmanes-de-mielda que todas las personas que llegan ya han pasado esos controles y en muchos casos, mucho más estrictos que los suyos, que yo no saqué los líquidos de la bolsa y los esclavos que tienen allí no se dieron cuenta y no me dijeron nada, lo cual demuestra lo estúpido que es este control.
En el punto central del aeropuerto está la masiva obra de Oso/Lámpara que el jeque del país compró por una millonada y que es horrendo y de mal gusto, pero bueno, tampoco se puede esperar buen gusto de un tipo que viste siempre faldas largas blancas y considera a las mujeres animales de procreación y compañía, como las mascotas. Mi segundo vuelo era en un Airbus A350-900, algo de agradecer porque ese avión, además de ser más nuevo, tiene los asientos más grandes y uno menos por fila, con lo que no iríamos tan enlatados. De nuevo conseguí ventana y a mi lado sentaron a una morita y en el pasillo a una pava neerlandesa. En la fila delante de mí, al parecer, dos panolis, pareja, eligieron el asiento de ventana y el del pasillo con la esperanza que les dejaran el del medio vacío y cuando llegaron y vieron que tenían al primo segundo de Bin Laden sentado allí, a los dos cabezas de queso se les vio el tremendo disgusto en la jeta. El avión, hasta el momento del despegue, lo mantenían con las persianas de las ventanas cerradas para evitar que los cuarenta grados de afuera nos recalentaran, que Doha es el puto infierno en la Tierra. Afuera del avión, esclavos movían equipaje y demás. La comida era la misma y en esa ocasión elegí las albóndigas de carne de vaca. En el vuelo seguí viendo la serie para no dormir, algo que conseguí. También mantuve la persiana de la ventana abierta para que la luz evitara que me durmiera. Llegamos a Schiphol con diez minutos de adelanto. Después de salir del avión, prácticamente el último por ir sentado por atrás, corrí al control de pasaporte y ejecuté un truco que no pienso dejar aquí y que te garantiza recortar el tiempo en el lugar, salí a la zona de recogida de equipaje y vi que si corría, pillaba el tren a Utrecht, que salía en tres minutos, así que me di el carrerón y llegué a tiempo. Se supone que la conexión al tren de mi barrio me la perdía, porque era solo de un minuto, pero resultó que el tren en el que iba llegó con un minuto de adelanto, volví a salir por patas, con la ventaja adicional que mi puerta estaba junto a las escaleras y conseguí entrar en el tren que me llevó a mi barrio y desde allí fui andando a mi keli, en la que entré unos minutos pasada las diez de la noche, hora neerlandesa, o pasada la una de la mañana, hora maldiviana y así acabó esta semana de buceo en Rasdhoo.
Llegamos a mi último día de buceo y también mi último día completo en las Maldivas y en ese día, mi Dive Master maldivo me dijo que nos podíamos hacer dos inmersiones y acabar antes de las diez y cinco de la mañana, que veinticuatro horas más tarde despega mi avión a esa hora y así tengo el descanso reglamentario sin buceo. Quedamos en el muelle para bucear a las seis, nosotros dos solos y la tripulación del barco. Teníamos aire enriquecido, así que se trataba de aprovecharlo y para esa primera inmersión, nos fuimos al canal de Rasdhoo, en donde mismamente estuvimos el día antes, solo que esta vez la corriente estaba revirada y salíamos desde donde llegamos el día anterior. No había mucha corriente y al principio, en los primeros pináculos no veíamos nada, lo cual era muy raro. Mirando por el fondo, el Dive Master me señaló un nudibranquio muy raro que resulta ser una Phyllidia varicosa:
A mí es que al mirarlo me recuerda un montón a la digitalmente difunta Virtuditas, es que la babosa es clavadita a ella. Como íbamos avanzando de pináculo en pináculo, finalmente nos topamos con tiburones grises, que son los más numerosos en la zona y que nos demuestran que aquel ecosistema está saludable, que donde hay tiburones, quiere decir que el círculo de la vida está bien cerrado. Los hemos visto y ya los deberíamos identificar sin dudarlo, pero por si acaco, pongo uno de hoy:
A estos tiburones se les reconoce por la punta de la dorsal blanca y la cola y la dorsal pequeña y las puntas de las aletas en negro, además que son grandes y con volumen, muy estilizado y elegantes. En una de esas estaciones de limpieza, cuando pasábamos, estaban varios de ellos allí en plan meditando y de repente salieron disparados, pero disparados hacia la superficie y tras ellos, varios meros. Al parecer entró en la zona un banco de peces que son como tapitas para ellos y cambiaron al modo de ataque y te puedo confirmar y te confirmo que son jodidamente rápidos. Fue flipante ver esa escena. Después otro intentó atacar un banco de peces cerca de nosotros y esos se ponían detrás de él y le mordían la cola para que se fuera, lo cual tengo en vídeo. Tremendo espectáculo que no me perdí. Junto a una de las estaciones de limpieza vimos una tortuga verde:
Que vemos en la foto, aunque iba por debajo de nosotros y a mí me dio pereza bajar. Cuando acabó la inmersión, pasé por la cocina de Fefa la Jedionda y me compré un bocadillo de pollo y un par de dulces para almorzar y los guardé en la nevera de mi cuarto, que me iba a la una y media y no me daba tiempo de ir a comer a los restaurantes de la isla. Hice mi último desayuno en Rasdhoo y para la segunda se vino uno de los dueños y Dive Masters españoles del club de buceo.
El Dive Master me había dicho de ir al norte del atolón, pero estuvo mirando las mareas y habló con unos pescadores y cambió el plan y me dijo que nos tiraríamos en el canal Madivaru, solo que la corriente allí también estaba invertida y entraríamos desde el final y por la zona en la que se ven los tiburones de puntas plateadas, que son los más raros y difíciles de ver porque viven a mucha profundidad. Básicamente íbamos primero al lugar en el que se sospecha que hay una guardería de crías de esos tiburones. Nos lanzamos, comenzando mi última inmersión en este viaje y la número diecinueve desde que llegué y efectivamente, en el primer pináculo vimos al menos tres crías de tiburones de puntas plateadas y otro más crecidito. Una de las crías se me acercó:
Suelen ser muy tímidos y nos evitan, pero este vino a curiosear. A partir de ahí, en los siguientes pináculos, multitudes de tiburones grises, peces Napoleón y en total vimos Nueve águilas marinas, en diferentes momentos. También varios bancos de peces y cuando ya estábamos cerca del final y no buceábamos a mucha profundidad, pasamos junto a un grupo de barracudas a las que vemos en esta última foto:
Los peces murciélago nos siguieron durante un rato y en algún momento vi una morena a la que no prestamos ninguna atención. La inmersión duró una hora y un minuto y salí con quince minutos de margen, con lo que cuando vuele el domingo, tendré veinticuatro horas y quince minutos desde mi última inmersión. Me despedí de los colegas y volví al hostal y allí me duché y preparé la maleta, pagué lo que me faltaba pagar, me comí mi bocadillo de pollo y a la una y cuarto me llevaron al muelle del ferry y allí llegó el barco rápido, que iba petadísimo. Por suerte el mar estaba bien y en una hora estábamos en Malé, la capital de las Maldivas. Caminé a mi hotel, que estaba a quinientos metros de las paradas de los barcos y por la tarde salí a dar una vuelta e hice un montón de fotos de la ciudad e incluso estuve andando en el puente chino que conecta Malé con la isla artificial en la que tienen el aeropuerto. Lo más curioso de esa ruta fue ver la playa NO BIKINI, que en realidad no quiere decir que las hembras estén en tetas sino que está prohibido usar bikini y allí todo el mundo se mete en el agua emburkado o con los trapos esos de limpiar el piso que llevan en la cabeza. La playa da un montón de grima, no puede ser muy higiénico y esa gente después se van a casa así, con esas ropas ensalitradas. Cené en un sitio que ya conocía de la visita anterior y me compré en una tienda un preparado de café y un zumo para el desayuno del día siguiente, que el hotel en el que me quedo no dan desayuno y está a menos de cien metros de la mejor dulcería de las Maldivas, que además abre a las seis de la mañana, con lo que me compraré dulces recién hechos y desayunaré esos manjares antes de ir al aeropuerto, pero ese será el último capítulo del relato.
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